Diarrea ibérica

Primero fueron los pigs, acrónimo acuñado por un analista de Citigroup para referirse a los países periféricos (P de Portugal, I de Italia e Irlanda, G de Grecia y S de Spain), cuya traducción todos conocemos: cerdos. Después llegaría Grexit, vocablo derivado de la combinación de Grecia y exit, a saber, salida de Grecia (se entiende, cómo no, que del euro). Ahora, además, nos obsequian con un par de términos exclusivamente acuñados para nosotros. La semana pasada los mercados mundiales vivieron verdaderos episodios de pavor provocados por nuestra querida España (como suele referirse a Celtiberia un conocido analista patrio). Así pues, ¿cómo han bautizado estos episodios de pavor algunos analistas anglosajones? Spanic (de Spain y panic). Si Grecia cuenta ya con un término para hablar de su salida, España no le puede ir a la zaga, han debido pensar los simpáticos analistas de la City londinense. Y es que el premio a la originalidad se lo ha de llevar Squit (de la fusión de Spain y quit (abandonar)), es decir, “salida de España”. Aparte del significado literal, el palabro de marras tiene dos acepciones nada halagadoras. La primera la podríamos traducir como “piltrafilla”, la segunda podría ser algo así como “diarrea” (de la expresión coloquial to have the squits o cagarse por la pata abajo, con perdón). Festival del humor, si no fuera por lo dramático de nuestra situación.



Si los inversores internacionales sufrieron un ataque de Spanic la semana pasada, los ahorradores patrios no fueron menos, a juzgar por el número de llamadas y correos electrónicos que he recibido en los últimos días.

“¿Qué hago con mi dinero?” es la frase que más se escucha. La primera pregunta que uno debe formularse es si la piltrafa del sur de los Pirineos acabará saliendo del euro cagando leches o no. Lo bueno del caso es que como con el partido del domingo, todo el mundo se ha formado su propia opinión al respecto y todas las opiniones son igualmente válidas. Para los que necesiten alguna pista, Niall Ferguson, profesor de economía de Harvard, argumentaba recientemente que de ninguna manera, que las consecuencias serían tan catastróficas que hacen impensable una ruptura del euro. Por otro lado, Michael Pettis, profesor de finanzas en la Universidad de Peking, también argumentaba hace poco que la situación de España (junto a los países periféricos) es insostenible y que acabará saliendo del euro porque permanecer en la moneda única sería aún más catastrófico (salvo que intermedie un milagro o una improbable bajada de pantalones por parte de los alemanes). Para gustos, los colores.


Los que piensan que no abandonaremos el euro y que el sistema financiero español (y europeo) resistirá la embestida lo tienen fácil. Solo tienen que dejar el dinero en un depósito bancario y la magia de la deflación hará que poco a poco, año tras año, sin hacer absolutamente nada, estirados a la sombra de un pino, su patrimonio haya aumentado en términos reales, es decir, que subiría su poder adquisitivo cortesía de la bajada de precios a nuestro alrededor (véase también el punto 5 más abajo)


Pero los que escuchen las palabras de Pettis y piensen que es posible que su visión pesimista se acabe cumpliendo tienen más trabajo por delante. Ahí van algunas breves ideas por si os pueden ayudar en momentos inciertos o de descomposición intestinal:

1. Quien crea que es posible que España salga del euro (o que el euro se desintegre), la primera opción que tiene ante sí es la de llevarse parte de su patrimonio al extranjero, y se una así los casi 100.000 millones de euros que han salido de España en el primer trimestre del año (cuando, recordemos, los mercados gozaban de relativa calma y la sólida Bankia no había sido ni intervenida ni rescatada). En Suiza y el Reino Unido abrir una cuenta corriente y de valores como no residente (siempre y cuando se cuente con un importe mínimo) es relativamente sencillo. Desconozco cómo funciona la operativa en Alemania, pero hace poco alguien apuntaba que es posible que, de darse una desintegración del euro, los diferentes países miembros lleguen a un acuerdo para que se repatríen los depósitos de los no residentes; es decir, que podría darse el caso de que un residente en España abra un depósito en Alemania y que llegado el momento le devuelvan el depósito a España convirtiéndolo forzosamente a la nueva moneda.

2. También para los que teman una ruptura del euro, incrementar un poco el efectivo que tienen habitualmente puede ser buena idea, no solo en euros sino también en divisa. Ojo con los cacos.

3. Otra opción a considerar es la del oro. Dadas las circunstancias el oro tiene el potencial de comportarse bien si el euro se desintegra, ya que el caos cambiario inicial sería extraordinario. Su condición de pseudomoneda lo hace especialmente atractivo para países de economías frágiles, que pueden sufrir una devaluación al abandonar la moneda única. Pero el oro también puede comportarse bien si la solución pasa por inyecciones monetarias, monetización de la deuda o creación de inflación por parte de los estados y bancos centrales. De hecho el precio del oro en los últimos tiempos se ha meneado al son de las declaraciones de intención de la Reserva Federal (banco central estadounidense). ¿Por qué sirve el oro de refugio?, se preguntará el lector más despierto. Como diría Ben Bernanke, presidente de la propia Reserva Federal, por su escasez y por tradición. Obviamente también podría darse el caso de que si la situación se solucionase sin recurrir a las inyecciones, el oro pierda parte de las subidas de las que ha gozado en los últimos años; pero dadas las circunstancias parece una apuesta interesante, como con todo, con mesura. Fundamentalmente hay dos formas de invertir en oro: 1) la financiera, es decir, vía fondos de inversión (que compran el metal directamente) o acciones (de empresas mineras, por ejemplo) y 2) la compra de oro físico (otra vez, ojo con los cacos). Esta es más apta para los que se temen un desastre tal que el oro pueda llegar a servir efectivamente como moneda de cambio.

