El
acercamiento al estudio de esas
microestructuras de poder existentes a nivel local e incluso regional en la España del pasado se
comprenden mejor teniendo en cuenta el aislamiento y la incomunicación de
pueblos, comarcas e incluso regiones de España, debido al relieve del País, la
escasez de comunicación entre regiones, carreteras y tren…De modo que resultaba
realmente difícil una economía y una
administración abiertas. Les caracterizaba su hermetismo, su
incomunicación, su resistencia a
integrarse en esquemas de un Estado que a su vez quería asegurar una tarea
“centralizadora” y unificadora…Forzosamente se iba a producir en pueblos y
ciudades una transformación para
asegurar una centralización que empezaba a necesitar y exigir un Estado
liberal. En esa tarea del Estado han
surgido unos “notables” encargados de sustituir a las viejas jerarquías
naturales del orden señorial: terratenientes, médicos, notarios, abogados,
oficios municipales que conocen a las gentes de los pueblos, de la zona o
región, apoyados en su ascendiente fundado en una posición de superioridad
social muy notable.
Estos
“notables” han de asegurar el contacto del pueblo con el Estado, ese poder que
resulta grande y ajeno, pero irresistible en sus leyes, que además se expresa
poco inteligible y muy ritual y que sólo se atreverán a interpretar los
notables (los que sabían y podían). Esto
en relación con sus propiedades, tributos,
servicio militar, funcionariado…
Son
tres las notas que distinguen a tales notables: a) su arraigo en un medio
geográfico determinado económica y socialmente. b) su predominio personal
exclusivo en tal sociedad cerrada. Y c) su función de intermediarios entre esa
comunidad y el Estado. Así como el funcionario delegado de la Administración es
intercambiable, móvil, depende de Madrid, el notable del lugar, el cacique,
está arraigado en su medio y resulta el indispensable interlocutor real de que
dispone el poder central para contactar con esa nueva realidad nacional que
empieza a generarse: los grandes intereses del país necesitan contactar con los
niveles locales, zonales…tan fragmentados.
Y
es que los pueblos y regiones saben que las obras públicas como las
comunicaciones, por ejemplo, sólo podrán abordarse desde instancias del Estado,
que a su vez va a solicitar en las comarcas el voto entre liberales y
conservadores, de hecho, con escasa diferencia objetiva de gestión; por lo cual
va a resultar decisiva la representación a nivel local por parte de “tales
notables o caciques”. De modo que el cacique resulta de hecho ser el jefe local
de uno de los partidos que trabajará y conseguirá, lógicamente, los votos por
favores.
Se
asume como un axioma.”Para los enemigos,
la ley; para los amigos, el favor”. Favores sustanciales como la exención
del servicio militar; la rebaja de contribuciones; empleos en el Ayuntamiento;
plazas de médico; administración de lotería… No existe el principio de igualdad
ante la ley. El orden jurídico queda suplantado por una tupida red de
relaciones personales en que la clientela se convierte en fuente de privilegio.
El voto significa más adhesión al cacique que posicionamiento de ideología o de
partido. Favores que pueden ser individualizados o en beneficio de una
comunidad concreta que permite al cacique sentirse influyente cerca de la Administración :
estación de ferrocarril, carretera, mercado o…Universidad. (Hoy añadiríamos
aeropuerto, ciudades de la ciencia…) Obras todas que no responden a programas
generales propios de un esquema político, sino más bien a favores
individualizados sobre personas o sobre un colectivo en los que influye el
cacique.
¿Podrían
ayudarnos estas consideraciones a entender lo que pasa actualmente en algunas
regiones españolas en las que van saliendo a la luz situaciones que ahora
llamamos de “corrupción”…? La
Administración Central los ha reconocido
como ejemplares, los “ha cubierto” hasta que resulta imposible “protegerlos”
más.
Menos
mal que en esa administración del Estado la división de poderes se hace valer,
y, aunque con dificultad y lentitud va
colocando algunas cosas en su sitio: Los notables, los ”caciques” ya no son
necesarios. Han persistido demasiado.
Guillermo
Lanseros
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