El argentino ideal: Carlos Gardel

Puede pasar a veces que no nos sentimos identificados con nuestro propio país. Puede que nos sintamos íntimamente conectados con lugares, otros lugares, y personas lejanas que nunca hemos conocido directamente, y que, sin embargo, gracias a las paginas de un libro, los versos de un poema, una canción, sean más cercanas de lo que podríamos imaginar.


Capaz que esta identificación con lugares y personas, lejanas en el tiempo y el espacio, sea solo el fruto de un proceso de idealización, que puntualmente llega para sublimar nuestro deseo de sentirnos parte de otra realidad. Muchas veces no es importante el lugar donde uno haya nacido, sino el lugar y la cultura que uno elige como punto de referencia y de partida. Es este, el caso de Carlos Gardel. Desde el 1 de septiembre de 2003, la voz de Carlos Gardel, cantante y actor, es Patrimonio de la Humanidad. Carlos Gardel fue y es todavía la máxima expresión de la canción popular Rioplatense y también una de las voces más extraordinarias del siglo XX. Se dice que nació entre el 1887 y el 1890 en Tolosa, Francia, o en Tacuarembo, Uruguay, o tal vez en alguna parte de la provincia de Buenos Aires, Argentina. Murió en un accidente aéreo en Medellín, Colombia. Era el 1935. Mas allá de donde haya nacido, Carlos Gardel eligió la ciudad de Buenos Aires como su punto de referencia.


La Buenos Aires de principios del siglo XX, era una ciudad viva y heterogénea desde el punto de vista social y cultural. Una ciudad, Buenos Aires, de los miles de matices que Carlos Gardel cantó en muchos tangos. La Buenos Aires etérea y frívola de los salones de bailes y de los cabarets, la ciudad de la noche porteña y de los arrabales.
Los arrabales, donde se supone nació el tango, eran lugares de desesperación. A principios del siglo XX, el arrabal era amargo. De los tangos llega una imagen idealizada del arrabal. Los arrabales estaban poblados por el malevaje, suma social de delincuentes, compuesto por ladrones, estafadores, contrabandistas, putas y proxenetas y no faltaban los "técnicos sanitarios": adivinos y curanderos. En el arrabal se origina el lunfardo, el idioma de los delincuentes, y protagonista de las letras de numerosos tangos.

Las zonas marginales de la ciudad, estaban en el centro de la misma ciudad y el conventillo era su epicentro. Generaciones de inmigrantes del exterior y el interior tuvieron su cuna en el conventillo, cara oculta y miserable de la prosperidad de la sociedad argentina de entonces. El conventillo, algo parecido a una pensión donde los baños y las cocinas son comunes, y donde viven en su mayoría personas recogidas en su soledad. El conventillo sirvió de inspiración para muchos poetas del tango.
En su esencia trágica y sentimental, se constituye el entorno espacio-temporal, descrito en los versos de tangos como "Ventanita de arrabal" y "Mi noche triste".

De todas maneras, es importante decir que al principio el tango era una música solo instrumental. El publico tanguero prefería entonces el baile, y no hubo un tango cantado hasta que Carlos Gardel decidió cantar en su repertorio "Mi noche triste". Era una noche del 1917 en el teatro Esmeralda, epicentro de la noche porteña de Buenos Aires. Es la noche porteña otro protagonista, junto al arrabal, de los tangos cantados por Gardel. Distintos lugares representan la vida de la noche porteña: el cafetín, el bar de la esquina, donde la barra, un grupo de amigos todos hombres, se reúnen profesando su hermandad y su romanticismo, protegiéndose de la garúa, una llovizna sinónimo de tristeza. Uno de los más grandes y sensibles poetas del tango, Enrique Santos Discepolo, llegará a comparar el cafetín con su madre en "Cafetín de Buenos Aires". Al otro lado de la noche porteña estaba el cabaret, otro refugio nocturno junto al cafetín, y donde no se admitía el amanecer. El cabaret constituía un espacio cultural donde se podían escuchar canciones y monólogos teatrales anticonformistas. Siempre fue un espectáculo para minorías, centrado en la relación íntima que el artista establecía con el público.

Desde el conventillo, el arrabal, la noche porteña, el cabaret, el teatro, la pampa y la ciudad, su incertidumbre acerca de su edad y su nacionalidad, construyó su mito a través de su voz. Una voz que hoy en día podemos apreciar escuchando una emisión de una radio de la BBC de Londres, entre Mozart y Schumann, testimoniando una vez más la sublime ambigüedad del personaje Gardel. Una nube de ambigüedad que envuelve los datos de su vida protegiendo así su intimidad. Tratar de reconstruir la vida de Gardel fue y sigue siendo un reto para todo los que lo han intentado, sirviéndose de su imaginación impresiones y opiniones o comentarios de todos los que se habían cruzado con Gardel en su camino. Enrique Cadicamo, uno de los grandes poetas del tango (Gardel llego a interpretar unos 20 tango escritos por Cadicamo) lo definía como el mejor. Una persona sencillamente, que con naturalidad actuaba como si tuviese algo en él de sobrenatural, y que lo convertiría en el mito que es hoy. Gardel era un hombre y un cantante sencillamente auténtico. Hijo de inmigrantes que huían de la miseria y de la pobreza. No importa quién fue y tampoco donde nació. Importa solo lo que hoy Gardel es y representa. un inmenso depósito de sueños, amores, desengaños, e ilusiones. Osvaldo Soriano, escritor argentino definido el Gardel de los libros, nos sugiere paralelismos intrigantes entre Gardel y Argentina. Como la Argentina, Gardel cultivó la apariencia y el ocultamiento. El saber tan poco de Gardel, el más grande ídolo popular, se corresponde con lo poco que los argentinos saben de ellos mismos. Desde siempre en Argentina, el problema de la identidad, estuvo al centro de los debates, discusiones y la conciencia íntima de los ciudadanos. En ese sentido, el flujo de inmigración a finales del 1800 y principios del 1900 causó una fuerte desorientación cultural y social. Gardel llegó para llenar aquel vacío angustioso. Y lo hizo invitado al pueblo a apropiarse de su persona: una persona que de hecho no existía, por lo visto los datos sobre él eran y son bastante discutibles. Así , a principios del 1900, en plena crisis de identidad nacional, Gardel brindó al pueblo el arquetipo del argentino ideal. Gomina, sombrero, sonrisa, cigarrillo entre los labios y su propio estilo al andar, se convirtieron en referencia para la construcción de la personalidad del hombre del Río de la Plata. Una imagen, la anterior, únicamente varonil. Una imagen de una sociedad de inmigrantes, por la mayoría personas solas sin una familia detrás. Muchos de ellos eran italianos, los "Tanos" les llamaban y se convirtieron en los protagonistas de varios tangos.
De las muchas biografias de Carlos Gardel, os recomiendo esta que descubrí hace poco. Redactada por dos grandes maestros argentinos de la escritura y el dibujo, es un viaje imaginario que llega a tocar todos los puntos cruciales de la vida de Gardel: el tango y Buenos Aires, la relacion con su madre (su único verdadero amor) y las otras mujeres, la política, los amigos y la timba, el periodo de Nueva York, y el último trágico viaje a Medellin. La biografía, en versión cómic, se llama "Carlos Gardel", de Carlos Sampayo & José Muñoz.


"..y aquel buzón carmín, y aquel fondín donde lloraba el tano, su rubio amor lejano que mojaba con bon vin"

("Tinta Roja" Catulo Castillo - Sebastian Piana)

Tano
Artículo original de L'Undici

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