Seguimos en el
bar un buen rato, sin cruzar una palabra. Yo me había terminado hacía ya rato
mi cubata de ron con cola, y él iba por el quinto whisky. A pesar de que su
cuerpo no tambaleaba, su mirada se aparecía perdida…giró la cabeza hacia a mi.
-
Vienes?
-
Dónde? – pregunté con lo ojos como platos
-
A mi casa.
-
Rob …tu y yo no deberíamos
ni estar aquí. Sabes que nuestra relación es profesional y tus problemas los
hablamos en la consulta.
-
Ven. …no me podía creer que mi cuerpo me jugara
esta mala pasada, me estaba poniendo a cien.
Me levanté otra vez, tenía que evitar cualquier situación que no fuese la
estrictamente profesional. No me lo podía permitir…bueno, a nivel personal sí,
desde mi divorcio solo había estado con un vecino del segundo con el que un día
nos encontramos en el ascensor y terminamos desnudos en mi sofá aún no sé como...
bien, de hecho venia de cenar con mis amigas…algunas copas de más llevaba, y él…Desde
entonces evito ir a las reuniones de escalera, su mujer me habla
telepáticamente… - Se lo que hiciste con
mi marido, zorra.
Peró, profesionalmente no me lo podía permitir. Tenía mi reputación bien creada,
era buena en mi trabajo. Clientes no me faltaban y era invitada en algunos
congresos de Psicología.
Decidí salir del local, la calle estaba mojada de la lluvia que había caído
mientras estaba en el bar …debía ser bastante tarde por que los contenedores de
basura estaban recogidos y un gato intentaba encontrar algún resto que llevarse
a la boca.
El pasaje era estrecho, un callejón que se unía a una avenida de 3 carriles
por banda i de la cual, después de 150 metros aproximadamente, llevaba a mi casa.
Solo el ruido de mis tacones me acompañaba. Miré el reloj, las doce y cuarto,
madre mía, mañana no me levantaré. No sabía como había perdido la noción del
tiempo. Empecé a pensar en el que había pasado ahí dentro…era de locos, un
paciente invitándome a su casa después de haberse bebido medio bar, pero lo que
me jodía más del tema era que si no hubiese sido mi paciente, me hubiera ido
con él sin pensarlo, y lo sabia…, sabia que hubiese sido así. Estaba a punto de
girar la esquina que me adentraba ya a la avenida cuando me giraron y empujaron
contra la pared, me dí un golpe en la espalda que hizo que se me caiera el
bolso de la mano. Una mano empezó a recorrer mi cuerpo de arriba a bajo, la
otra, se adentraba en mi falda, buscando la entrada desde mis medias, rasgándolas
con fuerza. Era Rob, su mirada desprendía puro vicio. Hice un ademán de apartarlo
de mi, pero al no poder la primera vez, no lo volví a intentar, me arrastré a
él, a su fuerza, a mi deseo. Nos besábamos con rabia, mi blusa entreabierta
dejaba ver parte de mis pechos dentro del sostén. Mis manos recorrían también
todas las partes de su cuerpo.
-
Vayámonos de aquí.
El se apartó y me cogió de la mano, arrastrándome con vigor por la avenida,
iba tan rápido que con mis tacones se me hacia muy difícil seguirlo, pero lo
hacia, en ese momento era una carrera a contra dilema ético.
Busqué mis llaves en el bolso mientras él continuaba magreándome. Entramos
en el portal, y ahí, en el mismo ascensor dónde medio año atrás me había beneficiado
a mi vecino, lo hicimos como si de eso dependiera nuestra supervivencia,
beneficiándonos el uno del otro.
Llegamos al rellano de mi piso, medio desnudos, el carmín de mis labios estaba
todo en los suyos y mi pelo caía en mi rostro sin saber qué había sido de la
goma que lo sujetaba.
Terminamos lo que habíamos empezado en el sofá de mi sala de estar.
Rob tenía la espalda empapada en sudor y yo jadeaba para poder aliviar mi
cansancio. Unos diez minutos después encendí el cigarro que Rob me ofreció,
hacia nueve años que no fumaba pero que más daba ahora, mañana por la mañana no
seria el cigarro lo que me haría arrepentir de lo que acababa de pasar.
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