Los
que tenemos una tendencia desaforada a enmarronamientos no remunerados no somos
capaces de dejar pasar una oportunidad como es producir un corto de nivel de
dificultad media sin tener ni idea de lo
que hay que hacer…aquí comienza una mini-serie sobre mi experiencia en este
proceso, con un punto de vista totalmente subjetivo y personal, por si a
alguien le interesa(ra)…
Uno
no es impermeable a la gente motivada ni a los proyectos kamikazes y aún menos a las
casualidades (“solo la casualidad nos habla”, decía Kundera). Así que cuando P
y H me comentan un día en un bar que tienen el guión de un corto bastante avanzado y que solo les faltan las localizaciones, y a medida que me dan más detalles se hace evidente que Solsona (uno de los extremos del péndulo en el que
vivo) cuadra exactamente con lo que están buscando y que además les hace falta un productor aunque sea novato…solo hay que zambullirse en
el torrente y fluir.
¿Qué
hace un productor?
Yo
tenía entendido que el productor es la persona que pone el dinero y luego se
queda con casi todos los beneficios, repartiendo las migajas entre las gentes
que hayan participado en el rodaje. Sin embargo, para mi
sorpresa, resulta que el productor es básicamente un conseguidor, un Señor Lobo, un apéndice de su teléfono móvil, un “a man provides”…en
otras palabras, un brown-eater redomado que se encarga de aportar o conseguir muchos de los medios que hacen falta para que el corto se realice satisfactoriamente. A falta de presupuesto, el productor utiliza
miserablemente motiva y hace partícipes a sus amigos y conocidos (y
a conocidos y amigos de éstos) para conseguir lo necesario,
además de buscar por su cuenta un montón de objetos insospechadamente imprescindibles.
Fase
1. El guión
El
primer paso fue revisar el guión (en este caso, del subgénero agrothriller y de unos 15 minutos de duración), que ya estaba
medio trabajado y que fue el cebo que me acabó de convencer. Por un lado, el
objetivo de estudiar el guión era ir pensando dónde se podían hacer las
diferentes escenas, que a la sazón era mi cometido principal. Por otro, leer
con “ojos frescos”, permitía aportar ideas, darle mil vueltas a la trama buscando agujeros en la línea argumental, pensando qué
implica para la historia hacer cualquier modificación por nimia que sea; cómo
explicar mejor lo que puede no ser obvio para el potencial espectador y cómo
disimular lo que se quiere sugerir sin reiterar;
qué giros suicidas podrían dar vértigo a la trama, qué matices sutiles o
rupturas en la línea temporal podrían enriquecerla, qué palabras escoger para
que cada diálogo sea plausible y a la vez interesante... todo esto
poniéndolo en común con D, implacable detectora del más mínimo cabo suelto o
detalle incoherente.
En este proceso uno se va formando una imagen mental de
los lugares, los personajes, el aspecto que tendrán determinadas escenas…mientras en un (habitualmente latente) segundo plano cerebral están en
ebullición decenas de imágenes de películas vistas que reclaman a empujones ser homenajeadas; canciones que piden sonar (SGAE mediante) y otras dinámicas telúricas que te asaltan a cualquier hora del día
o la noche. Esta fase ha sido una de mis favoritas. Llegados a este
punto, haremos un inciso anticlimácico y fácilmente malinterpretable, pero no
por ello vamos a dejar de ventilarlo: detecté ciertos paralelismos entre escribir
o retocar un guión de una historia de ficción y una solicitud de proyecto de
financiación competitiva. Desarrollando: uno puede llegar a sentirse casi
orgulloso de escribir determinadas propuestas de proyecto, que sean capaces de
elaborar, metiendo con disimulado calzador todas las palabras y temáticas clave
impuestas por la convocatoria, una historia con hilo argumental que debe ser creíble
y atractivo del principio al final, que debe tener un ritmo y una duración
limitados por el número de caracteres de cada apartado y por la cercanía de la
fecha límite de entrega…una historia en la cual, si no crees, no hay opciones
de que sea aprobado (y aunque creas en ella tampoco hay garantías…).
