Estamos en un momento y lugar en que casi toda la Sociedad (atención, pone “casi”, no se me ofendan mucho aún) está de acuerdo en la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer, un concepto que, curiosamente, se llama “feminismo” por cuestiones históricas justificadas y que en su día fueron desde luego necesarias (aquí no hay ironía). Ahora, una vez conseguido (siempre en términos generales; por cierto, añadir “en términos generales” a cada una las frases que siguen) habrá quizás que buscar un nuevo término para que los hombres susceptibles que aboguen por esta igualdad no se sientan discriminados (¿qué tal equitativismo o incluso igualdad, volviendo al Ministerio?), y otro más incluso para designar otro movimiento en ciernes en el cual habría quien querría ir más allá, pidiendo más derechos para las mujeres que para los hombres (feminismo ya está cogida, una pena porque iba perfecta). Este nuevo concepto, aún anónimo, ya es de aplicación con el beneplácito del mentado Ministerio, que tolera o incluso promueve esa brillante práctica de la llamada “discriminación positiva”, que suena casi tan bien como “guerra preventiva”, “acción militar defensiva”, “tropas de pacificación”, etc.
Algunos colores de Ports de Besseit
Porque quizá habría que plantearse que acaso no sea tan necesario, vital e imprescindible para el futuro de la sociedad que absolutamente todos los cargos y profesiones del sector público y privado sean desempeñados al 50% por hombres y al 50% por mujeres, por mucho que puedan introducirse diferencias (sí, diferencias o desigualdades encaminadas a fomentar la igualdad, curioso invento), como por ejemplo las marcas mínimas a superar en las pruebas físicas para el que quiera hacerse bombero, policía o milico, en función de su género. Lo mismo debe aplicarse a las cuotas de mujeres (40% como mínimo) en los consejos de administración de empresas grandes. Con esto se consigue un doble efecto, a cual menos interesante: que las mujeres que habrían sido igualmente bomberas o directivas pierdan credibilidad o confianza (¿están allí por ser muy buenas o por cuota?) y recelos por parte de los compañeros masculinos (imposición o facilitación al acceso de personas que no han tenido que superar los mismos requisitos).
Siguiendo esta peligrosa línea, habría que facilitar el acceso, quizá mediante puntos adicionales, en todas aquellas oposiciones en las que la mujer o el hombre estén menos representados. Incluso habría que plantearse intervenir (¿clausurar? ¿demoler?) aquellos comercios que anuncian públicamente que necesitan “dependienta” o los bares que precisan “camarera”. Pongamos, por ejemplo, un 50% de dependientes (hombres) en todas las tiendas de ropa y cosméticos, a ver qué tal va la cosa.
Muy triste y torpemente, el problema ha estado en buscar y promover la igualdad en cosas en las que no somos iguales, forzándolas hasta el absurdo. Igual la cosa no es cuestión de cuotas ni de facilitaciones, sino de aplicar el sentido común. Físicamente, no somos iguales. Mentalmente, nuestros cerebros funcionan de manera distinta. Y no pasa nada.
No hay que volverse locos por acelerar un proceso que es ya irreversible, por fin y afortunadamente: la tendencia hacia la igualdad de derechos es imparable y continuará en los próximos años, como ha ocurrido en el resto de la Europa esa civilizada. Es un proceso que hay que acompañar y promover con medidas lógicas (medidas de conciliación de vida laboral, tanto maternales como, especialmente, paternales; igualdad de sueldos para un mismo cargo, educación y sensibilización, etc.), pero sin forzarlo. No se quiera identificar la igualdad de derechos con la igualdad de roles (asco de palabra, no del todo intercambiable por “papeles”) o incluso con la igualdad (asimilación) orgánica. Porque ahora parece que una mujer tiene que reivindicarse socialmente perdiendo lo que la hace más femenina, incluso desde un punto de vista fisiológico. Como ejemplo (verás como aquí hay malas interpretaciones): vean un grupo de esas desatadas que celebran despedidas de soltera luciendo todo tipo de artilugios fálicos (pistolas de agua, diademas, en fin, el equipo básico), contratando boys, etc. Es genial que cada persona o grupo se lo pase bien como quiera y más en las celebraciones y en las farras que para algo hay una libertad ganada y una salud y un breve tiempo de vida que hay que aprovechar y exprimir, pero determinadas exhibiciones parecen más unas vulgares parodias o copias malas de los peores topicazos asignados a los hombres que celebraciones auténticas. No es criticable lo que se hace, desde luego, sino cómo lo que se hace recuerda a lo que supuestamente hacen los hombres. Una diferencia fundamental que no hay que olvidar está en la respuesta diferencial a los estímulos sexuales entre el hombre y la mujer: mientras que el hombre es todo bien sencillo, directo y mecánico (castañazo a la amígdala y ahí va la reacción inmediata en el hardware, pura mecánica) en las mujeres la cosa es mucho más progresiva, más software, eléctrico-química, etc. Cada uno tendrá su propia visión al respecto, pero bueno, los que intentamos aprender lo que no está en los libros tomamos apuntes como podemos.
