The Legend, el asesino de
mujeres y niños
Cualquier día nuestros hijos
jugarán con pistolas de verdad y no nos enteraremos; no estamos muy lejos. Y
todo derivado por la fortísima influencia de esa nación que adora y ampara la
idea de la legítima defensa, aunque hay una suerte de ambigüedad social que
rechaza los mismos impulsos. Los Estados Unidos de América del Norte (USA) es
una novísima nación que aún tiene en sus entrañas las violentas vivencias que
generaron su nacimiento, y que como en todos los casos, tienen un halo de
heroicidades míticas, sucesos extraordinarios, personajes de leyenda, que el
cine ha glorificado por siempre. En el siglo XXI, el cine sigue glorificando a
estos individuos protagonistas de acciones bélicas contemporáneas; este es el
caso de Chris Kyle retratado por el maestro Eastwood. Y no es que esta película
incite al armamentismo, está muy lejos de proponerlo, sino simplemente retrata
ese espíritu norteamericano que ensalza ciertos valores inquietantes.
Naturalmente este filme no predispone ni condena como lo hacen de forma
evidente Bowling for Columbine
(Michael Moore, 2002) y Elephant (Gus
Van Sant, 2003), pero está, como muchas otras, presentando una familiaridad con
las armas, que es aún más terrible porque pasa casi desapercibida ante nuestros
ojos.
Creo que no se le ha
prestado la suficiente atención a este filme, porque es muy fácil caer en una
primera y sesgada lectura. A mi modesto entender estamos ante uno de los
mejores filmes de Eastwood por su certero e implacable retrato de la sociedad
Norteamericana; son así, les gustan las armas y la posibilidad de hacer
“justicia” con ellas en todos los ámbitos. Ojo, del mismo modo hay grandes
detractores de las mismas; prueba de ello son las pintadas que aparecieron en
las vallas publicitarias del filme, en Los Ángeles, con la palabra ASESINO,
sobre el rostro del actor Bradley Cooper, que encarna al protagonista. Y es
que, la guerra dialéctica en esta compleja nación, que tanto influye en el
resto del planeta, sigue por siempre: de un lado el discurso abiertamente a
favor de estas figuras como el de Sarah Palin y otros, o los que tildan de
cobardes asesinos a estos supuestos héroes, el evidente caso de Michael Moore.
Lo fácil es leer la película de Eastwood como lo han hecho ambos, en claros
polos opuestos. Pero y si Eastwood, a pesar de sentarse con la mujer de Kyle en
las presentaciones del filme y otros actos, ha tratado de estar justo ahí, en
el filo de la navaja de la realidad en una simple y difícil postura sobre la
verdadera cara de la realidad.
Lo más fácil de este filme
consiste en legitimar la invasión de Irak; por ello las escenas en las que Kyle
abate a una madre y su hijo, o el eco de ésta, cuando está a punto de ejecutar
a un niño que recoge un bazoca y está a punto de disparar, o la triunfal
ejecución de su mayor enemigo, otro francotirador que está realizando su mismo
trabajo. Es más, jamás se menciona la verdad del conflicto, y todo se justifica
desde la perspectiva del 11 S; la venganza como único argumento. En estos heroicos
episodios se lee igualmente el reverso de esta historia bélica; la justificada defensa a ultranza por parte de madres, niños,
artesanos y granjeros iraquíes, de su hogar masacrado por el invasor. Pero claro,
éste es un filme norteamericano que habla de sus héroes; igual que los
westerns.
