¡MÍRAME POR FAVOR!




Maribel lo sabe todo de los Henley. Hasta podría llegar a su casa con los ojos cerrados. Maribel está enterada de la reciente crisis matrimonial entre Frank y Dora Henley. Un lío. A Frank no le subieron el sueldo como pensaba y no pudo cumplir con la promesa de construir la tan esperada piscina en el jardín trasero, en Tucson, Arizona.


Dora se lo tomó muy mal y se desahogó violentamente con todo el mundo, refiriéndose a Frank como un fracasado que no sirve para nada. Para reparar el daño, Frank reservó un last minute a Florida para mediados de febrero y la riña de momento se ha acabado.
Maribel se ha puesto roja de la envidia mirando las fotos de los hijos de los Henley, Jane y Mike, bronceados y felices en las cálidas olas del océano Atlántico, mientras que en su casa hace un frío como nunca. Jane se hizo amiga de Liz, una estudiante de Ohio, a quien a Maribel no le gusta: la considera hipócrita. ¿O será porque Mike se ha enamorado de ella? En el disco duro de Maribel, hay docenas de fotos de Mike ... Algunas hasta las ha impreso y puesto encima de su mesita de noche cerca de las poesías dulces que Mike escribe ocasionalmente. Incluso Bart, el labrador de los Henley, tiene su página en Facebook; a Maribel le encantaría que sus padres le compraran uno igual ...

Maribel vive en Mataró, Catalunya y nunca se ha encontrado con los Henley en persona, ni ha comunicado vez alguna con ellos, ni ellos se imaginan que una niña catalana de diecisiete años esté siguiendo su vida, día tras día, foto tras foto, pensamiento tras pensamiento. Pero Maribel no está loca, ni está haciendo nada ilegal: está simplemente "espiando" la vida de los Henley que ellos mismos le muestran en Facebook, Twitter, Flickr, YouTube, blogs, etc....

Es impresionante la cantidad de información personal que, como los Henley, colgamos en Internet, a disposición de cualquiera: fotos de las vacaciones, pensamientos privados, noticias de la familia, número de pasaporte, el color del sostén, hasta vídeos de performances sexuales ... muchas veces sin preocuparse por los posibles problemas: ¿quién lee cuidadosamente las políticas de privacidad de los sitios a los cuales facilitamos nuestros datos? Y los que escriben sobre el trabajo o novias/os sin considerar las consecuencias? Sólo hace unos pocos años nadie hubiera imaginado que serían los propios usuarios quienes fueran a contribuir una gran parte de los contenidos de Internet. Y nadie podía suponer que estos contenidos fueran principalmente detalles de nuestras vidas que hacemos públicos con la mayor naturalidad, en desafío de toda preocupación por la protección de los datos personales. Y finalmente, nadie podía suponer que tal vez la actividad favorita de la web 2.0 (es decir, el Internet de las redes sociales), habría sido espiar, o mejor dicho, to peer (mirar detenidamente). El nuevo Internet se alimenta de espiar la vida de los otros o interesarse obsesivamente en lo que hacen los otros: personas conocidas y desconocidas, nuevas y viejas novias, colegas, estudiantes, profesores, etc., etc.

El prodigioso éxito de Facebook y otras plataformas destinadas a compartir datos e información personal se basa en un mecanismo muy simple: voy a publicar mis asuntos, incluso los más triviales, y preocuparme por los de los demás, quienes a su vez, se preocuparán por los míos. Un círculo que se auto-alimenta, en el cual cada persona es a la vez sujeto y objeto del "ojear". Las razones residen desde luego en la natural curiosidad humana: el chisme es un ejercicio tan viejo como el mundo, parte constitutiva de nuestra sociedad, mucho antes que Internet.
Sin embargo, esto explica sólo parcialmente el proceso. ¿De dónde sale esta voluntaria práctica de poner a disposición de los demás el objeto de su mirada? ¿Por qué tenemos esta necesidad de poner nuestros asuntos en la plaza? ¿Por qué lo hacemos con tanta perseverancia y disciplina? Claro, están los exhibicionistas perturbados, los fanfarrones, los narcisos ... pero el fenómeno es demasiado amplio para ser explicado sólo por un impulso insano por mostrar.

