En
mis “iniciativas de jubilado”, intentando una aproximación a la cocina, llegué
a pensar que eso de preparar unos chipirones encebollados “estaba chupado”.
Tiré de Manual. Se trata de respetar los componentes y los tiempos. Me salió
muy bien. Cuando mi amigo Pepe me
escuchó la fórmula, después de un tiempo (ya la memoria se queda con lo justo),
me pidió por teléfono “la receta”. Yo era un razonable copiador de recetas, y
no había hecho el recorrido reposado de todo cocinero que se precie.
Yo
le expliqué el procedimiento y con seguridad de profesional.
¿Resultado?
Después de unos días me llama Pepe, y me dice que algo debe de haber fallado, pues debieron comerse una barra de pan para poder absorber ¡tanto caldo!
Después de unos días me llama Pepe, y me dice que algo debe de haber fallado, pues debieron comerse una barra de pan para poder absorber ¡tanto caldo!
Permitidme
citar a Piaget. Es preciso que el niño disfrute de la mayor cantidad de experiencias sensoriales en las
primeras etapas de su formación. Esa rica experiencia le irá asegurando un
amplio bagaje emocional e imaginario…al que el niño acudirá más tarde para ser
creativo, para producir de manera autónoma y personal. Sólo así podrá librarse
de quedar reducido a simple reproductor y copista obediente de lo que otros
piensan…Estos niños sólo servirán para “obedecer”. Paulo Freire lo llamaba educación “bancaria”.
Ahora podemos entender, sin escándalo, la
expresión del Dalai Lama de que a los niños no se les dé “religión”, como
conjunto de esquemas “pensados por otros” que asegurará la sumisión, la
identidad…
Hay
que saber tocar, trabajar, valorar las realidades de cada persona en su entorno
y contexto, tan variadas y ricas como sea posible, para que cada persona
consiga su propio, rico, consistente, verdadero
campo imaginario personal.
Si
se acierta en esto, si se programa así, es como el que construye una casa sobre
roca…Vendrán los vientos, las tormentas, lo azotarán…; pero no lo derribarán.
¿Qué
es aquí la “roca”? La rica realidad…ella
nos golpea o nos acaricia, nos corrige o nos afianza, y, cuando vienen “mal
dadas”, aparece la capacidad de “resilience”, la capacidad de resistir, de
inventar, de crear… El que no tuvo esta suerte, este recorrido, desprovisto de
“ese campo imaginario personal, resultará una persona “prevista”, determinada,
que vale más para ejercitar la memoria que la inteligencia. Los mismos
sentimientos resultarán más irreales, copia de copia. Y cuando aparezcan “las
dificultades”, tales sustitutos de la realidad no le ofrecerán ni recursos ni
clarificación.
Guillermo
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