LA PELI DEL MES

Sorprendentemente, la poderosa película de Kathryn Bigelow derrotó a la súper favorita Avatar y se llevó 6 merecidos oscars, a pesar de la competencia del más alto nivel. Bigelow, con una película sin estrellas mediáticas (una muere al principio y la otra hace poco más que un cameo) y sobre una guerra que ya ha pasado de moda, es la primera mujer en ganar las estatuillas de mayor prestigio en el mundo del cine. L’Undici asistió a una proyección de la película hace 14 meses y ahora espera que los oscars la devuelvan a la pantalla grande con la distribución que se merece.


La película, The Hurt Locker es en realidad del 2008 y se estrenó a principios del 2009. Pero hasta ahora, por una escasa distribución que la mantuvo en las salas durante muy pocos días, la hemos visto unos pocos.

Bueno, estamos hablando del ganador, no de una película menor: seis estatuillas, entre las cuales las dos más importantes (mejor película y mejor director), pero sigue siendo una película de bajo presupuesto que gana a la súper película nacida para vencer en todas las categorías y ahora obligada a conformarse con premios menores (aunque se consuela con el dinero de la recaudación, ¡pobrecita!).
De acuerdo, Kathryn Bigelow no es lo que se dice una autora off o una principiante, pero no es una máquina de oscars: un par de películas interesantes al comienzo de su carrera: el adrenalínico y ahora thriller de culto Point break (1991), el excesivo Strange Days (1995) y otro par de buenas películas, pero poco conocidas (El peso del agua (2000) o K-19 (2002)), además de una serie de televisión y unos cuantos cortos.





Lo reconozco, la batalla de los sexos con su ex marido (el director de Avatar) y el síndrome: “apoyemos a David contra a Goliat” puede haber influido entre los nobles votantes de la Academy of Motion Picture mas allá de los méritos reales de la obra, pero aquí estamos hablando de la primera película sobre la (segunda) guerra de Iraq capaz de ganar un reconocimiento, tras el molesto silencio hacia películas excepcionales como Redacted de De Palma y dignas como En el Valle de Elah (dadme a un fenómeno como Tommy Lee Jones y a una belleza como Charlize Theron y os hablaré bien de cualquier película).
Si para entender el significado del título, haría falta un equipo de traductores (hay quienes lo identifican como el término de la jerga militar para llamar a los explosive experts (los que desactivan las bombas), otros con el término de la jerga militar que define la caja en la cual vuelven a casa los objetos personales de los soldados estadounidenses muertos en misión, y algunos con el término de la jerga militar para describir un sitio particularmente arriesgado, pero en lo que todo el mundo está de acuerdo es que se trata de un término de la jerga militar, que ya es algo), la trama es tan simple que casi no merece ser contada: el sargento Will James llega a Irak para dirigir un equipo de desmantelamiento de minas que incluye también al sargento Sanborn y al soldado Eldridge (en la primera escena, el precedente jefe del equipo explota durante la desactivación de una bomba). A lo largo de la película, seguimos la acción del trío, marcada en la pantalla por el número de los días de servicio, oliendo el miedo en cada esquina de la calle, cada vez que aparece un civil con un móvil en la mano o un cable que podría estar enganchado a una bomba, pero también compartiendo la adrenalina disimulada por la aparente calma del sargento James, que se enfrenta a las bombas como si fueran cerraduras que desmontar, con la curiosidad de los que quieren descubrir quién va a ganar, si él o la bomba.



ADVERTENCIA: ¡spoiler!

Y cuando, tras completar los 365 días de servicio, James vuelve a casa, donde le esperan una esposa enamorada y un hijo recién nacido, se entera de que la tranquilidad de una vida normal (nada particular: sólo la normalidad de jugar con el hijo y de ir al supermercado) ya no le satisface. No hay crisis de identidad, ningún acceso de ira, o noches sin dormir mirando hacia atrás, a la matanza en Iraq, ningún pensamiento que se mueva sobre las alas de la emoción hacia a los compañeros que siguen allí, sólo saber que algo falta, de hecho, que falta todo (maravillosa la escena en la cual James, acostumbrado en Irak a jugar con su vida eligiendo en unos pocos segundos qué cable cortar, al ser enviado al supermercado de al lado de casa para comprar unos cereales, se queda paralizado, incapaz de escoger ante un estante lleno de latas y marcas ). No le queda nada más que volver a presentarse como voluntario para otra sesión de 365 días, cada uno de los cuales podría ser el último. Y no por casualidad, la película termina con la imagen de un nuevo día 1, en el que nuestro héroe, incorporado a un nuevo equipo, se prepara para desactivar una nueva bomba.


Gigi
Artículo original de L'Undici.

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