Gafado - Memorias de un miope (I)

Algún publicista imbécil se ha debido pensar que llevar gafas es un don del cielo, por lo visto en cierto anuncio en el que al parecer es muy común que las chicas guapas te digan lo interesante que pareces al llevarlas. Sorprende ver cómo ciertas leyendas urbanas siguen al parecer en vigor...…

Claro, la susodicha chica no lleva gafas, ya que se está interpretando el papel de guapa. No llega sin embargo al nivel de cinismo de esos anuncios de gafas que tienen en las tiendas de óptica: unas modelos esculturales con cristales graduados a cero dioptrías, ojazos azules, una chica tremenda que también sin gafas, con más ropa y menos aceite sería preciosa. Ídem caballeros, digo yo. Pero claro, dale a una chica normal (incluso a la del anuncio) unas lupazas de 8 dioptrías y veremos si tiene el mismo efecto.

Porque tener un defecto en la visión es una faena, y las gafas NO GUSTAN. Y además, son un coñazo. Observen con atención las enormes precauciones que han de guardar dos personas con gafas que son presentadas y pretenden darse dos besos. O tumbas la cabeza o el impacto gafa contra gafa será inevitable. Una maravillosa sensación, el golpecito, que tiende a romper el hielo y a que esas dos personas se caigan muy bien al instante. Se trata de un fenómeno casi tan agradable como cuando al entrar en un bar o casa en invierno se empañan los cristales hasta parecer de plomo mientras la gente que te esperaba, que te ha visto entrar, te asalta a preguntas y comentarios que no puedes siquiera escuchar, tan pendiente estás de recuperar alguna referencia. Porque sí, hay una sinestesia probada y demostrada: se oye fatal cuando no llevas las gafas puestas (o están empañadas)…te hablan pero dices – espera un momento – te las pones (o desempañas) y ahora ya sí te pueden contar lo que sea…

Las carreteras de la isla de La Palma

Han contribuido a la mala percepción social de las gafas el comportamiento de ciertos individuos que las llevan: por un lado, los que se empeñan en mirarte por encima del cristal, dándote toda la sensación de que te están psicoanalizando o simplemente te hacen ver claramente que tú y tus problemas les importáis poco o nada. Por supuesto, son aún peores los que te miran por debajo del cristal, conducta psicopática indudable…Tampoco se hacen agradables los sujetos que están continuamente subiéndose las gafas, limpiándose los cristales mientras ponen ojos de topillo o aquellos que gustan de mordisquear las patillas.
El drama comienza de crío, con esas gafotas que había en los 80 como única opción (o las rojas o las azules, pero el mismo modelo a la sazón), en las cuales te recomendaban utilizar “cristales de plástico”, que no se rompen si se caen. De acuerdo, no se rompen, pero de hecho SE CAEN (sí, los cristales). Estaban tan mal encajados que con cualquier balonazo o golpe, situación frecuentísima, saltaban las gafas en una dirección y cada uno de sus cristales, o ambos, en otras...siempre había gente dispuesta a colaborar, con mayor o menor tendencia a pisar los cristales que estaban buscando.

Según vas creciendo, vas disfrutando de otras experiencias que perlan de satisfacción tu vida, incluyendo algunas acaecidas en circunstancias extremas: por ejemplo, al ducharte en unos baños públicos (campings, campamentos, albergues, etc) de nivel especialmente infecto: o te duchas con las gafas puestas (que es entre incómodo y muy incómodo) o bien cualquier movimiento, sombra o roce cerca de tus pies te parecerá indudablemente un sapazo, un alacrán o cualquier otra horrible bestia. También en la playa te da un poco de pena no estar del todo ciego, ya que la alternativa a bañarte con gafas (pareciendo un tarado y espantando a cuanto humanoide se cruza contigo) es dejarlas en algún sitio “seguro”, siempre entre comillas (evitar toalla, que es donde siempre se suelen dejar) y al salir del agua vas buscando tu sitio con los ojos entrecerrados (sí, claro, enseñando los dientes de arriba) buscando referencias que te ayuden a encontrar tu toalla; sorprende vislumbrar cómo en esos casos la mitad de la gente de la playa debe estar haciendo aspavientos a sus seres queridos, porque aparentemente todos intentan llamarte la atención, mientras que la otra mitad ha dispuesto hábilmente cientos de toallas del mismo color que la tuya… En general, es preferible evitar cualquier entorno vagamente acuático, sobre todo cuando hay implícito un mínimo de movimiento: la limitación para practicar deportes como barranquismo (infausto recuerdo), rafting, waterpolo o natación (miren lo recto que nada la gente y apuesten sobre las dioptrías que gastan) explican en parte la elevada correlación entre los gafotas y los adictos a los videojuegos / libros / cómics / rol…

