Hace unos años asistí a la boda de un compañero de profesión. Lo más reseñable del enlace fue que, mientras aguardábamos a la novia, el hilo musical nos amenizaba con las notas del tema principal de la banda sonora de El Padrino. La melodía se repetía una y otra vez, en un bucle eterno. El novio acabó por confesar en privado que la canción era un guiño a unos familiares que vivían en Nueva York y que tenían lazos con la mafia de dicha ciudad. Los familiares en cuestión eran pastaditos a esos que salen en las películas de Robert de Niro y Al Pacino. Y un servidor se pasó la ceremonia imaginándose que en cualquier momento irrumpirían en aquel inmaculado jardín un puñado de gánsters, con sombrero de ala y ametralladora en ristre, y que se cepillarían a más de uno por un ajuste de cuentas, una venganza o una deuda impagada.
En inglés cuentan con una vistosa expresión para referirse al usurero: loan shark, que vendría a ser algo así como “tiburón de los préstamos”. El rasgo más destacable de estos depredadores de dos patas es que prestan dinero a un tipo de interés exorbitante y que para recuperar su capital pueden llegar a las manos con sus deudores (aunque hay estudios que apuntan que el uso de la violencia es más mito que realidad, que no estaba tan extendido como nos cuenta Hollywood). Pero explica la Wikipedia que los loan sharks del s. XIX no concedían un préstamo sin antes asegurarse de que sus clientes tuvieran la capacidad de devolverles la cantidad prestada; cosa que no se puede decir de la banca de los últimos años, ni de la española ni aún menos de la estadounidense. De hecho, la inmensa mayoría de hipotecas concedidas en las grandes ciudades españolas en los últimos años del boom inmobiliario eran hipotecas basura, es decir, hipotecas cuyos titulares no podían permitirse. Aunque bien visto, semejante comportamiento sería del todo racional: mientras que los mafiosos tienen que velar por el futuro del negocio, el banquero sabe que para eso está el contribuyente.
Obviamente los banqueros patrios han debido de pensar “que me quiten lo bailao”. Hemos visto recientemente que cuando pillan a un banquero anglosajón con el carrito del helao, el individuo en cuestión renuncia ipso facto a su cargo y a gran parte de (o a todas) las indemnizaciones a las que tiene derecho y queda a la espera de ser juzgado por los legisladores y por los tribunales del país. Por estos lares, cuando nos pillan con el carrito del helao, somos más dados a alegar que yo no era, que era mi mujer quien conducía el carrito, o que no tengo nada que ver porque yo no entiendo ni de helaos ni de carritos ni de préstamos (aunque sea el presidente de la entidad), o que total… si no son más que cuatrohelaos. Lo que sea con tal de aferrarnos al sillón o a la indemnización.
Si las mafias son más prudentes que las entidades financieras reguladas a la hora de conceder un crédito, ambas guardan bastantes similitudes respecto a cuánto cobran por dichos créditos. Si bien es cierto que se hace difícil distinguir entre intereses razonables (acorde con el riesgo que se está asumiendo) e intereses usureros, quién no tiene un conocido que ha estado pagando un veintipico por ciento de interés en sus tarjetas de crédito. Por no hablar de la dudosa comercialización de productos como las infames preferentes y demás por todos conocidas.
Es posible, como apuntan los seguidores de la escuela austriaca, que el verdadero culpable de la crisis haya sido el banco central, facilitando en los últimos lustros una brutal expansión crediticia que no se correspondía con el ahorro de los ciudadanos. En ese caso tendríamos que dirigir nuestras iras más bien hacia los bancos centrales, y no tanto hacia los banqueros, que serían meramente correas de transmisión. Sea como fuere, no cabe duda de que las laxas condiciones crediticias nos han procurado el insoportable nivel de endeudamiento con el que ahora bregamos.
Óscar Ramírez
Óscar Ramírez
Aquesta frase del article:
ResponEliminaAunque bien visto, semejante comportamiento sería del todo racional: mientras que los mafiosos tienen que velar por el futuro del negocio, el banquero sabe que para eso está el contribuyente.
No perquè posi els banquers al mateix nivell dels mafiosos. Sinó perquè els posa en un lloc molt pitjor, el lloc on els hi toca estar avui en dia.