En la película "One Hour Photo”, Robin Williams es el empleado de un laboratorio fotográfico, cuya obsesión se vuelve seguir la vida de la familia a la cual revela sus fotos de vacaciones, cumpleaños, bodas, etc .. Hoy en día, la imagenes van directamente de nuestra cámara a nuestro computador: la ausencia de la mirada ajena de aquellos que las revelaban ha liberado nuestro pequeño y gran exhibicionismo, sano y enfermo, principalmente relacionado con el sexo. Pocos llevaban a revelar las fotos de la novia desnuda o de actos sexuales. Hoy, se fotografía todo, pero, paradójicamente, ahora que sólo podría ser visto por nosotros, todo se muestra. La impersonalidad del medio Internet, la posibilidad de no cruzar la mirada del fotógrafo que ha visto nuestras fotos, hacen las cosas más fáciles. Pero hay mucho más.

El éxito de los realities está directamente relacionado con lo de las redes sociales y nos ayuda a comprender el fenómeno. El mensaje de los realities es que es necesario ser vistos para ser alguien. Me espían y por lo tanto soy. "Existo" si alguien mira y comenta mis fotos, se registra a mi blog, me sigue en Twitter, me deja un mensaje en mi página de Facebook. Si no exhibo mis fotos de las vacaciones o de mi vida diaria, para que alguien las mire, es como si no me hubiera ido de vacaciones o mi vida diaria fuera inconsistente. "Posteamos" algo y nos apresuramos con ansiedad a la espera de un comentario, que dé vida y sentido a ese algo. Es más, nos parece que la fama está al alcance de la mano, es suficiente con compartir todos nuestros asuntos, nuestras fotos, nuestros vídeos. No se necesita ningún talento para convertirse famoso. ¿Cuántos se han vuelto "famosos" por un vídeo "raro" publicado en YouTube? Gracias a Internet ahora podemos ejercer nuestro "derecho a quince minutos de fama", como dijo Andy Warhol. El inconveniente es que casi siempre se trata de una fama efímera y fugaz: al día siguiente, otro sustituirá a nuestro vídeo, otro personaje del reality capturará la atención del público, y volveremos a la masa de los no famosos.

La otra cara del asunto es que el círculo anterior se basa y se alimenta a través de una regla no escrita entre los protagonistas del “gran chisme”. Después de ver tus fotos y leer tus pensamientos, la "norma" exige que yo deje un comentario de agradecimiento por tu nuevo corte de pelo o por la belleza y profundidad de sus reflexiones. Consecuentemente me garantizo que tu harás lo mismo en mi blog o en mi página de Facebook, comentándome, al frente de todo el mundo, que me quieres y que mi gatito del cual acabo de publicar una foto es diiiiiviiiino. Dar a conocer fotos, pensamientos y emociones es, por lo tanto, una premisa y una condición previa para recibir la aprobación incondicional y continua de los demás, incluso de los desconocidos. Comparto mis (des)aventuras con el mundo de Internet, sabiendo que alguien las comentará con una mirada benevolente y me dará fuerza para enfrentarme a ellas. Y haré lo mismo con los otros y así sigue el circulo. Se comparten nuestros asuntos para evitar la soledad y recibir apoyo y soporte social. No por casualidad el mecanismo comienza y termina con 'yo': mi página de Facebook, mis fotos, mi blog. La "amistad" se ofrece a menudo de forma incondicional, superficial y con la intención de recibirla de vuelta.

Como casi todos los medios tecnológicos, en términos generales, incluso el "peering" en Internet puede ser bueno o malo según la inteligencia de sus usuarios. Esta experiencia cibersocial puedo pagarla con la pérdida de contacto con el cuerpo, la ciudad, mis vecinos o compañeros de trabajo. Y con una serie de amistades efímeras que me dejan aún más solo. Tal vez caído en desgracia de por vida en YouTube o despedido por hablar mal del jefe. O puedo usarla para mantenerme en contacto con mis amigos que viven en el otro lado del mundo y verlos por fiestas de Navidad sin que meses o años de alejamiento, hayan creado una clara separación.
A propósito, por favor, dejad un comentario en este artículo maravilloso ... estoy muy solo últimamente ...

Jumpi
Artículo original de L'Undici.

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