En fin, que con esta masculinización, particularizada a una situación muy concreta, todos perdemos; no estaría mal algo más de diversidad de puntos de vista, o al menos de originalidad…
No parece necesaria la aclaración, que para eso somos una revista para pseudoculturetas, snobs y resabidillos, pero por si acaso…no se interprete este último párrafo como una propuesta de que las mujeres no celebren las cosas desaforadamente, no salgan de juerga a lo loco a hacer cosas que en circunstancias normales nunca harían e incluso que no disfruten enormemente haciéndolo, sino que simplemente se intenta poner de manifiesto cómo la “liberación” de la mujer ha conducido, en gran medida, a una masculinización o copia de los hábitos de los hombres, en vez de haber estado una evolución distinta y propia. Quién sabe, quizá todo esto sea parte del camino, y sea un paso necesario para crear esa nueva identidad…
En el próximo mes, se analizará y discutirán aportaciones de la publicidad en este siempre interesante tema…
Por el momento, se invita a reflexionar (no es imprescindible insultar, denunciar o retirar el saludo; basta con pensar fríamente y comentar la jugada en la vida real o en los comentarios del blog) y a opinar, que todo es discutible y matizable, y es como se aprende.
Se recomienda, para la gente interesada en el tema, consultar un par de libros interesantes que han inspirado en gran medida este capítulo:
“Heterodoxia”, de Ernesto Sabato (1953)
“El cerebro femenino”, de Louann Brizendine (2007)
El observador
La cita:
“El verdadero precio de las cosas es la cantidad de vida que uno tiene que dar por ellas”. HD Thoreau.
La anécdota de ascensor:
El país con mayor densidad de población (18.000 habitantes/km2) es Mónaco. Si, por ejemplo, en la comarca del Solsonès hubiera esa densidad, la población sería de 20 millones de habitantes.
El enlace:
Los más grandeshttp://www.youtube.com/watch?v=UPGMzgGxNWE&feature=PlayList&p=1D22F7EE19B8701E&playnext=1&playnext_from=PL&index=33
Amic observador, moltes gràcies per aquestes aportacions tant interessants, sempre m'agrada que es reflexioni sobre el tema..
ResponEliminaDe moment, una aportació, (en vindran més): quan les dones, digue'ns feministes o com vulguis, demanem la igualtat no volem ser iguals als homes, sino estar en igualtat de drets i de condicions, de la que ni de conya "casi" tota la societat està d'acord que hem de tenir, més aviat és una petita part la que hi està d'acord. No s'hi val proclamar-ho en una barra de bar perquè és políticament correcte, cal creure-s'ho. I que ningú es pensi que hem aconseguit la igualtat de drets i d'oportunitats, hi ha muntanyes de dades que ho corroboren, com per exemple, que les dones en global cobrem el 67% del sou dels homes a Catalunya, només és un exemple.
La segona aportació és més favorable al teu article, perquè jo també soc molt reticent a les mesures de discriminació positiva, o d'acció positiva que ara es diuen, agrada més, clar. Perquè penso que tot i que la idea inicial no és voler posar a la dona en millors condicions que a l'home, sinó igualar-la quan està en desigualtat, sovint aconsegueix l'efecte contrari. No perquè, com dius, una dona en un càrrec directiu provoqui pèrdua de credibilitat o confiança, perquè d'això sovint ja no en tenen (dit per moltes dones directives), sinó perquè representa separar les persones pel seu sexe i donar-los diferents condicions. Aquestes mesures a vegades provoquen més desigualtats, i crec que s'hauria de buscar fórmules més efectives i imaginatives que les actuals. Estic d'acord que a vegades es busca forçar la igualtat arribant a l'absurd.