4. Los inmuebles pueden parecer una opción atractiva, no en vano ya se han desplomado más de un 40% en términos reales. El problema es que los fundamentales del mercado inmobiliario residencial son nefastos. Si los comparamos con los ingresos familiares, para volver a una media aceptable nacional e internacionalmente, los precios tendrían que bajar más de un 30% adicional. Además, comprar antes de una posible salida del euro y devaluación no ayudaría a preservar el patrimonio ya que de entrada nos comeríamos otro 30%, 40% o 50% de caída extra en términos de poder adquisitivo internacional. Para los que semejante caída les parece excesiva, vale la pena recordar a modo de ejemplo que más de dos décadas después de alcanzar su punto álgido, los inmuebles japoneses están un 70% por debajo de aquellos máximos. Ahora bien, para los más atrevidos, adquirir ahora un inmueble a precio de derribo podría ser buena opción si la adquisición se puede llevar a cabo en gran parte financiada por una hipoteca (siempre y cuando le propongan a uno condiciones hipotecarias medio decentes). La razón es simple: igual que el valor de los activos se depreciará por efecto de la devaluación o inflación, el valor de la deuda menguará también gracias a los mismos factores. Una aclaración: No conviene medir el precio de derribo mirando al pasado, sino hacia el futuro. No hay que dejarse influir por la caída de precios hasta el momento sino que habría que fijarse, por ejemplo, en las rentabilidades futuras. Una rentabilidad anual por alquiler de entre el 7-8% en el mercado inmobiliario residencial de una gran ciudad bien podría cumplir esa condición.

5. ¿Y la renta fija (los bonos)? Los ahorradores a los que como en el primer punto no les preocupa la salida del euro, podrían además, sacarle un enorme plus de rentabilidad a sus ahorros comprando bonos del estado español. El bono a diez años rinde sobre el 6,5%. Siempre y cuando crean en la solvencia del Estado español. Obviamente los grandes inversores extranjeros (y patrios) no parecen compartir tal optimismo, ya que prefieren llevarse el dinero a Suiza, donde las letras a tres meses pagan un -0.62%, es decir, que por el privilegio de prestarle dinero al estado suizo los inversores están pagando dinero. También prefieren dejárselo al estado alemán. A dos años los bonos del estado de Merkel pagan nada más y nada menos que un 0%; bueno, nada menos no, porque si a ello le sumamos los costes de la transacción y la inflación, acabaremos con rendimientos más que negativos. Las rentabilidades de los bonos de los estados “seguros” están en mínimos históricos (lo que implica que los precios están por las nubes): según explica un mail que circula por ahí, el rendimiento del bono del Tesoro estadounidense a diez años está en mínimos de dos siglos (marcado en noviembre de 1945) y el del Tesoro holandés en mínimos de ¡cinco siglos! Que los inversores estén dispuestos a aceptar rentabilidades negativas solo se entiende si o bien esperan deflación o bien esperan la desintegración del euro, ya que en este último caso la idea es que el gobierno teutón les devolverá su dinero en un fortalecido marco alemán.

6. Renta variable (acciones). Paradójicamente una de las opciones más prudentes es la de invertir en renta variable. En el peor de los casos, es probable que a medio plazo las acciones ayuden a amortiguar el golpe del desmoronamiento de la moneda única, y si, por otro lado, la cosa no llega a mayores también es probable que arrojen interesantes rendimientos. De darse el peor de los augurios(la ruptura del euro) en un inicio todos los activos se desplomarían por el pánico vendedor que se apoderaría de los inversores, pero tras el caos y las incertidumbres iniciales, una empresa que venda, por ejemplo, hamburguesas o smartphones o ropa a nivel mundial, en mercados maduros y en mercados emergentes, lo continuará haciendo una vez pase la tormenta (que sin lugar a dudas en algún momento pasará), siempre y cuando no quiebre. De ahí que sea importante invertir en multinacionales con ventas diversificadas y con un nivel de endeudamiento controlado. Además, invertir en renta variable en estos momentos tiene otra virtud: hay empresas, sobre todo europeas, que cotizan a precio de derribo y de no romperse la moneda única es probable que vendan cada vez más y que los inversores lo reconozcan en algún momento. La inversión en renta variable se puede realizar tanto directamente en valores como vía fondos de inversión.

Lo más prudente seguramente sea diversificar y combinar los activos enumerados en función de las necesidades y aversión al riesgo de cado uno. Eso sí, es de vital importancia mantener la calma, no tanto porque ese sea nuestro deber como ciudadanos responsables, sino porque el pánico es el peor consejero a la hora de tomar las decisiones de inversión y desinversión. Planificar las inversiones de antemano y decidir ahora, de forma sosegada, qué haríamos si sucede tal o cual evento es un ejercicio fundamental.

Óscar Ramírez

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