Huida improvisada

Todo se alza y se extingue.
Todo es dos fuerzas fundamentales y opuestas,
tan peculiares, tan verdaderas y macabras,
porque incesantes crean y destruyen
cual máquinas de influjo energético perpetuo.

Con terror a lo perdido
entre la niebla de estas calles grises
de esta isla fría,
mientras el futuro es incierto
debido a divisiones político-internacionales
y a definiciones voluptuosas del amor
o abstracciones hechas palabras rimbombantes
que en un espejismo parecen
proporcionar más información
acerca de los conflictos brutalmente desconocidos
que atribulan a la humanidad.
Y algunos siguen soñando con más petróleo, más oro
y huelgas barullentas amenazan embajadas
decapitan a miembros diplomáticos de castas inferiores
y palabras de tu idioma las pronuncian jóvenes
con nombres de poemas de amor
o cincuentones de mustacho y pensamiento convencional.
Como si dos pequeñas ardillas
a cada lado de una puerta
también pequeña
disputaran con sus voces de ardillas
los sentimientos incomprensiblemente heridos
que separaron sus vidas pequeñas
de animalitos de bosque.
Yo me marcho de esta isla
cruzo el atardecer y me dirijo
hacia otra noche oscura
hacia otra ciudad de cuya niebla
aún no puedo hablar
porque la imaginación me tiembla
cuando descubro el verde
oscuro llamado horizonte
y de pronto los canales del norte remoto
creados para el transporte
de materiales durante la revolución industrial
se me aparecen como líneas luminosas
como hilos tenebrosos
tapizados por el bosque negro
ya imposibles de navegar.



Reinaldo Reyes

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