Otro escrito literano.

Perdí la cuenta de los giros que va dando el planeta,
y por lo tanto, ya no sé qué horario es allá donde habitas.



Cuando regreso a casa, observo
restos de agua sólida sobre la Tierra.
Remarco en la húmeda pasta arcillosa sobre el asfalto.
Pero en lugar de giros, he comenzado
a contar las líneas divisorias,
las atravesadas fronteras,
las nubes que caprichosas, se dispersan,
se dispersan…
Y así es como últimamente las veo,
irse escasas y lentas, desmembrarse.
Mientras pienso intensamente en las ciudades,
en las más oscuras que aún debe contener el norte,
y recuerdo la luz de su sol descarriado,
los consecuentes rincones de obliteradas soledades.

Cuando aquí son las doce menos cuarto, me intriga:
"en qué habrá malgastado todos estos días?",
“que pasó con toda la juerga, que solía ser tan escasa?"
En su honor camino solo por el pueblo, revindicándola.
Me detengo a beber muchos, muchos cafés.
En secreto leo sobre fenómenos desconocidos,
que algunos intentan, infructuosamente, decifrar,
pero sobre los cuales, muchos otros, ni se cuestionan…
Y a veces ya casi, casi,
me veo sin remedio, claudicando.

Pero para esta tarde prometo seguir con la mirada,
la transición fría de un solo color.
Pensar en cuanto se conoce.
Pensar en como todos nos lo ocultan,
y en la terrible crueldad que así, cada vez,
ellos, muy felices, conmemoran.


A. Litero

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