Cuaderno de notas azarosas sobre Japón (III) – Rarezas de la sociedad

El título alternativo (ése que quedaría en el tintero del teclado, expresión en extinción) sería algo así como “resumiendo 130 millones de vidas en unas breves líneas, basándose exclusivamente en conversaciones, observaciones y anotaciones de unas pocas semanas y complementando con algunas lecturas y películas, con un par”. Por reducir las pretensiones y las expectativas, se aclara que simplemente se referirán algunas pinceladas (otra expresión amenazada) sobre curiosidades de los japoneses que pueden llamar la atención al visitante occidental eventual...

Lo que más puede llamar la atención al visitante mediterráneo es que la gente allí es, ante todo, respetuosa. Su código de conducta se guía por dos grandes preceptos:
1. No hacer nada que pueda molestar a alguien
2. No hacer algo de una manera que no sea la perfecta

Para cumplir con la primera premisa se limitan a no hacer nada para lo que no hayan sido socialmente programados. Por ejemplo, nunca dejarían de pagar en el autobús exactamente lo que toca, aunque de hecho nadie lo controle (generalmente se sube por la parte de atrás y se paga al bajar, una cantidad que depende del número de paradas que hayas recorrido, que por supuesto nadie comprueba); tampoco se les ocurriría subir los precios para los turistas aprovechando que es fácil colársela. No se verá a fumadores en la calle echando un cigarro fuera de las áreas habilitadas para ello (sí, hay pequeños recintos pintados en las aceras que son los únicos espacios al aire libre en los que se puede fumar, eso es una ley antitabaco en serio), como tampoco se verá a nadie hablando a voces o tirando algo al suelo.
Un matiz a tener en cuenta es que en Japón “sorprender” es casi sinónimo de “molestar”. Por ejemplo, en el momento en que se ven expuestos a una situación no esperada y tienen que improvisar lo pasan fatal. También puede menoscabar el pudor (como diría Krahe) de los japoneses ver a una pareja de la mano, o, terror, dándose un beso en público.


Ahí va una de uniformes...obsérvese la ausencia de basura en la acera


El segundo precepto, el hacer las cosas perfectas, llega a llamar la atención cuando se llega a los casos extremos. Y es que absolutamente todos cumplen exactamente con su labor tal y como toca; ni un mínimo retraso es aceptable en los trenes, hasta el punto de que puedes ajustar la hora del reloj con la llegada de los mismos. Los revisores del tren hacen una reverencia con un ángulo fijo cada vez que entran y salen de un vagón, lo cual te garantiza asistir a unas cuantas postraciones en cualquier mínimo trayecto. En las tiendas, por cutres que sean, incluso en pequeños supermercados de esos tipo seven eleven en los que los tipos con acné del mostrador nunca serán nada parecido a los propietarios del garito, serás siempre recibido con honores de príncipe, reverencias y abundantes saludos de bienvenida en los cuales te expresan su gratitud y el honor que les supone el tenerte como cliente, lo cual no está mal cuando eres ese turista despistado que no entiende nada de su idioma y que seguro que pedirá algo incomprensible en otro idioma que a buen seguro tampoco van a entender), que serán complementados con otras tantas reverencias y buenos deseos en el momento de recoger el cambio. El cambio, por cierto, lo comprueban siempre dos veces, una de espaldas y otra frente a ti. Valga la aclaración: cuando se dice “siempre”, en realidad se quiere decir “SIEMPRE”. No esperes, por ejemplo, que el conductor del tren se despiste y deje de señalar hacia delante después de cada parada, o se le olvide decir en voz alta (sin micrófono) el nombre de la siguiente estación mientras la marca con el dedo en un papel, aunque no haya nadie mirándole (de hecho hay que asomarse por una pequeña ventana para ver el espectáculo).


Esos uniformes que habréis visto en los dibujos japoneses siguen en vigor


La consecuencia de esta combinación de previsibilidad, absoluto respeto al prójimo y necesidad de hacer las cosas exactamente iguales (es decir, perfectas) es una uniformidad de la sociedad, al menos en el plano externo. Evidentemente, siempre que uno está en el extranjero (y a veces simplemente en según qué pueblos o ciudades) es fácil tener la sensación de que todos los locales son iguales, pero en Japón la cosa es abrumadora. Desde que son niños, casi todo el mundo lleva uniforme. Incluso la gente que trabaja en oficinas va vestida exactamente igual: pantalón oscuro, camisa blanca y corbata negra; auténticos ejércitos de miles de personas vestidas con esa descripción exacta abarrotan las calles de las ciudades a cualquier hora del día…

