imaginé objetos inexistentes: sus colores
y junto a sus imágenes,
a los seres que les dieron forma,
sus ojos y sus bocas,
se me aparecieron antes que los seres mismos
bañados en sudor o agua de lluvia,
a veces descalzos.
Pero todo ello hizo de mi ausencia
un hilo aún mas vehemente y sin memoria,
prohibió de mi, lugares y rincones
me apabulló con su llanto, vacío.
Tanto tiempo estuve ausente,
que mi nombre se confundió entre las cifras de a diario.
Hoy me encontrarías ilegible, entre papeles ajados
en el bosquejo silencioso de lo no dicho
o en el fondo de una nave en llamas
que sin bitácora se hunde
en las aguas verde azules
de un mar por descubrir,
de un mar donde las arenas tiemblan
porque la creación aún no se ha olvidado.
Tanto tiempo he estado ausente,
tanto, que han caído las persianas invisibles de mis sombras
y ya no dejan ver la luz oscura de los cuatro pasos
que por lejanos aún resuenan
en escaleras cercanas a habitaciones,
a cunas de porfiados sueños,
pasos una vez entreverados,
confundidos en el pasado:
en la suavidad de un río, entre aguas de efemérides
hacia ese mismo mar de mi hundimiento,
el mar de olvido en que todos naufragamos.
Tanto tiempo he estado ausente
que mi materia ya se me hace breve.
Sebastián Blanco
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