El viaje se iniciará normalmente en un avión, en el cual se observará a no pocos japoneses con una mascarilla de cirujano; el principal motivo aducido es el miedo atroz que despierta en ellos la posibilidad de respirar microbios que emitirá el pasaje, frecuentado por (siempre temibles) extranjeros. También serán reconocibles por ser capaces de dormir durante absolutamente todo el trayecto, independientemente del momento en el que se haga el viaje, y por no levantarse ni para estirar las piernas. De hecho suele ser más común verlos haciendo encogimientos (una especie de compresiones de las extremidades) que estiramientos…
En la espera del equipaje facturado se descubre otra particularidad notable: resulta que la línea pintada en el suelo a un metro de las cintas transportadoras de maletas tiene una función: hacer que la gente espere sin agolparse. La sorpresa es completa cuando se aprecia una notable marabunta de viajeros cansados esperando recoger la maleta para irse a casa, aguantando estoicamente tras la línea, sin rozarla siquiera con las suelas.
La cosa continúa de dos posibles maneras:
- en un taxi conducido por un señor muy educado con gorra y guantes blancos y toda la tapicería del coche cubierta por mantelillos de ganchillo blanco; las puertas de los taxis se abren automáticamente, y han debido romper más de una mano impaciente…
- en un metro, donde la cosa es aún más auténtica: los japoneses que consigan sentarse caerán dormidos de manera casi instantánea, mientras que los que permanecen de pie se dedicarán exclusivamente a manipular sus móviles o a leer tebeos de manga; independientemente de la edad o sexo del sujeto, siempre hay sitio para el manga y para el móvil.
Otros momentos inolvidables del metro pueden observarse en las estaciones más concurridas de las grandes ciudades en las que existen unos trabajadores (conocidos como “empujadores”) armados con guantes cuya función es precisamente comprimir el enjambre que intenta acceder al vagón, para conseguir que entren unos cuantos más…
Si se opta por caminar por las abarrotadas aceras uno se llega a dar cuenta de que Japón es, por extraño que parezca, el sitio perfecto en el que esconderse, paraíso de fugitivos. Nadie te verá. Por mucha gente que haya en la calle, nadie mira a la cara (es una falta de respeto e incluso vagamente ofensivo) así que uno puede pasar desapercibido mientras se cruza con miles de personas. Otro momento interesante es la prevención de conflictos: si caminas recto, sin desviarte, podrás observar cómo la densísima muchedumbre se va separando cual mar bíblico (habrá quien se lo crea) mágicamente, sin siquiera rozarte; todos encuentran la manera de cruzarse contigo evitando el más mínimo contacto. El caso más extremo ocurre cuando dos ciclistas están a punto de chocarse. No se espere ver aspavientos, voces destempladas, gritos, puños al viento…los ciclistas que han estado a punto de colisionar e irse al suelo se detienen uno junto al otro (ahí ya te esperas lo peor) y muy se hacen una solemne reverencia mutua, para a continuación continuar cada uno por su camino…de los espectáculos más grotescos que la Naturaleza puede ofrecer…
Respecto a cómo comunicarse con los locales en Japón: hay algunos factores que hacen que el turista occidental pueda llegar a desesperar en el intento de comunicarse:
- los japoneses son increíblemente tímidos
- uno de sus mayores miedos es no ser capaces de ayudar a alguien (incluso a un desconocido total) que recurre a ellos; por tanto, suelen utilizar una estrategia consistente en evitar sentarse cerca de los turistas en los transportes públicos, por si acaso les llegaras a preguntar algo y no fueran capaces de poder ayudarte. Una de las peores cosas que le puede pasar a un japonés es enfrentarse a una situación que no esperaba; se atascan, se ponen nerviosos y no reaccionan.
- no saben leer y orientarse en un mapa. Tampoco ayuda el hecho de que los mapas allí tienen el norte en cualquier dirección aleatoria, de manera que incluso los avezados cartógrafos tienen sus dificultades...
- ¿es el inglés una solución? Definitivamente NO. Aunque encuentres un japonés con un nivel aceptable de inglés hablado (que los hay en un porcentaje similar al patrio, es decir, difícil pero no imposible) es prácticamente seguro que va ser incapaz de entender cualquier acento que no sea el japonés. Explicación: el japonés se basa en sílabas, no en letras sueltas. Las sílabas son o bien una vocal o bien una consonante seguida de vocal. Conclusión: que una palabra acabada en consonante, o simplemente dos consonantes seguidas suponen una barrera infranqueable para un japonés, tanto para pronunciar como para entender.
