Cosas del castellano (también aplicables al español)

Tras la sesión sobre presuntas conspiraciones lingüísticas y usos sospechosos de las lenguas, continuamos el repaso no exhaustivo de idiomas (se promete que termina aquí, o casi seguro) con algunas recomendaciones a la hora de utilizar el castellano (o en su defecto el español) sin ofender demasiado a nadie. Y es que, y contra todo pronóstico, la comunicación escrita ha resurgido gracias a las nuevas tecnologías de comunicación, internet y los móviles, principalmente. Cuando todo apuntaba a que la comunicación hablada y visual sería la imperante (todas las películas futuristas chusqueras de los años 70 y 80 mostraban la videoconferencia como evolución natural e inevitable del teléfono), nos descubrimos hoy en día viendo algo de la gente conocida que hace años sólo podía verse por carta (es decir, en casos muy concretos): cómo escriben. ¿Es un aspecto importante? Al menos es significativo. Y es una responsabilidad para aquellos con un mínimo de conciencia lingüística el hecho de heredar el testigo, compartirlo y transmitirlo de la mejor manera posible.

En una sociedad casi plenamente alfabetizada como la nuestra, con educación obligatoria hasta los 14 y ahora hasta los 16 años cabría esperar que todos dispusieran de los medios mínimos para poder expresarse adecuadamente por escrito. Sin embargo, los nuevos medios de comunicación se caracterizan, ante todo y a diferencia de las cartas, por las prisas en la redacción y la banalidad en el contenido. Nos vemos (lo que no necesariamente significa que lo estemos) forzados a escribir rápidamente mensajes de texto, correos electrónicos, notas en un foro o red social con los cuales podemos aniquilar en cuestión de segundos varios siglos de evolución de un idioma. La única desviación razonable del castellano escrito parecería ser la supresión de símbolos tan redundantes y poco necesarios como la apertura de preguntas (¿) y exclamaciones (¡). El resto de cosas presentadas a continuación merecen al menos una reflexión...


La fiesta de las flores, Girona...

Por un lado están las abreviaturas, admisibles en ocasiones por cuestiones de espacio (mensajes de móvil), si bien han derivado en un uso masivo en el cual la gente abrevia por abreviar...¿cuánto tiempo adicional ganas al utilizar abreviaturas en un correo electrónico? ¿Qué prioridad ineludible y primera magnitud te fuerza a cambiar LL por Y, o BU por W? ¿Qué clase de abreviatura es la K con respecto a la C? Pero no son solo las abreviaturas lo que hace daño a la vista en estos medios de infracomunicación: hay errores ortográficos tan comunes como dañinos, que igual mediante esta modesta denuncia pública podamos reducir o mitigar ligeramente... por ejemplo, y por orden de prioridad: “Haber” no es intercambiable por “a ver”. Otros casos sangrantes: la diferencia entre “haya” y “allá” (no incluiremos “aya” por no complicar la vida), así como entre “hay”, “ahí” y “ay”.


Otro tema aparte es la utilización de extranjerismos de manera masiva e innecesaria (es decir, cuando hay un equivalente exacto): e-mail, pen-drive, post (y postear, claro)… Curiosamente, mucha de la gente que abusa de estos términos no es capaz de hablar inglés (o cualquier otro idioma extranjero) correctamente, llegando incluso a jactarse de ello. También es cierto que la cosa podría ser peor, y aún preservamos en castellano muchos términos que se han perdido en el francés (week-end), el italiano (computer) o el español de Latinoamérica (rankear, “aplicar” en vez de “solicitar”, etc). En cualquier caso, tampoco cabe ser inquisidores en este sentido, ya que toda lengua debe evolucionar y enriquecerse de términos de otras, y no es cuestión de escandalizarse cuando ya hay tantas palabras procedentes de lenguas modernas totalmente integradas...a veces dándoles entre medias un toque castizo: o bien se adapta la escritura: mitin, escáner, capó, estándar; o bien se adapta la pronunciación: sidecar. En otros casos, directamente se desgracia la palabra de manera íntegra: véase el “choped” o el “niqui”.

En cuanto al castellano hablado, no suele haber fallos tan molestos, a excepción de la S final añadida sorprendentemente a “dijiste”, “viniste”, etc. Pero lo que sorprende de verdad en el castellano hablado son los relictos: expresiones que aún son utilizadas en algunos círculos o por algunas personas, y que de alguna manera aún emergen en gente de la que se considera impropio utilizarlas por cuestiones puramente generacionales; véase a una persona de mediana edad diciendo, indistintamente, “en un santiamén”, “en un periquete” o incluso “en menos que canta un gallo”. Claro, que la cosa empeora cuando su aprendizaje ha sido defectuoso, y se oyen cosas como “Rita la cantadora” o “la profesión va por dentro”. Con un par.


También cabe hacer una reflexión sobre algunas expresiones de las cuales no se sabe cómo han podio llegar a nuestros días, como por ejemplo las cosas que duran “una hora de reloj” o cuando nos referimos a la edad de alguien que tiene “doce años para trece”. No va a ser para once, señora.

Por último, y para cerrar esta serie de ideas (puede apreciarse que no hace falta decir brainstorming, aunque suene muchísimo mejor) sobre lengua habría que preguntarse si hacen falta tantos idiomas en Word. Personalizan en muchos países los teclados, pero no se les ocurre que en cada ordenador no se utilizarán jamás el 99% de los idiomas ofertados, y que, de hecho, es un engorro buscar el idioma exacto en el que quieres trabajar…y qué idiomas nos dan a elegir, incluyendo el ibibio, las 9 variedades de Sami, el fulfulde o el sotho septentrional (gran discriminación hacia los que hablan sotho meridional, usuarios de Apple probablemente); no sólo no los escribes sino que nunca los lees ni los leerás jamás… Si alguien sabe cómo se pueden eliminar estos idiomas de la lista de opciones, que lo diga y hará un gran favor a los que no tenemos tiempo ni de escribir sin abreviaturas!


El observador
(la falta de firma en el capítulo anterior no fue premeditada, suspicaces amigos …)


Se recomienda:

La película “Cadena perpetua”, de Frank Darabont (muy vista pero igual merece la pena);
La canción “Nightswimming”, de R.E.M.
El libro “Abbadón el exterminador”, de Ernesto Sabato

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