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La semana pasada llené un formulario para la embajada de Estados Unidos. En el espacio en el que tuve que escribir mi nombre decía: customer (cliente). ¿Cómo cliente? Fijaos: ¿con qué frecuencia y en cuántos contextos somos llamados y definidos como clientes y no ciudadanos, o como máximo, usuarios?. Las palabras son importantes: los cambios el idioma reflejan los cambios en la sociedad: todos estamos siendo convertidos en clientes (que es una forma amable de decir consumidores). Nuestro papel se está convirtiendo en esto: ser clientes de alguna entidad privada, cuyos beneficios -hemos llegado a pensar- coinciden con el bien común.
Nos guste o no, en las últimas décadas hemos sido (pasivos) testigos de una transformación histórica, así que hoy en día nos parece normal que hasta se pueda privatizar el agua (y luego ¿qué? ¿el aire?) o el genoma humano y que sea el portavoz de una empresa privada quien proporcione la información sobre los niveles de radiactividad en Fukushima. Esto ocurrió porque la política tomada como "el arte de gobernar la sociedad", guiando y regulando la economía, ha acabado siendo subordinada de la propia economía. Hoy, todo es economía, cuyo voraz ascenso y extensión por todos los sectores de nuestra sociedad ha sido consentido y alentado por la política. Hasta el punto de que la economía (financiera) y, en particular, sus elementos operativos -como los grandes bancos, fondos de cobertura, etc.- influencia y, de hecho, limita severamente los mismos mecanismos democráticos.
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Pero, ¿cómo fue posible esto? ¿Cuándo ocurrió? Y sobre todo: ¿dónde estaba la izquierda (la izquierda real, no la de Blair para ser claros) cuando pasó todo esto? Mientras nuestra sociedad estaba cambiando a tal punto que ya no nos sorprende si casi todo se convierte en privado. ¿Por qué la izquierda se dejó llevar a un territorio donde casi siempre pierde, por qué todo está monetizado, visto, juzgado y elegido en función de criterios económicos: desde la inmigración hasta la violencia en los estadios de fútbol, desde la seguridad por las calles a la protección del medio ambiente, desde la ópera lírica a los transportes? OK, está bien la economía, está bien no malgastar el dinero, ¿pero es posible que no haya otras cosas? ¿Otras cosas llamadas valores? La solidaridad, la caridad cristiana y la bondad? ¿Todo esto ha desaparecido?
Incluso en nuestras pequeñas vidas, el aspecto puramente económico (y no estoy hablando de supervivencia) es predominante: cualquier tipo de decisión se toma sobre la base de ganancias, eficiencia económica y análisis racionales de costos y beneficios y ahora todo esto nos parece normal, porque la "cultura de la privatización" crea y ofrece recompensas prácticas y sociales a los que se ajustan a esta visión del mundo.
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Nosotros, los estados, el público ahora no podemos hacer nada mas sino aceptar este poder económico privado. Debido a que la política se ha desarrollado para adaptar la sociedad a la economía, no sólo renunciando a su deber de producir y proteger a la propiedad pública, sino también dejando a la economía campo abierto para todo tipo de privatización, que -fijaos- se nos proponen como algo inevitable, justo y conveniente para todos nosotros. Porque ya no somos nada sino "clientes", que es una forma de "cortesía" para decir que estamos con diligencia ocupados en la construcción de una pirámide para algún faraón oscuro y desconocido.
Entonces, ¿qué? Como concluir este debate de manera proactiva? Tal vez, la respuesta pueda estar en nuestra vida cotidiana, comenzando por la educación a la legalidad y a la bondad, como valores, esforzándose para seguir en un mundo que parece recompensar a aquellos que los descuidan. Además, hay que ir más allá de la opinión de que la única manera de expresar nuestra opinión es la elección de un producto en las estanterías de un supermercado: en cambio es absolutamente necesario participar activamente en cualquier tipo de iniciativa democrática, porque la democracia se vacía y se muere sin la participación. Es decir, volver a trasformarse de clientes a ciudadanos. Antes de que sea demasiado tarde...
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