ResponEliminaFinalment, el tema dels comiats de solteres, a mi no em sembla que sigui una reivindicació de res, senzillament gràcies a que les dones cada cop hem de seguir menys els "rols" femenins, algunes han decidit reproduir una part força deplorable pel meu gust d'allò que alguns consideren que és masculí, tot i que jo no crec que això sigui masculinitat (palabrejo que caldria veure què és, igual que la feminitat, que aquí hi ha un altre debat). Si bé és veritat que al principi del feminisme alguna corrent va adoptar una imatge i una conducta masculinitzada per a reivinidicar els drets de les dones, avui dia les dones que volem la igualtat en general no volem ni ser iguals ni comportar-nos igual que els homes, amic meu. Només volem que se'ns reconegui i se'ns valori com a persones, amb les nostres característiques inidividuals o col·lectives, respectant la diferència nosaltres a ells i ells a nosaltres, sense que ni uns ni altres haguem de seguir cap comportament predeterminat pel simple fet de tenir uns gens o una morfologia que, tot i que és diferent, tampoc ho és tant ni la diferència és tan important.
ResponEliminaA vegades en nom de la igualtat també es diuen coses que ratllen el radicalisme i passen a l'altre extrem, i com sempre això és el que la gent veu més, però no és el pensament majoritari. Homes, no us espanteu, no us volem ni tancar a casa ni obligar-vos a portar-nos les sabatilles!
Observador, moltes gràcies i espero que t'hagin estat útils les meves aportacions, sinó sempre ho podem discutir en una barra d'algun bar, ara que a les dones ja ens deixen beure cervesa en locals públics ;-)
La Franzoni.
Molt interessant la reflexió !
ResponEliminaEspero que hi hagi una segona, tercera i, si cal, quarta part!
Armando
Ei Franzoni, excel•lents aportacions, moltes gràcies. Intento comentar sobre els teus comentaris...
ResponEliminaPrimer comentari: és impossible saber el percentatge de la societat a favor d'una igualtat de drets home/dona, jo personalment penso que és molt elevat i que continuarà augmentant en el futur. Punt de vista personal. Respecte la paritat salarial és un dels mitjans que comento com a mesura lògica per promoure una igualtat efectiva. Per tant, estem d'acord en què és una qüestió que s’ha de treballar.
Segon comentari: efectivament, trobo que, per algunes feines les dones poden estar (en termes generals) en desigualtat, com ara en feines d’exigència física elevada. En canvi, hi ha d’altres on esteu en superioritat (i que, de fet, solen tenir en general una millor apreciació social) com podrien ser qüestions de tracte humà, aspectes estètics i de sensibilitat, intuïció i empatia, etc. Milers de possibilitats en aquest sentit, des de cossos diplomàtics, gestió de recursos humans, sanitat, tota mena d’articles de decoració / interiorisme / cosmètica, etc. La gent normal NO hauria d’interpretar aquest argument com “les dones només valen per cuidar malalts i tallar pèls”.
El tema de la manca de confiança i credibilitat de les dones directives (extensible a presidentes i vice-presidentes d’organismes públics i privats) també és discutible...hi haurà de tot, suposo, però crec que les dones directives sempre tindran més confiança quant menys ajudes externes hagin tingut per arribar-hi. El mateix pels homes que han estat “enchufats”.
Respecte el tercer comentari, totalment d’acord en la impossibilitat de definir què és propi de la masculinitat i la feminitat, massa matisos. M’he limitat a reflectir alguns exemples molt concrets de diferències fisiològiques entre homes i dones, sense que es puguin ampliar aquestes diferències a tots els àmbits de la vida. Respecte si som molt o poc diferents, penso que hi ha bastants diferències, de fet, al llibre “El cervell femení”, citat en el text, es parla, fins i tot, de que el cervell masculí i femení es poden considerar com a òrgans diferents.
ResponEliminaEl que NO he volgut expressar en cap moment (si ho has entès així ho lamento, ho he expressat malament o has llegit massa ràpid!) és que totes les dones vulguin o hagin de pretendre ser igual que els homes. De fet, és precisament aquest intent d’assimilació, una tendència probablement temporal o puntual, però que està allà fora, el que critico. Qui sap si aquesta tendència no ha estat precisament fomentada per alguns homes!
Gràcies una altre vegada i espero que més gent s’animi a comentar!