IV

A pesar que desde aquí sigo contando los giros que da la Tierra,
ya no sé qué hora es allá donde vives.
Cuento además las líneas divisorias, las fronteras,
las nubes que se dispersan desde el Capricornio.
Desde aquí las veo lentas, fundiéndose,
hasta volverse invisibles en el horizonte.
Y pienso también en las ciudades oscuras que posee el norte,
pienso en la luz del sol reuniéndose en sólo algunos de sus rincones.


Aquí son las once cuarenta y cinco pe eme, y me digo:
"qué habrá hecho de estos días?",
"dónde se quedó toda esa, nuestra paz, que solía ser tan inmensa?"
En su honor me la paso caminando por el pueblo,
bebiendo muchos cafés,
leyendo sobre fenómenos desconocidos
que algunos intentan infructuosamente, explicar
pero que a muchos otros ni les importan.

Y regreso a casa observando los restos de nieve sobre el desierto,
la pasta rojiza de su humedad sobre el asfalto.
Siguiendo con la mirada la transición fría de los colores.
Pensando en cuanto se conoce,
en como nadie nos hablará sobre ello
y en la terrible crueldad que eso conlleva.

Antonio Litero

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