Invariablemente cada vez que un medio anglosajón ha publicado una noticia negativa sobre la situación en España, ya fuese durante la etapa de vacas gordas, flacas, con un gobierno u otro, un ejército de opinadores patrios se les lanza a la yugular: Nos tienen manía. Cuando muchos analistas, extraños o propios, advertían del descabellado crecimiento del crédito (durante una época, más elevado que en China) y de las burbujas que se estaban formando en nuestro país, la respuesta más socorrida en las tertulias volvía a ser “nos tienen manía”. Ojalá esa hubiera sido la verdadera razón. De ser así, seguramente no estaríamos tan mal.
Pero a quien de verdad le tiene manía la prensa anglosajona es al político italiano Silvio Berlusconi. Desde que en 2001 The Economist le dedicase un artículo en que le declaraban no apto para gobernar Italia, el semanario no ha escondido en ningún momento la animadversión que siente por Berlusconi (y este no ha dejado de interponer demandas por difamación, que ha ido perdiendo religiosamente). En sus portadas le han venido criticando por sus orgías y por sus tejemanejes financieros, pero si hay algo que no le perdonan es haber hundido al país en pos del beneficio propio. Mientras estuvo en el poder, solo Zimbabue y Libia crecieron menos que Italia. Pero también hay que reconocerle dos cosas al personaje. Por un lado su perseverancia: ahí está, vuelta a las andadas después de que Angela Merkel se lo quitase de en medio con una maniobra dudosamente democrática (independientemente de que la medida repercutiese en beneficio de Italia); y por el otro, su carisma: a pesar de todo, un 30% de los votantes quiere que este hombre rija el destino de su país.
Y si en The Economist no ocultan la tirria que sienten por el pájaro italiano (“payaso” y “payasada” son los términos a los que más recurren los redactores del semanario británico para referirse a él y a sus políticas), tampoco esconden la admiración que le profesan a los países escandinavos gracias a las políticas económicas que han venido poniendo en marcha en los últimos tiempos. Explica The Economist en un reciente reportaje que una región que ha estado a punto de implosionar por culpa del enorme peso del estado ha sabido adaptarse para sobrevivir. Los países nórdicos han reducido el papel del estado en la economía, además de su deuda pública, y han apostado por el emprendimiento, manteniendo a su vez un envidiable estado del bienestar. En Finlandia, por ejemplo, han promovido las condiciones propicias que han dado pie a empresas como Rovio, creador de Angry Birds: un juego para tabletas en el que hay que tratar de asesinar a sangre fría a un puñado de cerdos, lanzándoles pájaros cabreaos con un tirachinas. Hay que ser muy friki y haberse fumado algo para elucubrar semejante argumento. Pero es un juego sencillo (sólo se necesita un dedo para jugar) y que engancha. La empresa cuenta con 500 empleados y una facturación de 100 millones de dólares.
Pero en Celtiberia somos más del rollo Emilio Duró, el simpático conferenciante y animador de Lleida. Duró explica a sus audiencias que la mayoría de nosotros somos más bien de perfil medio-tonto, y que por tanto lo mejor que podemos hacer es ser realistas y no ponernos a innovar. De lo contrario el batacazo puede ser de órdago. Dadas nuestras limitaciones, según Duró, mejor que nos dediquemos a coger papel y bolígrafo y que nos pongamos a copiar a aquellos que de verdad saben. “Copia, no innoves”, es su lema: si bien es cierto que esta estrategia evitará muchas frustraciones a nivel personal (y los hay que somos fervientes seguidores de la misma), no parece la más óptima para sacar a seis millones de personas del paro cuando la demanda interna continúa en caída libre.
Feliz mes de marzo,
Óscar Ramírez
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