Conociendo estas particularidades, es posible (que no seguro) hacerse entender hablando un sorprendente inglés de lo más creativo, consistente en ir intercalando vocales entre cada pareja de consonantes. Ejemplo: “ice cream” (“aiscrim”) no te lo entienden ni te lo entenderán nunca. En cambio, con “aisucurimu” tus posibilidades se multiplican exponencialmente. Por supuesto, este pretendido acento japonés no garantiza nada, siendo muy fácil (unos minutos) llegar a esa situación en la cual comienzas a acostumbrarte a hablar esa curiosa sub-variante del pseudo-sub-inglés caracterizada por ese sonido arrastrado tan peculiar y que se asemeja a como crees que debe sonar alguna lengua arcaica extinta siglos ha: “¿ato wato taimu dasu de turainu deparuturo?”. Este nuevo y portentoso idioma que crees dominar a la perfección después de escasos intentos puede conducir a un nivel de arrastre de vocales y deformación tal que suene más a japonés que a inglés, de manera que directamente el local no sepa si hablas un mal inglés o si estás intentando soltarte en su idioma. En ese punto en el que has intentado decir la frase en inglés con todas las combinaciones posibles de vocales añadidas que la imaginación te permite, sin éxito y en volumen creciente (todos sabemos que, si alguien no entiende algo, hay que hablar más despacio y más alto), es cuando comienzas a mirar alrededor con la esperanza de que no haya nadie que sepa inglés de verdad asistiendo a tal exhibición lingüística.
¿Es el lenguaje de signos, recurso frecuente y recurrente para el ingenioso íbero viajero, una solución? Definitivamente, no siempre. No están acostumbrados a semejantes alardes, y de hecho se sorprenden al ver que son capaces de entender (no sin esfuerzo) lo que el extraño les explica o pregunta mediante gestos ostentosos, un lenguaje totalmente desconocido para ellos. Eso sí, no esperes que se animen a gesticular mínimamente ellos también; esa frontera no la rebasan...se limitarán a describirte muy educadamente (invariablemente en japonés) la ruta óptima, pero no moverán un brazo para hacer más comprensible la explicación. La cosa consiste en que el íbero continúe gesticulando hasta ver al tipo hacer algo parecido a un gesto afirmativo, visiblemente aliviado...
Tampoco va mal alguna libreta en la que apuntar (o en la que te apunten) lo que necesitas…no son tan malos con el inglés escrito…
Pese a todas estas complicaciones, cabe decir que los japoneses son tan atentos y educados que, de alguna manera, casi siempre consiguen ayudarte (si hace falta, te acompañan a donde haga falta) o incluso buscan a alguien que te pueda ayudar…
Conclusión: que no saber inglés no es un impedimento para ir a Japón, ya que tampoco te sirve de demasiado allí.
El próximo mes haremos una pausa de este monográfico para analizar un asunto sumamente escabroso: la década tonta.
El observador
El enlace:
Pura ciencia…
http://www.terra.es/personal7/marron00/doc.htm
La anécdota de ascensor: los nombres de los días de entre semana en las lenguas latinas tienen su origen en el firmamento: lunes es el día de la Luna, martes el de Marte, miércoles de Mercurio, jueves de Júpiter, viernes de Venus. En cambio, las lenguas germánicas (incluyendo el anglosajón) se dedicaron más a las divinidades nórdicas: Tuesday viene de Tyr (dios de la guerra), Wednesday viene de Odín, Thursday viene de Thor, Friday viene de la diosa del amor, Freyja. Lo más curioso es la coincidencia de las funciones de los dioses de ambos orígenes: por ejemplo, Marte, al igual que Tyr, se asocia a la guerra, al igual que Venus se asocia al amor. En fin, que pese a ser del todo distinto, viene a ser lo mismo.
¿Qué fue de…
…los aerolitos?
Durante los años 2000 y 2001 cayeron incesantemente bloques de hielo sobre nuestra geografía, lo cual alertó sobremanera a apocalípticos, gafes y supersticiosos. Varios años después, parece que la cosa se ha calmado…
bonissim!
ResponEliminaEspero que hi hagi tema per arribar a un Cuaderno de notas aleatorias sobre Japón (XX)
ResponEliminaM'encanta !
Molt divertida la teva descripció. Es un plaer coneixer un pais tan llunya a traves dels ulls d'un viatger curios i amb sentit del humor.
ResponEliminaEt seguim amb deler !