Aeropuertos, en los confines de la humanidad

Aprovechando el tercer aniversario del criTeri, y dada la escasa expectación que ha levantado el tema, seguimos otro mes más con la aviación…vamos hoy a explorar el siempre sorprendente mundo aeroportuario. Con un nombre muy sofisticado pero al que estamos demasiado acostumbrados, los aeropuertos son un lugar donde, para cada vez más gente, discurren muchos momentos memorables de la vida, para bien o para mal, como son las siempre críticas zonas de llegadas y salidas, respectivamente, lugares con una atmósfera en gran tensión y donde la permanencia durante cinco minutos, incluso como testigo, te pueden alegrar o arruinar el día…desgarradoras despedidas y radiantes recibimientos, media vida de unos desconocidos ante tus ojos…

El caso es que esta humanización o socialización (con perdón) del espacio aéreo ha puesto al alcance de muchos bolsillos participar en la masificación de un tipo de turismo antes reservado a las élites; una de las consecuencias más evidentes de este fenómeno es la polarización de los aeropuertos, entre los muy grandes (prácticamente, pequeñas ciudades) y los de compañías de bajo coste (prácticamente, apeaderos de autobús venidos a más y con carteles en muchos idiomas, generalmente con errores garrafales incluidos). La principal diferencia entre ellos es el nombre que reciben: si se llaman como la ciudad en la que se encuentran, todo bien, aeropuerto en condiciones. Si no, sospechen…véase el famoso aeropuerto Frankfurt-Hahn (en 200 km te plantas en la capital financiera de Europa) o el más paladeado Barcelona-Girona. Los sinvergüenzas de RENFE también lo intentaron a su manera, con la falta de estilo que les caracteriza, en la ya mítica estación Lleida-Pirineus, donde se ha podido ver algún grupo de sorprendidos esquiadores o excursionistas con ciertos problemas para encontrar las pistas de nieve y los majestuosos paisajes montañosos...


Friburgo (el de Alemania) y la Selva Negra

Pero bueno, aun pagando más por los transportes entre las ciudades y los aeropuertos que por el vuelo en sí, la cosa del llamado y ya muy gastado low cost (nueva palabra mágica para vender más y mejor, esté acompañada o no de “anti-crisis”) puede seguir saliendo razonablemente bien si se consigue un vuelo chollo… El precio extra que hay que pagar es la necesidad de recurrir a los codos en el aeropuerto de turno si quieres elegir sitio dentro del avión; como si fuera la salida del recreo, la turba se arremolina alrededor de la puerta nada más anunciarse el vuelo, y masas histéricas estiran el brazo y agitan sus tarjetas de embarque para que sean procesadas cuanto antes y poder avanzar hacia el avión…no se justifique el fenómeno considerando la condición sureuropea de los viajeros, ya que el fenómeno puede observarse en una mayoría de viajeros low cost, independientemente del grado de sus quemaduras al final de las vacaciones. De todo este proceso, lo más sorprendente es que mucha de la gente que intenta entrar la primera se sienta luego en cualquier sitio, sin ningún criterio; siempre se estiló la de sentarse en la ventanilla de emergencia, por aquello de no desgastarse las rótulas con el asiento de delante (situación común en los referidos vuelos)…últimamente se observa una sofisticación del proceso, consistente en un juego psicológico de dos fases: en la primera, uno o varios sujetos claramente interesados en subir los primeros mariposean alrededor del mostrador de embarque, haciendo como que inspeccionan los papeles o los materiales que allí se encuentran; de repente, uno de ellos cambia el gesto y abre las hostilidades: se queda quieto junto al mostrador, y mira muy serio y de reojo a los otros entes revoloteadores; la batalla ha comenzado: carreras, tirones, empujones, todos quieren formar parte de una cola que crece y se multiplica de manera instantánea, sin saber exactamente dónde debería colocarse cada uno, al haber llegado muchos al mismo tiempo a diferentes alturas de la fila…el caso es que aún falta media hora para que anuncien el vuelo y los consiguientes retrasos, y ya hay una cola enorme, formada por gente que, segundos antes, se encontraba tan a gusto leyendo o hablando sentados cómodamente, y que, por culpa de un imbécil, ahora deben esperar de pie en una fila bien apretada…por supuesto, el primero de la fila se convierte inmediatamente en el tipo más odiado del avión, pero al final entrará el primero (a saber para qué) a cambio de hacer solo unos pocos segundos más de cola que todos los demás…


Un aspecto común a casi todo aeropuerto es la particularidad de tener una “zona internacional”. ¿Qué se supone que son esos espacios llenos de tiendas? ¿No es raro cruzar un control de seguridad y salir de un país conocido, plantándonos de pronto en una zona de nadie, fuera de la ley de cualquier estado, un submundo paralelo aparentemente ordenado, predominantemente humano y civilizado, pero cuyas leyes, si es que las hay, ignoras totalmente, y donde puedes comprar cosas muchísimo más caras que en los países de verdad sin pagar un duro de impuestos?

También llama la atención, gracias a la popularización de los vuelos, la proliferación de esas maletas relativamente pequeñas, de las de “no facturar”, que curiosamente suelen exceder clamorosamente las medidas máximas indicadas…el resultado es que todo el mundo lleva al menos una maleta mediana de “no facturación” en la cabina, quedando los compartimentos totalmente saturados. Pero el momento crítico de verdad ocurre tras aterrizar, ya que los pilotos muestran una contrastada pericia para aparcar con gran precisión en el punto más alejado de la cinta por la que debe salir la maleta. A veces alguien tiene la deferencia de darte unas cuantas vueltas en unos autobuses la mar de curiosos por el aeropuerto, para que veas lo grande que es, para ir haciendo tiempo. El peor de los casos es cuando el avión te deja justo al lado de la cinta que parece más cercana…sabes que estás perdido, ya que en ese caso la espera mínima hasta que empiece a moverse la cinta es de tres cuartos de hora…


Una cosa emotiva de esas cintas transportadoras es apreciar que en todo avión hay un nostálgico que lleva no menos de cuarenta años viajando con ese maletón de cuero con pegatinas de Montreal’76 y una forma que es casi lo contrario a lo que la anatomía humana haría recomendable…

Último inciso de interés público: el temible caso de la escalera mecánica o pasillo mecánico cuando están parados ¿Por qué nos produce una sensación tan extraña caminar por esos artilugios cuando no funcionan? Es como si el tiempo se frenara, o como si nos pesaran mucho las piernas de repente o hubiera aumentado la fuerza de la gravedad…

El observador

Se recomienda:

La película “Sin novedad en el frente”, de Delbert Mann
La canción “Anniversary”, de The Pogues (felicidades, criTeri…)
El libro “El hombre invisible”, de H.G. Wells








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