Los bailes
latinos han ganado mucho terreno a lo largo de los años ya sea por el fenómeno
de la inmigración donde los migrantes llevan su cultura, o porque viajeros de
Asia, Europa, Oceanía o Estados Unidos han sido atrapados por el sonido y ritmo
de los diferentes géneros, sean las razones que sean, los bailes latinos
llegaron para quedarse. Han evolucionado claramente, pero no han perdido su
esencia, esa que te hace desear mover las caderas al ritmo cadencioso de una
mezcla de instrumentos que en su conjunto hacen que hasta el más tímido o tieso
como dirían en mi tierra no pueda intentar mover los pies o la cabeza, aunque
sea sentado.
Bailar una
buena salsa ya no es cosa de una sala de baile en Puerto Rico, o una rica
cumbia cosa de colombianos, estos bailes ya se pueden disfrutar casi en
cualquier rincón del mundo.
Recuerdo
que mis amigos de Solsona me decían que los latinoamericanos tenemos un hueso
extra en la cadera que los europeos no tienen, no creo que haya tal cosa, sin
embargo hay algo que si nos diferencia, el baile está integrado en nuestra
cultura como el maíz, sólo basta ver a los niños pequeños moverse con ritmo,
desde que a penas si caminan, y ver a padres orgullosos animándolos a bailar,
quizá ahí radica la gran diferencia.