La gran mayoría de la sociedad urbana podría encajarse en la brevísima y simplona descripción hecha hasta el momento, tan somera como facilona. Lo cual lleva irremisiblemente a dos fenómenos de reacción:
- los antisociales
- los instintos latentes

Los antisociales son toda esa gente que abarrota los documentales sobre la vida moderna de Tokio: punkis chiquitines, psicodélicos, gente disfrazada de personajes de manga, chicas vestidas de muñecas o de cadáveres o de muñecas cadavéricas, todo tipo de góticos flamígeros, mods, rockeros, heavies y tantas otras descripciones y categorías que se escapan a los que nos hemos hecho de pueblo, y que llaman especialmente la atención cuando los interfectos son japoneses. Los pintas que hay por aquí pero profesionalizados, y con cara y cuerpo de japoneses.

Un grupo de rockeros Tokiotas pasando la tarde

Los instintos: bajo esa apariencia de vida tranquila, individual, recogida y laboriosa, y bajo esa máscara de educación, disciplina y profundísima cortesía, subyacen los bajísimos instintos que Aquí son descargados de manera más continua y vívida, generalmente a grandes voces y aspavientos, y que allí por supuesto existen y salen a la luz por donde pueden. Hasta el punto de haber tenido que habilitar vagones de uso exclusivo para mujeres, para evitar que entre las estrecheces de la hora punta los trajeados caballeros aprovechen la confusión para hacer un escaneado digital o manual de alguna mujer. También el matrimonio es una institución toreada con bastante soltura, para lo cual se han habilitado los célebres hoteles del amor, con habitaciones por horas con diferentes ambientes (los que hayan visto Mapa de los sonidos de Tokio, de lo peor de Isabel Coixet, tendrán una buena idea de a qué nos referimos) en los que las parejas, no precisamente matrimonios celebrando las bodas de oro, se evaden durante unos minutos del corsé...


Y así damos por concluido este monográfico sobre Japón, sin haber llegado a tratar muchas otras facetas y curiosidades: la comida y sus aperitivos, su pasión por vestir a sus mascotas, cómo les encantan los baños públicos mixtos con agua insufriblemente caliente, su televisión, sus supermercados, el precio de la fruta, sus ritos religiosos, el pachinko, la gestión manual (a mano) de los parques y jardines, cómo abundan las parejas de ella oriental y él occidental mientras que el caso opuesto es inédito, el tema de los retretes motorizados (que es el asunto que más interés suscita por Aquí), los hoteles cápsula…en fin, que, echándole morro, no se descarta algún otro capítulo al respecto en el futuro…


El observador


¿Quién se acuerda de…
...el virus ILOVEYOU?

Tiene narices que un correo electrónico con asunto “ILOVEYOU” fuera abierto masivamente por más de 50 millones de ordenadores en el año 2000…parecía que sería el primero de muchos ataques informáticos de dimensiones bíblicas, pero afortunadamente pudo controlarse y nunca nos vimos en otra igual…Por cierto que hoy en día creo que nadie sería tan gañán como para abrir un correo con ese asunto…bueno, o sí, a saber…


La cita:
Esos obreros (…) que en la vida cotidiana eran siempre los más tolerantes de los hombres, eran siempre xenófobos en cuestiones de trabajo, acusando sucesivamente a los italianos, los españoles, los judíos, los árabes y finalmente la tierra entera, de robarles su empleo. (…) Lo que los nacionalistas inesperados disputaban a las otras nacionalidades no eran el dominio del mundo o los privilegios del dinero y el ocio, sino el privilegio de la servidumbre.
Albert Camus, El Primer Hombre



El enlace:

Por si alguien es tan imbécil como para estudiarse y practicar en casa los 33 métodos de atado de cordones propuestos en esta interesantísima web:

http://www.fieggen.com/shoelace/lacingmethods.htm

Atención, para probar todos los modelos tienes que tener casi tanto tiempo libre como el tarado que parió dicha web.

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3 comentaris :

  1. Cuaderno de notas azarosas sobre Japón (IV) porfavor !

    Parece un país manga ! Existen las cápsulas Hoipoi ?

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  2. Voto para otro cuaderno de notas azarosas sobre Japón! O ya puestos para una sección en el CriTeri con notas azarosas!!!! Son buenísimas!

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  3. Molt interessant. algun dia haurem d'anar-hi al Japó i portaré les teves observacions per llegir al avió per refrescar la memòria i riure una mica més

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