A falta de un clima tolerable y de una gastronomía digna,
los británicos siempre han tenido buenos motivos para encerrarse en casa a sumirse
en el alcoholismo o a pensar…y hay que reconocerles que, cuando se ponen a
ello, son unas fieras. Sin que sirva de precedente, homenajearemos a la pérfida
Albión y saludaremos algunos de los grandes avances tecnológicos que idearon
sus habitantes…
En el capítulo
anterior de esta serie tan caótica como la misma sección que la aloja,
explicamos con meridiano más o menos éxito cómo la medida precisa del
paso del tiempo permitió por primera vez conocer a la tripulación de un barco sus
coordenadas geográficas. En la época de invención y puesta en uso del
mencionado cronómetro (finales del S. XVIII, y notablemente desde principios
del Siglo XIX una vez derrotado Napoleón) el Imperio Británico estaba extendido
por todo el Mundo, con una tremenda red de colonias que, en un país que es
principalmente una isla, solo se podían gobernar y coordinar a través de una
Marina (mercante y militar) que tuviera un dominio total sobre el resto de
potencias. De hecho, solo tras la Segunda Guerra Mundial la Marina Real
Británica se vio superada por la de otro país (EEUU). La gestión de esta red de
barcos y territorios, repartidos literalmente por todo el Mundo, requería un ejercicio
de coordinación extraordinario, por lo que todos ellos necesitaban utilizar una
misma hora de referencia. ¿Cuál eligieron? Lógicamente, la del Observatorio
Real del Imperio, situado en un barrio de Londres, que pasaría así a ser
mundialmente famoso: Greenwich.
Imagen verídica de la estación de trenes de Tudela de Navarra en octubre de 2004...un genio andaba suelto...
La Revolución
Industrial, los trenes y los relojes: extraño triángulo
Como dijimos en el capítulo anterior, hasta hace poco más de
200 años, a excepción de los marineros y la clase aristocrática con su
ajetreada vida social, nadie tenía especial interés en conocer la hora exacta. Con
la Revolución Industrial y la organización del trabajo por jornadas (en horas)
comenzó a ser necesario que tanto el patrón como los trabajadores conocieran la
hora de entrada y salida. Sin embargo, por esta época, cada ciudad tenía su
propia hora, marcada por el mediodía solar local. La diferencia no fue
perceptible hasta que a la gente empezó a tener relojes de pulsera precisos y a
desplazarse a velocidades moderadamente ágiles. Obviamente, este “problema”
solo lo comenzaron a detectar los países que, a principios y mediados del Siglo
XIX, tuvieran una red de ferrocarril potable, es decir, Reino Unido y,
progresivamente, EEUU.
Esta bonita tabla mostraba a los viajeros de tren en EEUU las diferentes horas a las que equivalía el mediodía de Washington...imposible imaginar un sistema más incómodo.
A pesar de ser un país relativamente pequeño y orientado
Norte-Sur (por tanto, con un estrecho rango de Longitudes, poco más de 6º, es decir,
unos 24 minutos de diferencia entre sus extremos Este y Oeste), los británicos se
dieron cuenta de que era ineficiente y peligroso que cada tren fuera ajustando “su
hora” a la de cada ciudad por la que pasaba, por lo que adoptaron en la década
de 1840 la hora de los marineros, es decir, la hora de Greenwich, en todas sus estaciones
de tren. La mayoría de la población empezó a utilizar por tanto el célebre “Railway
time” u “hora del tren”, cuya implantación debió ser, como mínimo, chocante.
El acuerdo sobre la Hora Mundial
A finales del S. XIX, se ratificó en una Conferencia
Internacional a Greenwich como Meridiano de referencia de la hora Mundial,
pero también como Meridiano 0º, es decir, el punto que divide el Mundo en Este
y Oeste. Nuevamente, tiempo y espacio se cruzan. Así, lo que inicialmente fue
una convención para los británicos, en pocas décadas, y a falta de una
referencia más utilizada, fue adoptado por todo el Mundo, que tendría desde
entonces una misma hora de referencia. Luego llegarían las franjas horarias,
los movimientos de las mismas por cuestiones geopolíticas, etc…no se descarta
retomar el tema en un tiempo (o espacio).
Corolario
Y aquí acaba, hasta nueva orden, una serie que comenzó
cuando intentamos explicar por qué nuestro sistema matemático tiene base
decimal aunque también usemos habitualmente otros sistemas basados en el 12
y el 60 para medir el espacio y el tiempo…este último, además, se organiza
en semanas
y meses, y su medición precisa revolucionó nuestra manera de medir
el espacio…para acabar este mes con la convención definitiva sobre el tiempo
mundial y el espacio mundial.
El observador
l omejor es el comentario de las tablas de tiempo de EEUU, "Para un cálculo sencillo..."
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