Estimado Cliente

Estimado cliente, lamentamos informarle que -debido a un problema en la central nuclear gestionada por nosotros -es conveniente para usted y su familia salir pronto de su casa y mudarse a por lo menos 80 km. de este lugar. Un cordial saludo.

Tal vez la gente de Fukushima, no haya recibido una carta como esta, pero seguro que no estamos muy lejos de la realidad. Dudo de que a mucha gente se le haya escapado que -a pesar de que el gobierno japonés tiene un papel importante en la historia- quien gestiona esta trágica situación en Fukushima es una empresa privada: la misteriosa TEPCO. Es la TEPCO quien nos presenta los datos sobre la radiactividad y los daños de la central, quien es responsable de sus deficiencias y quien está tratando de salvarla. En otras palabras, un escenario tan dramático, así como el destino de millones de personas y un área muy grande en el corazón de Japón está en manos de una empresa privada. Y todo eso, después de todo, nos parece perfectamente normal.

Así como en el desastre ambiental causado por BP el año pasado, de facto, las empresas privadas han llegado a ser las gestoras de varios de los bienes públicos más básicos y por lo tanto potencialmente en la posición de producir enormes daños al medio ambiente y a las personas. Ahora, sin entrar en discusiones como: ¿Ah... pero una empresa pública no sería mejor? me pregunto... ¿cuándo coño sucedió todo esto? ¿Cuándo hemos decidido -como ciudadanos- asignar un papel tan dominante y delicado a entidades privadas que -por definición- persiguen beneficios que no siempre coinciden con el bien público?

La semana pasada llené un formulario para la embajada de Estados Unidos. En el espacio en el que tuve que escribir mi nombre decía: customer (cliente). ¿Cómo cliente? Fijaos: ¿con qué frecuencia y en cuántos contextos somos llamados y definidos como clientes y no ciudadanos, o como máximo, usuarios?. Las palabras son importantes: los cambios el idioma reflejan los cambios en la sociedad: todos estamos siendo convertidos en clientes (que es una forma amable de decir consumidores). Nuestro papel se está convirtiendo en esto: ser clientes de alguna entidad privada, cuyos beneficios -hemos llegado a pensar- coinciden con el bien común.

Nos guste o no, en las últimas décadas hemos sido (pasivos) testigos de una transformación histórica, así que hoy en día nos parece normal que hasta se pueda privatizar el agua (y luego ¿qué? ¿el aire?) o el genoma humano y que sea el portavoz de una empresa privada quien proporcione la información sobre los niveles de radiactividad en Fukushima. Esto ocurrió porque la política tomada como "el arte de gobernar la sociedad", guiando y regulando la economía, ha acabado siendo subordinada de la propia economía. Hoy, todo es economía, cuyo voraz ascenso y extensión por todos los sectores de nuestra sociedad ha sido consentido y alentado por la política. Hasta el punto de que la economía (financiera) y, en particular, sus elementos operativos -como los grandes bancos, fondos de cobertura, etc.- influencia y, de hecho, limita severamente los mismos mecanismos democráticos.

Una historia bonita: ya sabemos que la principal causa de esta bendita crisis está en el endeudamiento excesivo y sin control creado por el sistema financiero (bancos, fondos, etc.) al cual ni las familias, ni tampoco el propio sistema financiero han sido capaces de hacer frente. En ese momento los estados (entidades públicas, es decir, nosotros) tuvimos que aportar una avalancha de dinero para salvar a los bancos, fondos mutuos, seguros, etc. porque su quiebra habría significado un desastre para todos nosotros... Pero hay más: una vez rehabilitadas, con nuestro dinero, estas entidades (privadas), han vuelto a actuar peor que antes, incluso atacando en términos financieros a la deuda pública y a la moneda (el euro), de cuyos estados... ¡les habían sacado de la mierda! En otras palabras, los estados, nosotros, la famosa res publica somos esclavos de entidades privadas que determinan el sentido mismo de nuestra civilización, haciendo lo que les da la gana, prácticamente sin reglas o límites.

Pero, ¿cómo fue posible esto? ¿Cuándo ocurrió? Y sobre todo: ¿dónde estaba la izquierda (la izquierda real, no la de Blair para ser claros) cuando pasó todo esto? Mientras nuestra sociedad estaba cambiando a tal punto que ya no nos sorprende si casi todo se convierte en privado. ¿Por qué la izquierda se dejó llevar a un territorio donde casi siempre pierde, por qué todo está monetizado, visto, juzgado y elegido en función de criterios económicos: desde la inmigración hasta la violencia en los estadios de fútbol, desde la seguridad por las calles a la protección del medio ambiente, desde la ópera lírica a los transportes? OK, está bien la economía, está bien no malgastar el dinero, ¿pero es posible que no haya otras cosas? ¿Otras cosas llamadas valores? La solidaridad, la caridad cristiana y la bondad? ¿Todo esto ha desaparecido?

Incluso en nuestras pequeñas vidas, el aspecto puramente económico (y no estoy hablando de supervivencia) es predominante: cualquier tipo de decisión se toma sobre la base de ganancias, eficiencia económica y análisis racionales de costos y beneficios y ahora todo esto nos parece normal, porque la "cultura de la privatización" crea y ofrece recompensas prácticas y sociales a los que se ajustan a esta visión del mundo.

Al estudiar en la escuela a los antiguos egipcios, es difícil no preguntarse cómo los faraones fueron capaces de crear una organización en la que miles de personas se dejaban la vida trabajando y arrastrando enormes piedras para construirles a ellos las tumbas. ¿Por qué no se rebelaban? ¿Cómo fue posible que generaciones de seres humanos pasaron su vida trabajando como bestias para satisfacer la ansiedad y ambición desenfrenada por el poder de unos pocos? Sin embargo, la "mega-máquina" social creada por los faraones era mucho menor que la actual "finaciero-capitalista", que es una enorme organización jerárquica que utiliza masas de seres humanos para acumular poder.

Nosotros, los estados, el público ahora no podemos hacer nada mas sino aceptar este poder económico privado. Debido a que la política se ha desarrollado para adaptar la sociedad a la economía, no sólo renunciando a su deber de producir y proteger a la propiedad pública, sino también dejando a la economía campo abierto para todo tipo de privatización, que -fijaos- se nos proponen como algo inevitable, justo y conveniente para todos nosotros. Porque ya no somos nada sino "clientes", que es una forma de "cortesía" para decir que estamos con diligencia ocupados en la construcción de una pirámide para algún faraón oscuro y desconocido.

Entonces, ¿qué? Como concluir este debate de manera proactiva? Tal vez, la respuesta pueda estar en nuestra vida cotidiana, comenzando por la educación a la legalidad y a la bondad, como valores, esforzándose para seguir en un mundo que parece recompensar a aquellos que los descuidan. Además, hay que ir más allá de la opinión de que la única manera de expresar nuestra opinión es la elección de un producto en las estanterías de un supermercado: en cambio es absolutamente necesario participar activamente en cualquier tipo de iniciativa democrática, porque la democracia se vacía y se muere sin la participación. Es decir, volver a trasformarse de clientes a ciudadanos. Antes de que sea demasiado tarde...

Jumpi
Artículo original de L'Unidi

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