Esta frase la he pronunciado varias veces en las últimas horas. Y es que ayer, corrí la Media Maratón de Santander. Y digo “correr” por que es el verbo al uso, y por ser optimista.
La primera, cuando a las 7 y pico de ayer domingo, suena el despertador. La segunda, tercera, y así hasta la trigésimo cuarta, entre 10 y 12 de la mañana… “corriendo” por la cuesta del Sardinero, por la recta de la Universidad… mientras me resentía del tendón del Aquiles a la vez que me dolía el meñique del pie izquierdo,… en tanto que pensaba que igual tenía que haber entrenado un poquito más, o no haber jugado al squash el miércoles…
De la 35ª a la 67ª vez que pensé esa frase fue en el resto del día de ayer. Al compartir una bolsa de hielo con mi amigo Luis durante la comida, al 5º y definitivo intento de “levantarme” de la silla después de comer, al quitarme la ampolla del pie derecho, al intentar encaramarme a la cama (de 50 cm de altura) por la noche.
Por último, y ya hasta la 135ª, he pensado la frasecita en cada escalón que he bajado al día de hoy.
Y alguno de vosotros pensará… ¿Y por qué corriste?
Pues os diré que esas 135 veces que he pensado esa frase, se han compensado con cientos de pensamientos positivos, cientos de gestos con mis compañeros de ruta, cientos de sensaciones físicas y mentales, cientos de sentimientos de complicidad con mis amigos con los que corrí y compartí mesa y mantel en comida de homenaje,…
Creo que sólo lo entenderá cualquiera que haya sufrido-disfrutado una carrera. Yo suelo empezar el último. Un poco por que no puedo permitirme el lujo de calentar corriendo por que luego ya empiezo cansado, un poco por que desmoraliza que te adelanten y sin embargo, te llena de energía adelantar a otro.
Y ayer así lo hice. Empecé el último. Y allí iba yo en mi remontada espectacular. Había adelantado a un millar de personas (en realidad, 8 gorditos como yo) cuando decidí entrar al baño de la recepción de mi hotel, que se encontraba en el recorrido. Pensé que, ya que lo había pagado, había que aprovecharlo. Vuelta a la cola. Con el coche escoba pisándome los talones. Y ya, otra remontada, esta vez sin apretones. Y durante kilómetros y kilómetros, sufriendo con compañeros de esfuerzo, animándonos los unos a los otros, empujados por decenas de personas que se pasan la mañana aplaudiendo a miles de “piraos”. Y así, pensando en mil cosas, demostrándote a ti mismo que puedes con todo, que si bien no estás preparado, tiras de pundonor y de entrega, y que puedes llegar a hacer lo que te propongas. Y así… hasta el Paseo de Pereda, a donde ya han llegado casi todos. Ha pasado tanto tiempo para algunos, que parece que no están ni cansados.
Pero ya volviendo andando hacia el hotel, te vas cruzando con los pocos a los que has adelantado, y ves caras de alegría, de satisfacción, de orgullo, de compañerismo. Y un chico y una chica que llegan de la mano, mirándose con ternura y cariño. Y un señor cojo que se demuestra a sí mismo, que el discapacitado no es el que tiene menos capacidad sino el que no se pone retos ni se atreve con nada.
Y así hasta 4.000 personas que pasamos por esa meta. Todos ganamos, todos nos demostramos de lo que éramos capaces de hacer, todos nos hicimos fotos con nuestros amigos, todos nos fuimos a comer con los nuestros para celebrarlo, todos disfrutamos de una fiesta del deporte… y todos estaremos hoy, entre retortijón y calambre, pensando en cual será la próxima, y pensando en qué amigo nuestro podrá sentirse atraído por esta locura colectiva que te engancha, no sabes cómo, y que no puedes dejar.
¿Os apuntáis a la próxima?
alberto, la próxima los 10K dels bombers de barcelona. segur que gaudiras mes encara.
ResponEliminanabrazo
jose