La bota que aprieta

La realidad nos conduce. Hasta los creyentes, cuando no derivan a lo metafísico, y se esfuerzan por hacer una lectura tranquila de esa realidad que les permite organizar su implicación y protagonismo, así como su compromiso y aportación, hasta los creyentes-digo-han de sentirse conducidos por esa realidad.

Naturalmente, cada uno va a hacer su propia síntesis contando con la realidad que él mismo va a filtrar, según su historia personal, su identificación, su familia, su grupo social…circunstancias que no determinan absolutamente; pero que sí habrá que saber incorporar para intentar ir haciendo tal síntesis, la cada uno, claro.

Pero hay otro condicionamiento, parte ”englobante” e insustituible de la realidad: la Historia, con letra mayúscula. Ésta nos conduce. Es verdad que observamos grupos incluso poderosos que han disfrutado de privilegios abusivos, que consideraban legítimos, sólo porque tenían poder para imponerlos, generando con ello enormes privaciones en el resto de la –también- ciudadanía.

Podemos recordar el S.XVIII, cuando con los Borbones se crean las Academias de la Lengua, Hª y Arte y se van introduciendo en nuestro país las ideas de la Ilustración Francesa.

Estábamos aún en el Antiguo Régimen en que los monarcas “algo ilustrados” hacen todo para el pueblo, pero sin el pueblo.
Hemos de llegar al S.XIX en que tras la Guerra de la Independencia y la influencia de los “afrancesados” se proclama la 1ª Constitución de 1812, pronto derogada por Fernando VII. Tras el trienio liberal, 1820-1823, soportamos la “década ominosa” que llegará a su fin con la muerte de Fernando VII en 1833.

Se suceden unos años de luchas políticas por conseguir mayores libertades y una mayor calidad democrática en España durante la Regencia de Mª Cristina (la reina madre) y de Isabel II, cuando se suceden gobiernos de corte liberal: moderados y progresistas con fuertes problemas de fondo (los carlistas, el poder de la Iglesia, incipientes movimientos obreros y las reivindicaciones coloniales.

En 1868 se establece por primera vez el Sufragio Universal…sólo para varones mayores de 25 años, y se proclama una Nueva Constitución en 1869. Se elige a Amadeo de Saboya como rey de España, que dura apenas un año. Acaba de ser asesinado Prim, y se proclama la convulsa 1ª República también de corta duración.

El pronunciamiento de Martínez Campos en favor de Alfonso XII, y con Cánovas del Castillo, comienza el período de la Restauración hasta 1902 en que llega a la mayoría de edad Alfonso XIII.

Nuestra historia más reciente nos ha permitido a muchos de nosotros tener experiencias de organización política muy diversas. Así, a grandes rasgos, una larga Dictadura, una Democracia incipiente y prometedora, capaz de dotarse de una Constitución, una alternancia en el poder que parecía simplificar y facilitar la gobernanza: Derechas e Izquierdas. Ahí estaban también algunas minorías políticas regionales o sociales que “colaboraban” con mayor o menor facilidad.

Pero ahora mismo la Historia nos coloca en una posición a la que no estábamos acostumbrados, y parece que esa gobernanza se ha complicado. Como en una familia que se “abre”, se sientan a la mesa para debatir y tomar decisiones los abuelos-como siempre-, los padres-como siempre-y los hijos que pronto empiezan a opinar y pretenden intervenir…Y esto a los padres, aunque no sea cómodo, les agrada, y hasta les permite recolocarse mejor. Seguro que la flexibilidad resulta interesante para esa síntesis. Sí, avanzamos hacia la aldea global…Pero Europa en la que estamos es una realidad decisiva que nos ha permitido salir de nuestro claustro, aunque lo consideráramos “reserva” de no sé qué “valores espirituales”. También esta realidad debe conducirnos para no caer en el solipsismo (deformación del que pretende convertirse en única referencia de lo real).
Por esto no han sido inútiles estos cien días de encuentros de los grupos políticos: Les cuesta calzarse unas botas nuevas que aprietan, resultan incómodas al empezar a andar…Pero acabarán resultando confortables y permitirán caminar por campos nuevos, algunos, áridos y muy poco pateados. De esta manera tanto los grupos políticos como sus representados, los ciudadanos entrarán confiados en una nueva etapa democrática.

“La Cebra” - Guillermo Lanseros

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