La fase simiesca de las crías humanas

Tras repasar algunos de los célebres momentos de las crías humanas en fase equinodérmica (primeros 9 meses) y en fase perruna (12-18 meses) por fin llegamos a una bastante más llevadera a ratos, conocida como Fase Simiesca, es decir, la de algo antes, durante y algo después de cumplir 2 años (24 meses para los fanáticos del tema). La cría humana ha ido progresando y ha pasado de caerse torpemente mientras camina a poder trepar y caerse torpemente desde sitios cada vez más elevados. Pero sin duda lo más relevante son dos fenómenos interrelacionados: la imitación compulsiva y el inicio de la emisión de sonidos crecientemente coordinados (hay quien aventuradamente los llama “el habla”).

Todo el mundo sabe que la imitación es la base del aprendizaje. En esta fase, en la que cada hora adquieren y asimilan nuevas palabras y habilidades, los críos repiten incansablemente todo lo que oyen decir y todo lo que ven hacer.

La playa, fuente inagotable de descubrimientos

El hecho de que empiecen a hablar tiene enormes ventajas (me duele estome pica aquello) en comparación con el llanto inconsolable y difícil de entender de los meses previos. Su gran objetivo es incorporar más y más palabras a su incipiente vocabulario, por lo que buscan identificar, procesar y aislar todo nuevo léxico que llegue a sus oídos. En este sentido, mostrarán una querencia particularmente intensa por repetir a grandes voces los nuevos vocablos oídos en la calle o en el parque, especialmente el rico abanico de insultos e interjecciones disponibles. También puede sorprender el célebre “efecto eco”, ése que te permite darte cuenta de los latiguillos propios cuando los oyes enunciado por ese híbrido entre bebé y niño: véase “macho”, “vaya hombre”, etc.

Otra prueba de la ebullición a la que está sometida su cerebro son las incipientes asociaciones lingüísticas: por un lado, comienzan a rescatar y enlazar vocablos sueltos, cuando por ejemplo oyen en una conversación una palabra que habían oído antes en una canción, y la repiten mientras repasan su biblioteca mental hasta poder formular las palabras que la precedían o seguían en dicha canción. Ejemplo práctico: oyen en una conversación “diciembre”, y unos segundos después dicen “fun fun fun”… Además, empiezan a conjugar verbos, algo de lo que solo te das cuenta cuando lo hacen mal, ya que es imposible que hayan oído a alguien decir “lo has abrido”. Es también entrañable ver cómo las criaturas que son/serán bilingües o protobilingües hacen sus traducciones intuitivas entre ambos idiomas; por ejemplo: en casa se han escuchado por primera vez términos como “cigrones” o “piñoles” (cigró es garbanzo en catalán; pinyol es el hueso de aceitunas y frutas de hueso). Pese a estos accidentes jocosos, también se hace patente cómo son capaces de distinguir entre dos idiomas, cuando apenas manejan unas decenas de palabras de cada uno de ellos…

Otros aprendizajes

Sus imitaciones no se limitan al lenguaje sino que son extensivas a todos los ámbitos… las más reseñables son aquellas en las que uno se ve reflejado, como cuando imitan tics propios: cruzar los brazos por la espalda, rascarse la cabeza, cualquier mueca que hagas de manera inconsciente, etc. Y luego hay otras imitaciones más elaboradas, como cuando tratan con objetos inanimados mientras hacen de ti (aunque no lo quieras reconocer), o cuando copian tus actividades cotidianas. Uno de estos pequeños individuos puede asistir con inusitada atención al pelado de decenas de verduras, una pequeña reparación de la bici o un fregado de platos…poco después intentará formar parte de la acción, lo que da lugar a un reto complicado: hacer que se sienta partícipe haciendo algo que no sea particularmente molesto…véase hacerse con una escoba de juguete para que barra lo más lejos posible de la zona que se está barriendo de verdad, darle una herramienta no letal para que “arregle” una caja de cartón, etc.

Si han visto que hay que ponerse casco para ir en bici también pueden pedirlo simplemente para salir a la calle…

Por último, en esta fase empiezan a dar muestras de carácter, y a priorizar qué es lo que quieren hacer, escuchar y ver, lo cual es muy positivo hasta que llegan a sus oídos determinadas canciones “infantiles” de infausto efecto en el adulto medio, particularmente a partir de la audición (consecutiva, claro) número veinte. Al menos nos queda el consuelo de poderles comenzar a enseñar canciones menos lesivas, que irán repitiendo con creciente y celebrada precisión…

Quizá lo mejor de esta fase es que nosotros podemos comenzar también a aprender de ell@s...


El observador

Share this:

Publica un comentari a l'entrada

 
Copyright © Revista CriTeri. Designed by OddThemes