Lies (Capítulo IV. Contra ética)

 
Seguimos en el bar un buen rato, sin cruzar una palabra. Yo me había terminado hacía ya rato mi cubata de ron con cola, y él iba por el quinto whisky. A pesar de que su cuerpo no tambaleaba, su mirada se aparecía perdida…giró la cabeza hacia a mi.

-        Vienes?

-        Dónde? – pregunté con lo ojos como platos

-        A mi casa.


-        Rob …tu y yo no deberíamos ni estar aquí. Sabes que nuestra relación es profesional y tus problemas los hablamos en la consulta.

-        Ven. …no me podía creer que mi cuerpo me jugara esta mala pasada, me estaba poniendo a cien.

Me levanté otra vez, tenía que evitar cualquier situación que no fuese la estrictamente profesional. No me lo podía permitir…bueno, a nivel personal sí, desde mi divorcio solo había estado con un vecino del segundo con el que un día nos encontramos en el ascensor y terminamos desnudos en mi sofá aún no sé como... bien, de hecho venia de cenar con mis amigas…algunas copas de más llevaba, y él…Desde entonces evito ir a las reuniones de escalera, su mujer me habla telepáticamente… - Se lo que hiciste con mi marido, zorra.

Peró, profesionalmente no me lo podía permitir. Tenía mi reputación bien creada, era buena en mi trabajo. Clientes no me faltaban y era invitada en algunos congresos de Psicología.

Decidí salir del local, la calle estaba mojada de la lluvia que había caído mientras estaba en el bar …debía ser bastante tarde por que los contenedores de basura estaban recogidos y un gato intentaba encontrar algún resto que llevarse a la boca.

El pasaje era estrecho, un callejón que se unía a una avenida de 3 carriles por banda i de la cual, después de 150 metros aproximadamente, llevaba a mi casa. Solo el ruido de mis tacones me acompañaba. Miré el reloj, las doce y cuarto, madre mía, mañana no me levantaré. No sabía como había perdido la noción del tiempo. Empecé a pensar en el que había pasado ahí dentro…era de locos, un paciente invitándome a su casa después de haberse bebido medio bar, pero lo que me jodía más del tema era que si no hubiese sido mi paciente, me hubiera ido con él sin pensarlo, y lo sabia…, sabia que hubiese sido así. Estaba a punto de girar la esquina que me adentraba ya a la avenida cuando me giraron y empujaron contra la pared, me dí un golpe en la espalda que hizo que se me caiera el bolso de la mano. Una mano empezó a recorrer mi cuerpo de arriba a bajo, la otra, se adentraba en mi falda, buscando la entrada desde mis medias, rasgándolas con fuerza. Era Rob, su mirada desprendía puro vicio. Hice un ademán de apartarlo de mi, pero al no poder la primera vez, no lo volví a intentar, me arrastré a él, a su fuerza, a mi deseo. Nos besábamos con rabia, mi blusa entreabierta dejaba ver parte de mis pechos dentro del sostén. Mis manos recorrían también todas las partes de su cuerpo.

-        Vayámonos de aquí.

El se apartó y me cogió de la mano, arrastrándome con vigor por la avenida, iba tan rápido que con mis tacones se me hacia muy difícil seguirlo, pero lo hacia, en ese momento era una carrera a contra dilema ético.

Busqué mis llaves en el bolso mientras él continuaba magreándome. Entramos en el portal, y ahí, en el mismo ascensor dónde medio año atrás me había beneficiado a mi vecino, lo hicimos como si de eso dependiera nuestra supervivencia, beneficiándonos el uno del otro.

Llegamos al rellano de mi piso, medio desnudos, el carmín de mis labios estaba todo en los suyos y mi pelo caía en mi rostro sin saber qué había sido de la goma que lo sujetaba.

Terminamos lo que habíamos empezado en el sofá de mi sala de estar.

Rob tenía la espalda empapada en sudor y yo jadeaba para poder aliviar mi cansancio. Unos diez minutos después encendí el cigarro que Rob me ofreció, hacia nueve años que no fumaba pero que más daba ahora, mañana por la mañana no seria el cigarro lo que me haría arrepentir de lo que acababa de pasar.   

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