El mes
pasado presentamos el curioso origen del sistema dodecagesimal-sexagesimal
(basado en el 12 y el 60) para medir, entre otras cosas y nada menos, el
espacio (trigonometría y astronomía) y el tiempo. Y cómo más de uno debió
pensar que el Mundo seguía un patrón más perfecto de lo que la testaruda
realidad nos muestra…qué chasco debieron llevarse los astrónomos mesopotámicos que
hubieran intuido un año de 360 días que cumpliera perfectamente con su sistema
numérico, pero comprobaran una y otra vez que estaba cerca…pero sin cuadrar; el
Sol (con sus solsticios) era obstinadamente caprichoso.
Otra decepción del mismo nivel debió ser el comprobar que la
Luna también prometía a la intuición más de lo que realmente cumplía al
recurrir al cálculo empírico: el año dura casi exactamente 12 ciclos lunares
completos (en realidad son 12,3), así que también se acercaba a la proporción
deseada, pero sin cumplirla. Con pequeños ajustes (añadiendo un grotesco mes
adicional de 62 días cada 6 años, una solución muy poco elegante) se acabó manteniendo
la división del año en 12 meses que fue adoptada por todas las grandes civilizaciones
antiguas entre Aquí y la India, y que ha llegado hasta nuestros días.
Los espectaculares acantilados de Étretat, Normandía
Los nombres de los meses
Los romanos, que como civilización fueron unos negados en
astronomía y que aportaron relativamente poco al avance del conocimiento
teórico (no así al aplicado; podríamos simplificar diciendo que fueron
excelentes ingenieros pero lamentables investigadores teóricos) son
curiosamente los que instauraron la nomenclatura de los meses que ha llegado
hasta hoy en casi todo el mundo occidental. Los idiomas latinos, eslavos y
germánicos (incluyendo el anglosajón) e incluso el griego y el críptico húngaro
(de la UE solo se salvan - búsqueda no sistemática - Finés, Lituano, Gaélico y
algunos meses del Euskera) han ad@ptado la nomenclatura romana: de enero a
junio se dedicaron a diferentes deidades, julio y agosto se dedicaron a dos
grandes emperadores (Julio César y Octavio Augusto, que fueron los que acabaron
de ajustar el calendario romano) y de septiembre a diciembre recurrieron al mamporreo
utilitarista y simplemente les atribuyeron ordinales (mes séptimo, octavo,
noveno y décimo). La explicación sobre el desajuste de dos meses en la
nomenclatura, así como otros pequeños desfases que solo fueron corregidos en el
Siglo XVI (pasándose del calendario Juliano
– establecido por Julio César - al Gregoriano –
bajo el mandato del Papa Gregorio XIII) es más largo de explicar que
trascendente para lo que nos ocupa…
Y las semanas, de 7 días…
Una vez más, los amigos mesopotámicos parecen ser los que
instauraron (o al menos fueron los primeros en dejarlo escrito) un sistema para
subdividir el mes en función de las diferentes fases de la Luna. Así, salieron intuitivamente
cuatro períodos de 7 días cada uno hasta completar los (más o menos) 28 días que
dura un mes lunar. Un día de cada semana se restringían algunas actividades,
por lo que quedó como un día dedicado al descanso y/o la oración. Las
civilizaciones que descendemos culturalmente de Mesopotamia acabamos teniendo
una semana de 7 días, con uno de descanso, con su correspondiente desarrollo
legislativo y religioso. Los nombres asignados a los diferentes días de la
semana fueron dedicados a los dioses y cuerpos celestes…y después cada
civilización los fue haciendo suyos.
Los latinos (salvo los portugueses) heredamos la tradición
romana (Luna, Marte, Mercurio, Júpiter, Venus), y las completamos con la
tradición judaica (Sábado, derivado del Sabbat) y cristiana (Domingo). Los
germánicos (incluyendo anglosajones) lo adaptaron a su mitología: vamos con el
inglés, por motivos obvios: Tuesday
(día de Tiw, deidad equivalente al dios romano Marte); Wednesday (día de Odín); Thursday
(día de Thor); Friday (día de Frigg,
mujer de Odín y equivalente a Venus); Saturday
(Saturno, aquí mantuvieron la palabra romana). Sunday y Monday son, obviamente,
los días del Sol y de la Luna.
El próximo mes repasaremos las interesantísimas relaciones
entre tiempo y geografía, cómo un suburbio londinense (Greenwich) se convirtió
en el punto de referencia para la medición del tiempo y la geografía a nivel mundial…
El observador
El enlace:
No lo estáis deseando, pero igualmente, ahí van los nombres
de los días de la semana en multitud de idiomas…
El momento jocoso-viejuno:
Sí, amigos, aún están entre nosotros esos filtros que
reducían la radiación de las pantallas de ordenador culonas…
La viñeta
Cosas de la política patria que suenan desde hace más de 40
años…
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