A nuestra absoluta incapacidad para predecir el futuro económico cabe añadirle ese innato talento humano: el optimismo, sobre todo en lo que respecta a nuestras propias habilidades. Unos ejemplos ilustrativos: En un conocido estudio realizado en Suecia, el 90% de los encuestados afirmaron que eran mejores conductores que la media; según otro estudio que cita el periodista económico Jason Zweig, el 74% de los inversores americanos entrevistados están convencidos de que los fondos de inversión que tienen suscritos van a comportarse mejor que la bolsa americana en general (cuando lo cierto y constatado es que la inmensa mayoría de fondos lo hacen peor que el mercado); por último, Zweig da cuenta del no va más del optimismo cristiano: el 64% de los estadounidenses creen que cuando mueran irán al cielo. Solo el 0,5% esperan ir al infierno.
Una de las conclusiones de Zweig es que al evaluarnos a nosotros mismos no hacemos más que autoengañarnos. Pero lo cierto es que ese exceso de confianza en nuestras propias habilidades mueve el mundo. Creernos los putos amos, como diría un monstruo de los banquillos, nos permite emprender proyectos, asumir riesgos y afrontar todo tipo de retos de los que, si fuésemos más realistas, desistiríamos a las primeras de cambio. De hecho, según los expertos solo hay un grupo de personas que recurrentemente no creen estar por encima de la media, que son más realistas que los demás: los que padecen depresión clínica. Estos analizan sus propias habilidades de forma más objetiva que el resto de los mortales. De ahí su tendencia a la tristeza.
En estos tiempos turbulentos, los oteadores de los mercados no se ponen de acuerdo. Jeremy Siegel opina que las acciones americanas están en su justiprecio o incluso baratas. Robert Shiller cree que sufren una sobrevaloración de más del 60%. El Financial Times da cuenta del debate entre los dos académicos estadounidenses mediante un ameno póster pugilístico: “Toro Salvaje Siegel” (el optimista) versus “Shiller el Oso” (el alicaído). Siegel tiene a su favor que el sistema de inversión que defiende, el de “comprar y mantener” (o “buy and hold” en inglés), ha funcionado bastante bien en el largo plazo. Shiller, por su parte, puede alardear de haber denunciado acertadamente tanto la sobrevaloración bursátil de finales de los años 90, como la sobrevaloración del mercado inmobiliario de mediados de la década del 2000, y de haber anticipado el posterior hundimiento de sendos mercados. El tiempo determinará si lo de Siegel no es más que un arrebato de desbocado optimismo asimilable al de los que están convencidos de haberse ganado un lugar junto al Todopoderoso o si lo de Shiller se limita a un caso de descarnado pesimismo, más propio de ese puñado de piezas yanquis con butaca reservada en el averno.
Ja veig que no hi ha ni idea que està passant ni de que passarà. La meva opinió és que estem fatal però igual que un malalt en un hospital millor una mica de placebo i estar optimistes perquè sinó segur que no ens en sortim.
ResponEliminaSalut i Criteri