Volviendo
al corto, las decenas de anotaciones y propuestas de modificaciones del guión son
pulidas, suavizadas y enviadas con la máxima diplomacia posible a los autores
originales (en esta fase aún era “su” corto…) intentando (1) que no te echen
del proyecto; (2) que no se ofendan
por los cambios más profundos y (3) que los cambios propuestos sean aceptados, pasando por el inevitable y enriquecedor peaje de las discusiones,
puestas en común y búsqueda en ocasiones de terceras vías, con perdón. Por
suerte, P y H son gente muy civilizada y conseguimos un guión que nos gustó a
los tres…incluso a D!
Fase
2. Primeros preparativos
Una
vez cerrado (o casi) el guión entre los (por entonces, tres) miembros
del equipo, éste recibe el apellido “literario”, y que describe
qué se cuenta,
organizado en escenas, es decir, trozos de la narración que ocurren en
un mismo sitio. A continuación se prepara del guión técnico y se localiza.
El
guión técnico, cuya existencia desconocía aunque intuía, describe cómo se contará la historia, y divide
cada escena en uno o varios planos (cada uno de los cuales es, para el
espectador, una toma ininterrumpida). Básicamente, este guión es una tabla en
la que se anota, para cada escena y plano, todos los aspectos técnicos:
dónde va la cámara, qué movimientos realiza (ojo, hay tres dimensiones
más el tiempo más una quinta que sería el campo que entra en cuadro, es decir,
lo que entrará entre las cuatro esquinas de la pantalla), necesidades de equipo
técnico auxiliar (ver próximo capítulo, enlace aún no disponible), tipo de iluminación,
si se grabará sonido o no, qué personajes/actores aparecen, vehículos, hora del
día a la que hay que rodar…todo este proceso se realiza con un ojo en el guión
literario y el otro…in situ, en la localización.
Localizando y haciendo anotaciones para el guión técnico
“Localizar” consiste en ir a la lista
de lugares que, en la cabeza del productor, pueden acoger las escenas, y discutir con el resto del equipo los pros y contras de cada
opción…en paralelo, se va preparando o afinando el guión técnico. Gran parte de
mi función fue ésa, buscar varios posibles sitios para cada escena y acordar un
encuentro con terceras personas para visitar cada sitio. Las localizaciones
más truculentas fueron las carreteras y una casa. La/s carretera/s debían parecer aisladas (vegetación a ambos lados, estrechas y sin línea en el centro) pero estar asfaltadas...por un milagro del destino y gracias a B encontramos un camino privado asfaltado cuya amable dueña nos permitiría ocupar libremente durante unas horas. El otro gran escollo fue encontrar una casa que
cumpliera con las exigencias del guión: aislada, visible desde la carretera, con un camino de acceso corto y ligeramente oblicuo, un exterior con
personalidad y un interior claramente “rural”, un cuarto de baño que se
pudiera ver desde un pasillo lo más largo posible…tras contactar con todos los habitantes conocidos de casas potenciales
lo suficientemente inconscientes como para
abrirnos sus puertas, visitarlos y ver cómo cada casa tenía algo que nos valía, pero ninguna lo tenía todo, en la sexta y última visita nos encontramos ante esta joya:
No
se podía pedir más…bueno sí, el interior era perfecto y sus amabilísimos habitantes
altamente prestos para contribuir a la causa…
Y
hasta aquí podemos leer por hoy. En el próximo capítulo, la preparación del
rodaje.
El
observador
La cita:
"Si puede ser escrito o pensado, puede ser filmado". Stanley Kubrick.
"Si puede ser escrito o pensado, puede ser filmado". Stanley Kubrick.
Olé tu! Amb ganes de més!
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