Como ha manifestado
Eastwood, él ha sido el primero en realizar un retrato de los familiares de los
militares que han acudido a las invasiones de Irak y Afganistán. Y creo que ahí
se centran las claves de este filme; en las escenas que muestran las
consecuencias de la ausencia del Padre, en las caídas de los hijos y sus
entierros, en los divertidos juegos con las armas en los hogares
norteamericanos, en la buscada parodia de Kyle sosteniendo un muñeco de
plástico en vez de un bebe de verdad, la didáctica escena del padre de Kyle
transmitiendo a sus hijos en cómo se divide la sociedad, la penúltima escena
del filme en la que la esposa de Kyle ve como su esposo se reúne con Eddie Ray
Routh (otro veterano de guerra, que termina siendo su verdugo) y finalmente las
imágenes documentales de las calles de Arlington con multitudes, a pesar de la
lluvia, recibiendo el cortejo fúnebre de Chris Kyle. Y de entre todas ellas,
hay una escena que me parece el resumen de las dos facetas del filme; el
funeral de su amigo caído en acto de servicio.
Como muy bien se sabe, el
filme se centra en la autobiografía de este SEAL, apodado por sus compañeros
como “The Legend”, famoso por tener el
record de abatimientos del enemigo en sus cuatro incursiones en Irak, nada
menos que 255 víctimas; a pesar suyo solo reconocidas 160, hay que tener
testigos para que las certifique el Pentágono. Por ello en las imágenes finales
de su funeral en el Cowboys Stadium de Arlington (Texas), su féretro solo tiene
esas 160 insignias correspondientes a las victimas reconocidas; un gran honor
por siempre llevarte a tu tumba el simbólico premio. Todo el filme es un ir y
venir de las cuatro incursiones en Irak y su vuelta al “hogar”. Aquí es donde
Eastwood nos ofrece lo mejor del filme: su lamentable relación conyugal, su
absurda adaptación social, las increíbles y jugosas sesiones con el psicólogo; todo
en aras de demostrar que la guerra realiza en el individuo un seguro síndrome
de estrés postraumático. Bien, durante el conflicto, él se supone que abate
enemigos para que sus compatriotas puedan avanzar en sus conquistas, en una
dificilísima guerra, casa por casa en varios emplazamientos enemigos; ejerce de
perro pastor del rebaño. A pesar de su protección, muchos de sus compañeros
caen, e Eastwood, destaca la caída de uno de sus oficiales, hasta tal punto que
le dedica una escena prodigiosa, de la que nadie habla, y que creo que guarda
la esencia del filme; el funeral de este compañero de alto rango. En ella se
nos ofrecen como siempre los mismos rituales de este tipo de entierros: las
salvas de honor, el toque de trompeta en honor del caído, las condecoraciones
póstumas, una suerte de orden en la predisposición de los asistentes en torno
al féretro, familiares, jerarquías militares, etc. Pero sucede que si
observamos despacio esta escena, toma un valor muy distinto al tradicional, “rindamos
honores al héroe caído”. Solo dos
detalles, el discurso leído de la madre, no entendiendo nada del conflicto por
el cual su hijo ha dado la vida; aborrece a los militares y su misión. Y para
rematar el discurso esa dichosa ceremonia que siempre se repite una y otra vez,
y que aquí resuena de otro modo: la estupidez de que un miembro del escuadrón
de honores, retire la bandera que ha dado calor y color al féretro; se dobla de
una manera ceremonial y se ofrece para un mayor dolor a la desconsolada viuda; MALDITAS
BANDERAS.
¿No parece una vez revisada,
que esta escena no quiere decir lo de siempre? Eastwood no creo que sea
belicista ni antibelicista; es más bien retratista, y como en filmes como Mystic River(2003) o Gran Torino(2008), nos vuelve a ofrecer
un hermosísimo, veraz, dramático y complejo retrato de la sociedad
norteamericana contemporánea, con sus virtudes, que las hay, y con sus
abrumadoras oscuridades.
FICHA
TÉCNICA: Título original:
American Sniper. Nacionalidad: EE.UU., 2014. Dirección:
Clint Eastwood. Guión: Jason Hall. Fotografía: Tom Stern. Montaje: Joel Cox y Gary Roach. Intérpretes: Bradley Cooper, Sienna
Miller, Luke Grimes, Jake McDorman. Producción:
Warner Bros, Village Roadshow. Duración:
132’.
JOSÉ ANTONIO SIGÜENZA
SARABIA.
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