Con cada cambio de gafas y/o de graduación, vienen nuevas y renovadas dudas...te cambian todos los ángulos de una manera tan intensa que crees que nunca te acostumbrarás a ese vaivén y a ese vértigo contumaz, dudas si realmente esos cristales son los tuyos o incluso si no los habrán montado al revés, con la parte externa hacia adentro...

Otros grandes momentos que te reporta el llevar gafas están relacionados con la interacción con la fauna y la flora: las moscas SIEMPRE encuentran el espacio entre el cristal y el ojo. Para entrar, claro, salir les cuesta bastante más. También las acículas de pinos, el chorrazo de zumo de limón o la pulpa de lima del gin-tonic sabrán alcanzar el ángulo preciso y la parábola áurea que les permite sortear milagrosamente el cristal y la montura y acceder al ojo.

Pruebe a ponerse un casco (de moto, por ejemplo) con las gafas puestas. Lo mejor que le puede pasar es que simplemente se modifique considerablemente el ángulo de los cristales, viéndolo todo bastante distorsionado y deforme; cuando se ve, claro, porque el empañamiento es la situación predominante; lo peor, la pérdida de las orejas por el estrangulamiento entre la patilla y el casco. ¿A nadie se le ha ocurrido hacer un casco con unas ranuras por las que pasar la patilla? ¿O un casco con visera graduada?

También se convierte en una odisea cosas que para el resto de mortales deben ser meros trámites: prueben a ir a un peluquero dubitativo de ésos que te consultan absolutamente todo. Cada pregunta (¿más largo el flequillo? ¿te cuadro la nuca? ¿te marco el cuello?) implicará una pausa, sacar los brazos por debajo de esa bata que te dan (llenándote las manos de pelos), ponerte las gafas, dar el visto bueno (a veces ya es tarde y te limitas a encogerte de hombros y desear que quede poco) y aguantar el tipo hasta la próxima pregunta...por otro lado, te importa más bien poco si te dejan el cuello marcado (al menos desde que sabes que no se refiere a hacerte un chupetón) o la nuca cuadrada, total, no vas a volver a a ver esa zona hasta que vuelvas a ir al peluquero...cuestión paralela: ¿alguien, incluso los no miopes, es capaz de ver cómo le han dejado la nuca, cuando el peluquero no para de mover el espejo, que por cierto suele ser de tamaño mínimo?

El próximo mes seguiremos repasando momentos inolvidables de la vida con gafas, eso sí, con algunos puntos para la esperanza y algunas situaciones (las menos) en las que llevar gafas puede ser incluso interesante...

El observador

La cita:

También en el ajedrez y en el amor hay esos instantes en que la niebla se triza y es entonces que se cumplen las jugadas o los actos que un segundo antes hubieran sido inconcebibles.

Fred Uhlman, Reencuentro

El enlace:

Una excelente fuente de sabiduría:http://www.wtf.microsiervos.com/

¿Quién se acuerda de…

...Napster?

Fue la primera gran página de intercambio de archivos, publicada en 1999 y cerrada en 2001…un año y medio en el cual puso la primera piedra para todo lo que ha venido después…por Aquí aún andábamos en pañales con eso de Internet, principalmente con acceso a través de la línea telefónica, de manera que el teléfono dejaba de funcionar si estabas en Internet…

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