Mariano Rajoy ha ocupado las portadas del Financial Times en los últimos días. También le han dedicado algún que otro duro editorial. La reacción de la bolsa española ha sido la de desplomarse casi un 8% en tres días (aunque la situación parece haberse calmado algo). No está nada mal para un país cuyo objetivo era pasar desapercibido en la arena internacional con el fin de devolver la confianza a los mercados y reducir la prima de riesgo.
El comportamiento de muchos de nuestros representantes dista de ser ejemplar. De hecho no sé qué pensaréis vosotros, pero yo estoy consternado ante las revelaciones de los principales periódicos nacionales. Las prácticas que denuncian son propias del crimen organizado o de la mafia. A pesar de ello, sería ingenuo concluir que el resto de la sociedad somos las inocentes víctimas de una clase corrupta. Y es que es probable que en el fondo la culpa de lo que está sucediendo sea de todos y no sea de nadie a la vez. Puede que gran parte de la culpa sea de la debilidad del sistema, es decir, de las costumbres por todos aceptadas.
En este país defraudar a Hacienda es una práctica que parece no estar del todo mal vista, si no, no se entiende que muchos vayan alardeando por ahí de sus habilidades para eludir al Fisco. Cuando prácticamente un desconocido, por poner un ejemplo, te confiesa que no declara las plusvalías generadas en derivados porque Hacienda no lleva un control de los mismos, como sociedad tenemos un problema. No tanto por la práctica en sí misma, sino porque la confesión deja entrever que dicha práctica se considera admisible.
Otro ejemplo. Al llegar al Reino Unido una de las cosas que más sorprende al extranjero sureño es la manera de conducir de aquella gente. Por lo general, allí se respetan escrupulosamente las señales de tráfico y se observan puntillosamente las normas de circulación. Frenan inmediatamente cuando el semáforo cambia a ámbar, nunca exceden el límite de velocidad, y se detienen religiosamente al llegar a todos y cada uno de los pasos de peatones que se encuentran en su camino cuando un transeúnte se dispone a cruzar. Es probable que muchos británicos ignoren por completo dónde tienen el claxon. Además, cuando en Gran Bretaña te hacen luces, se trata de un acto de cortesía: es para cederte el paso.
Prácticamente compartimos el mismo código de circulación ¿pero acaso no somos capaces de emular su comportamiento al volante? Claro que lo somos. La prueba está en que, en los años que residió en el Reino Unido, tanto este humilde servidor como la inmensa mayoría de sus compatriotas allí afincados observaban escrupulosamente esas mismas normas de circulación. Toda una gesta si te has curtido en el asfalto del sur de los Pirineos. ¿Y de regreso a Celtiberia? Poco cuesta volver a adaptarse al clima y a las costumbres. Hace unas semanas me llegó la última multa de tráfico: por saltarme un semáforo en rojo. Algo impensable en mi etapa británica. En mi descargo diré que, según la multa, la infracción no entrañaba peligro alguno. Así pues, en Celtiberia en cuanto salimos de la autoescuela con el carné bajo el brazo, desaprendemos todo lo aprendido. A partir de ese momento tenemos carta blanca para conectar el piloto automático y apoltronarnos en el carril central en una vía de tres carriles. Los intermitentes también recuperan su uso original: hacer bonito. No sigo. Todos conocemos el sinfín de vicios de los que adolecemos. Es así como funciona el sistema que hemos creado entre todos.
De todas formas, conducir por el Reino Unido no es siempre una experiencia tan idílica. Esta semana, sin ir más lejos, el conocido político inglés Chris Huhne se ha declarado culpable de fingir que su esposa conducía su vehículo para así evitar perder todos los puntos de su carné por una multa por exceso de velocidad (conducía a 110 km/h en una zona de 80 km/h). En Celtiberia despacharíamos el caso echándonos unas risas en alguna tertulia televisiva y llamándole pardillo por haberse dejado pillar, y aquí paz y en el cielo gloria. En tierras de su graciosa majestad las cosas funcionan de otra manera. Aunque Huhne acaba de anunciar su dimisión como diputado del partido de los Demócratas Liberales, ya hace un año se vio forzado a abandonar su cargo de ministro de energía en el ejecutivo británico por el mismo asunto. El juez todavía ha de que dictar sentencia, pero el delito cometido por Huhne conlleva pena de prisión. La opinión pública británica parece estar de acuerdo con la proporcionalidad del castigo. Huhne ha incumplido las normas y ha mentido al respecto.
