Recientemente, he visitado varias casas en venta. El ejercicio es interesante y divertido. Uno entra durante unos minutos en la vida de otros, espiando pedazos de su vida diaria, deslizándose en la intimidad de unos extraños.
La decisión de vender una casa está a menudo relacionada con algún acontecimiento significativo: hay un viudo que vende después de la muerte de su esposa, o la familia que está esperando un nuevo bebé, quiere más espacio. O quién lo deja todo y se va a los Pirineos a cultivar la tierra o la chica de quien se ha enamorado vive al otro lado del mundo.
A menudo, uno termina viendo apartamentos habitados por personas parecidas a uno mismo, porque a menudo se parecen aquellos que aman las mismas cosas. Frecuentemente los vendedores de los pisos que he visitado eran una pareja joven (para jóvenes se entiende un ser humano hasta 45/50 años de edad) que constituye un tipo clásico, un patrón que se repite con frecuencia, fácilmente identificables. Quien muestra el piso es siempre el marido o el chico en general. Ella nunca está o mejor dicho allí está: en las fotos en la mesilla de noche, en la ropa en los armarios y en las palabras y la mirada de él. Casi siempre es ella quien ha decidido vender, por alguna extraña razón ya no puede permanecer allí: quiere 800 metros cuadrados de jardín, quiere un estudio más amplio, no puede soportar a los vecinos. Pero ella no tiene tiempo para mostrar su piso: está en el trabajo, tiene miles de compromisos, no tiene un minuto libre, y está siempre de mala leche: es una tarea que le toca a él, que debe estar allí para enseñar el piso por la milésima vez, contestando a las mismas preguntas de siempre.
Ella es una mujer de carrera que vuelve a casa por la noche cansada y cabreada y aún más debido a que él aún no ha sido capaz de vender el piso. El hecho es que ella aún no ha decidido si quiere ser una mujer de carrera o una madre que amamanta a sus hijos. La educaron para emanciparse, a buscar la satisfacción profesional, a realizarse fuera de la familia, etc. etc. pero al mismo tiempo, en cierta etapa de la existencia no puede escapar al instinto maternal. Y puesto que conciliar las dos aspiraciones es muy difícil y complejo, toda la frustración de no poder tomar una decisión la desahoga vertiéndola sobre él. Quien, cualquier cosa haga, lo hace mal. Si se le propone como un marido que se sacrifica por la carrera de ella, ella se exaspera porque quiere ser una madre y él es un débil; si le dice que aceptará la promoción en el trabajo y tendrá menos tiempo para quedarse en casa, ella se indigna porque quiere hacerse mujer de carrera y él es un matón. Frente a este callejón sin salida, él reacciona simplemente dejando de actuar, no toma ninguna iniciativa, no propone nada, no se atreve a sugerir ni esto ni aquello. Se retira en una vida incolora de espera, y quizá tirará la toalla después de veinte años.
Cuando vas a ver el piso, su mirada está apagada, deprimida, resignada. El cansancio en sus gestos y muecas que dicen: “…es ella quien lo decide todo ...” están ahí para testificar. En la cama - donde se mide el “feeling” entre dos personas y donde no se pueden esconder los problemas – ella es probablemente frígida y él tiene dificultades en la erección. Ella eternamente tensa y demacrada, él bloqueado, incapaz de poner en práctica sus pulsiones. Un súper lío ...
Pero la realidad es que a ella le gustaría que él lo sacara de este atolladero, que le dijera con masculina autoridad lo que ella tiene que hacer de su existencia (una elección que, obviamente, debe corresponder estrictamente a lo que ella quiere, pero no puede admitir ). En otras palabras, ¡ella quiere que sea un macho, nada de democrático y equitativo! Nada de "Yo me sacrifico por ti ...” Pero, en primer lugar, ella no puede admitir eso ni para si misma ni para él (sería un diminutivo del papel de la mujer emancipada) y segundo, él fue entrenado para alejarse del modelo masculino represivo y autoritario, y ser un hombre disponible y "democrático" (¡qué lata!). En resumen: ella le está pidiendo que le abofetee (en sentido figurado), pero a él le ensañaron que las mujeres no se tocan nisiquiera con una flor (no metafóricamente). Ella quiere que él vuelva a casa y le diga: “Ahora lo vamos a hacer así, como digo yo, y tú te callas", mientras lo que pasa es que cuando ella llega a casa enojada y tira la cartera contra la pared, él le susurra: "¿Quieres que te prepare una infusión de hierbas? ". ¡¡¡Tonterías!!! ¡¡Nada de infusiones!! En vez de "eres una persona maravillosa", lo que ella quiere es una buena bofetada (metafóricamente, por supuesto) que le quite de la cabeza todos los problemas.
Seamos realistas: frente a estos escenarios (auténticos y corroborados), debemos mirarnos en el espejo y admitir que algo en la gestión de la educación en el último par de décadas fue un error. Se han cometido errores. Que quede claro: no iba nada bien el delito de honor, la falta de derechos para las mujeres y los hombres quienes regresaban a casa cabreados porque la cena no estaba lista todavía, pero tal y como las cosas funcionan ahora tampoco es la perfección ...
¿Y entonces qué? Debería haber más solidaridad en la pareja, reconocerse mutuamente que nos encontramos a veces incómodos en el papel que se nos ha asignado y lo difícil que es ser verdaderamente "libres" (de elegir hacer y ser lo que quieres). La pareja no debe convertirse en un lugar de la ampliación de los condicionamientos sociales (y familiares). Por encima de todo, jugar, ¡jugar mucho más! Jugar a dar y recibir bofetadas (otra vez metafóricamente), jugar a ser el macho y la hembra, que son los roles que la Madre Naturaleza nos ha asignado, nos guste o no, tal vez engañándose recíprocamente, fingiendo fingir. Después de todo, chicas, seamos realistas: el hombre es realmente fácil de manejar: también en este caso, lo importante es lo que pasa en la cama: el hombre no es para nada sexualmente complicado, es "mecánicamente" simple, casi trivial. No se necesita mucho para darle lo que necesita y por lo tanto dénselo! Haced que se sienta hombre, imploradle que os dé de bofetadas (metafóricamente), aunque luego seáis vosotras quienes dirijáis el barco, y os aseguro que él, el macho, será de verdad un macho y os dará mucha satisfacción en la cama y fuera de ella.
Claro, que unas buenas palmadas (verdaderas) de vez en cuando ...
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¡DÉMOSLES BOFETADAS (ES LO QUE QUIEREN)!
By Adrián López García de Lomana dilluns, de juliol 05, 2010
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Comentaris del missatge
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Excelente reflexión sobre un tema nada fácil de abordar...enhorabuena por la valentía!!!
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