Inspirado por la extraordinaria
lista en sesión doble (1
y 2)
que el maestro Antonio
Sigüenza ha preparado con las películas de su vida, aceptaremos el reto que
nos lanza de airear nuestras filias fílmicas, con una lista de aquellas que más
nos han marcado…como da para bastante más que para un comentario en su sección,
y a falta de nada mejor para contar este mes, vamos a dedicarle un artículo
propio…
No me atrevería a ordenarlas por
orden de lo que me han gustado (¿cómo decidirlo?) sino que las comentaré en el
orden aproximado en que las vi por primera vez…a algunas he vuelto, casi
peregrinando…
Las primeras películas de las que
tengo un recuerdo claro de haber visto reiteradas veces son las de la trilogía
(la primera!) de la Guerra de las
Galaxias, que, aderezadas con las figuras animadas que andaban por casa, me
hicieron partícipe de un universo que pude disfrutar con unos ojos que perdí.
También en casa había la buena
costumbre de tener grabadas y visualizar de vez en cuando varias películas de
los Hermanos Marx (de las que siempre destacaré Una noche en la ópera), capaces de introducir brillantemente
escenas divertidas para crías humanas intercaladas o simultaneadas con una
crítica social ácida y demoledora que pudieran disfrutar aún más los
especímenes adultos…entre este cine de los años 30-40 hasta Los Simpson pocos
han conseguido manejar esa dualidad de manera tan brillante.
Ya en fase metamorfósica hacia estadio
adulto, a uno le dio por películas más gamberras entre las cuales guardo con
especial cariño Top Secret, El Milagro
de P. Tinto y las tarantínicas y testosterónicas Reservoir dogs, Pulp fiction
y la última habitación de Four Rooms.
También fue de gran impacto el visionado de Trainspotting, con vertiginosos saltos entre drama y humor a cual
más descarnado. Curiosamente, en paralelo, el binomio formado por El programa
“Qué grande es el cine” y por las acertadas recomendaciones de los
progenitores, me permitieron descubrir algunas joyas de un estilo bien
diferente como El Golpe y sus giros de
guión salvajemente naturales; los primeros acercamientos a Kurosawa (Yojimbo, Los siete samuráis) o a Lubitsch (Ser o no ser).
Cosas que uno puede ver en Lanzarote
En vida universitaria uno empezó
a ablandarse fijarse más en los detalles y pudo disfrutar las obras
culmen de Isabel Coixet (Cosas que nunca
te dije y, sobre todo, Mi vida sin
mí, que me atrapó irremisiblemente y que nunca ha vuelto a igualar esta
mujer). Esta última me golpeó a un nivel similar a mi película preferida de
Aristarain: Martín (Hache), un
derroche de diálogos a cual más inspirado, y la entrañablemente tranquila Lugares comunes. En estas dos películas
aparecen dos de mis personajes cinematográficos preferidos: el lúcido Dante
(Eusebio Poncela) y la conmovedora Lilí (Mercedes Sampietro). Ligeramente por
debajo, Roma, vista en el mejor
momento posible. Debo admitir que todas las películas de este hombre viven en
la finísima barrera que separa la pedantería de la genialidad, y quizá en otro
momento más descreído de la vida me habrían/habrán parecido insoportablemente
snob, quién sabe. Por poner otra piedra en mi santuario personal de esta época,
destaco Cadena perpetua, la única
película que he vuelto a ver al día siguiente de haberla visto por primera vez.
También por aquellos años seguía
los sábados por la tarde el programa radiofónico de cine “Lo que yo te diga”,
que me empujó a conocer otras tres obras que me encantaron por lo original,
aunque el revisionado de las mismas ha tenido un resultado variable: Memento me ha encantado siempre que la
he visto, un alarde de originalidad y un trabajo redondo; Ciudad de Dios me gustó muchísimo aunque los amigos brasileños que
conocí posteriormente la criticaban por su absoluta falta de verosimilitud,
quién sabe; Cube me pareció
extraordinaria la primera vez que la vi, aunque en el segundo visionado perdió
mucho…
A El Padrino (las dos primeras, y la última media hora de la tercera) llegué injustificadamente tarde, pero a tiempo de disfrutarlas como se merecen, y repitiendo, la última vez, en formato maratoniano, consagrando un reciente fin de semana a su idolatría.
También gracias a las buenas influencias de casa pude descubrir las profundas irregularidades de Woody Allen, del cual me quedo con Match point (una ópera hecha película), Acordes y desacuerdos (que tuvo como spin-off largas horas de escucha de Django Reinhardt), Días de Radio, Toma el dinero y corre…Vamos con otros dos monstruos acróbatas con una genialidad que nunca entendieron sus censores: Berlanga consigue sacarte lágrimas de risa mientras te muestra las peores miserias de la Dictadura (y de sus secuelas) colando a los tijereteros del Régimen dos golazos como Plácido y El Verdugo. Ya en democracia, destaco Patrimonio Nacional. En este extraño arte del equilibrismo, narrando entre carcajadas una situación terrible, solo fue superado por Billy Wilder: Primera plana (demoledora crítica al periodismo y la pena de muerte mientras los censores yanquis creían que estaban dando el visto bueno a una alocada comedia), Testigo de Cargo, El Apartamento, Perdición. Otra película que miente por los codos es Persiguiendo a Amy, una aparente gamberrada que destila psicología por todas partes.
Entre las películas añejas más
encantadoras destaco sin duda Y el mundo
marcha, gloriosa película muda descubierta casi por accidente. Y es que no
tiene precio haber podido ver grandes joyas sin antes saber que lo eran y libres de
expectativas: me pasó también con Olvídate
de mí, La jauría humana, Closer y Europa.
De Brad Pitt admiro profundamente cómo consiguió aprovechar su físico para llegar a un sitio en el que pudiera demostrar que, además, es un actorazo, y con tremendo ojo para hacer películas arriesgadas y brillantes: El club de la Lucha, 12 monos, Babel y El curioso caso de Benjamin Button son para mí lo mejor que ha hecho, que no es poco.
Gracias a Carmenmágica me enteré
de la existencia y las grandes habilidades de JL Mankiewicz, cuya filmografía
abanderan para mí Operación cicerón
y La huella, dos monumentos. Aunque
para monumentos, Vencedores o vencidos y Érase una vez en América; pocas tardes
se han invertido mejor que aquellas destinadas casi únicamente a verlas.
En el catálogo de películas brutales,
de esas que te atrapan, te patean y aun así te quedas esperando más, destaco Cisne negro, Funny games (versión austriaca), Donnie Darko (imprescindible leer de qué va, después de verla) y Old Boy. No creo que por casualidad,
todas ellas fueron vistas por recomendación expresa de mi muso cinematográfico,
Alfie Videodromo.
De las películas que hemos tenido
el gusto de disfrutar los que participamos en el cineclub clandestino-conspirador
solsoní lo mejor que hemos visto, tanto por extraordinario como por las
expectativas moderadas previas, destacan enormemente El tren (gracias al Dr Rovira) y La Fuga, el drama carcelario explicado de la manera más natural que
uno ha podido ver..no se pierdan su intrahistoria.
Y por cerrar por algún sitio, la
última gran obra cinematográfica que he visto es la trilogía de La condición humana, cine con
mayúsculas y el mejor documento visto sobre humanismo y derechos humanos.
Es probable que esta lista me
avergüence en unas décadas, pero en mayo de 2015 es la que me ha salido…
El observador
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