Si así se las gastan al otro lado del Canal de la Mancha, no es de extrañar que tanto el Financial Times como los inversores internacionales flipen en colores con nosotros. ¿Y cómo revertimos la situación? Habrá que preguntárselo a los sociólogos. Eso sí, para los que pasamos de cierta edad es complicado dejar atrás los malos hábitos. En lo que respecta a las malas prácticas al volante, resulta difícil proponer soluciones. ¿Y en cuanto a las faltas económicas? Si cumplir a rajatabla con nuestras obligaciones legales y económicas nos resulta inasumible, lo mínimo que podemos hacer es recurrir a la también proverbial hipocresía británica. Ocultar nuestros vicios y sobre todo dejar de alardear al respecto ayudará a que según qué prácticas parezcan menos aceptables. Visto lo visto, la hipocresía se nos da muy bien en la esfera pública, ahora solo nos falta hacerlo igual de bien en lo privado.
Feliz mes de febrero,
Óscar Ramírez
Llegint l'article d'aquest mes m'ha recordat un vídeo de com condueixen a la India. Jo vaig riure molt quan vaig veure aquest vídeo i a més vaig estar a la India en un viatge i és realment així.
ResponEliminaPerò el més fort és que m'he adonat que segurament els alemans o els britànics ens veuen així a nosaltres conduint la nostra economia.
Per cert el vídeo era aquest:
http://youtu.be/RjrEQaG5jPM
Estoy de acuerdo en gran parte...pero no en la totalidad.
ResponElimina1. es lamentable que el ciudadano de a pie defraude con impunidad y sin vergüenza. Pero es aún peor cuando lo hace un cargo público, ya que se aprovecha de la confianza depositada en él. Símil tontuno: es feo robar una gallina al vecino. Pero lo es más cuando el vecino marcha de vacaciones y te ha dejado las llaves para que le cuides la casa...y aprovechas para robarle una gallina.
2. Celtiberia, exceptuando "hotspots" como Valencia y Jerez, está claramente entre el 15-20% de los países del Mundo en los que mejor se conduce.
Por lo demás, suscribo que la imagen que están dando los chupópteros que nos gobiernan desde...(cuesta poner una fecha) es patética dentro y fuera de nuestras fronteras...
Totalmente de acuerdo contigo, Observador. Pero el artículo no entra a valorar si el ciudadano de a pie se comporta de mejor o peor manera que un político. De hecho al referirse a ellos en tanto que "mafia" o "crimen organizado" queda bastante clara la opinión del autor.
ResponEliminaPor otro lado que estemos entre los países del mundo donde mejor se conduce no quiere decir que conduzcamos bien. Simplemente eso, que aquí conducimos muy mal y en el resto del mundo, fatal.
Un saludo,
Òscar
Por hacerlo más parecido a la realidad, aún añadiría algo al símil del Observador: es feo robar una gallina, pero es más feo aún aprovechar que el vecino se ha ido de vacaciones y te ha dejado las llaves para robarle la mitad de las gallinas, vender el pienso de todo el año que tenía almacenado, cambiar la cerradura de la puerta y, encima, cuando vuelve de vacaciones, decirle que no, que no le has robado, que eso siempre ha estado así, que las llaves siempre han sido esas y que si no llegas a reducirle el gasto en gallinas, habría quebrado el gallinero. Y si protesta, siempre le puedes decir: "pues imagina si le hubieras dejado las llaves al vecino del otro lado...
ResponEliminaESO es lo que están haciendo.