¿Qué les ocurrió a las abejas?

Si las abejas desaparecieran de la Tierra, el hombre sólo podría sobrevivir durante otros 4 años.

Esta es una frase llamativa que en principio se atribuye a Albert Einstein. En realidad no está claro que realmente la dijera él, tal vez no sea así, pero esto tiene poca importancia, no es necesario, de hecho, un genio, ni tan siquiera un científico para entender que sin abejas no hay polinización y por lo tanto desaparecerían las plantas, y los animales, y los seres humanos. Esto significa que sin las abejas la gestión de los recursos renovables no sería posible, que la raza humana y las abejas dependen una de la otra, y sin ellas, la agricultura no podría existir. Ayudar a las abejas significa ayudarnos a nosotros mismos y parece absurdo que el hombre sea el responsable precisamente de las causas que están conduciendo a la disminución de las abejas y, consecuentemente, del propio mundo del hombre. Tratemos de entender porqué.

Las abejas ya vivían en la Tierra millones de años antes de que apareciera el hombre, que entonces se incorporó en sus vidas. Durante la segunda mitad del siglo diecinueve comenzó a criarlas de manera racional. La abejas son importantes para la conservación de la biodiversidad. La vida en la Tierra ha evolucionado a través de la reproducción de las especies vegetales y animales, que se han adaptado con el tiempo al medio ambiente donde viven. En un primer momento la reproducción asexual parecía incuestionable, pero luego la vía sexual - que garantiza una mayor variabilidad de caracteres - se ha vuelto la preferida. El transporte de polen para la reproducción de muchas especies vegetales funcionaba inicialmente mediante el viento, pero después, gracias a los insectos, la polinización resultó favorecida a lo largo de la evolución, en gran parte debido a la actitud de estos insectos polinizadores que frecuentan sólo las flores, así que las plantas evitan desperdiciar su polen. Por lo tanto el papel de los polinizadores adquirió una importancia cada vez mayor hasta convertirse en indispensable para el mantenimiento de la biodiversidad.

La ruptura de estos equilibrios, así como el uso desenfrenado de los monocultivos en la agricultura, ha causado varios desastres en la historia. Es ejemplar el caso ocurrido en Irlanda en la segunda mitad del siglo XIX: la llegada de una enfermedad de la patata, una criptógama (una planta que no tiene órganos reproductivos visibles) que nunca había tenido contacto con algunas variedades cultivadas en Irlanda, provocó la pérdida casi completa de la producción. Dado que la patata era un alimento básico en la dieta de la población, comenzó una hambruna que condujo a la muerte de más de un millón de personas y provocó las grandes migraciones hacia las Américas.

Además, la conciencia de la importancia de los insectos polinizadores llevó a Charles Darwin a afirmar que la grandeza de la flota de Su Majestad dependía de los abejorros (insectos parecidos a las abejas): la polinización de los campos de trébol y de ahí su la producción y reproducción, estaban garantizadas por estos insectos. Con la gran producción de forraje se podían alimentar grandes rebaños de ganado que daban buena carne, alimento esencial para mantener en vigor los marineros. Conclusiones simples pero ciertas, ejemplos de la influencia ampliamente ramificada que las abejas tienen en los ecosistemas naturales y, en consecuencia, en el hombre.

Si una especie vegetal depende para su polinización por un único insecto, su muerte afectará a la reproducción y la supervivencia. En Italia en el siglo pasado hubo cerca de mil especies de abejas silvestres, hoy se han contabilizado 355. Si, además, las abejas son amenazadas por pesticidas y por las enfermedades, resulta fácil entender el peligro para el medio ambiente y para todos los que vivimos en él. Así que las abejas criadas por el hombre, entre otros organismos polinizadores, son una herramienta indispensable para la protección de la diversidad biológica del medio ambiente, ya que asegura la polinización de innumerables especies de flores silvestres.

La propia producción vegetal en las granjas, que es esencial para la cadena alimentaría del hombre, aumenta su producción por las abejas: el 50% en el trébol y hasta el 70% en la alfalfa. Estimaciones económicas evaluaron en 153 mil millones de euros el valor anual de la acción polinizadora de las abejas en la producción agrícola mundial. A las abejas se les deben atribuir el 80% de la polinización de las plantas superiores con flores cultivadas (manzana, pera, ciruela, cereza, albaricoque, almendra, melocotón, caqui, castaña, frambuesa, fresa, arándano, mora, col, nabo, rábano, espárrago, cebolla, ajo, apio, zanahoria, hinojo, lechuga, pimiento, melón, sandía, pepino, calabaza, alfalfa, trébol, guisante, girasol, trigo, lino, etc.). Sin la acción gratuita de las abejas, la mayoría de los cultivos enumerados daría una producción cualitativamente y cuantitativamente limitada y mucho ni siquiera producirían nada.

La escasez de abejas en los agro-ecosistemas a menudo coincide con una producción insatisfactoria de los cultivos que dependen de los insectos para su polinización. La polinización es probablemente el menos conocido y el peor explotado de los servicios agrícolas y es también el más rentable. Los economistas italianos, para dar una idea comprensible de la actividad económica de las abejas en la agricultura, siempre han comparado este valor con el de las ventas de la FIAT, una de las impresas líderes de la economía italiana. Así pues, ¿qué les ocurre actualmente a las pobres abejas?

Desde hace 10 años, hay una generalizada mortalidad de abejas en los Estados Unidos y en Europa. Los primeros informes de muertes de abejas y despoblación masiva de las colmenas, se remontan al 1999, en relación con la primavera, coincidiendo con la prácticas agronómicas relacionadas con la siembra de maíz (de las maquinas utilizadas para sembrar, salen residuos de plaguicidas que se usan para el tratamiento de las semillas); y sólo durante los últimos años, la mortalidad se produce también a finales del verano y en otoño-invierno. Las causas de los daños al mundo de las abejas son varias, y entre estas se cuentan:
-enfermedades (aparición de nuevos patógenos y la reaparición de viejas enfermedades);
-alta toxicidad y peligrosidad de los pesticidas: estos, además de la mortalidad causada durante el uso, pueden inducir cambios de comportamiento social y en la actividad de orientación de las abejas;
- gestión de las abejas;
- escasez de la cosecha y el bajo valor proteíco del polen;
- variabilidad genética reducida;
- efectos adversos del cambio climático;
- desorientación causada por los campos electromagnéticos.

El fenómeno es complejo y por eso es necesario eliminar algunas causas concretas, como el tratamiento de semillas con neonicotinoides (una clase de insecticidas) y estudiar otros factores de riesgo. Todas las causas relacionadas con los fenómenos descritos, aunque multifactoriales, tienen un denominador común en la intervención del hombre y en la gestión ambiental.

La disminución de las poblaciones de polinizadores y la desaparición de las abejas suponen una pérdida, no sólo por su contribución directa a la biodiversidad del medio ambiente y la agricultura, sino representan también una señal del malestar del territorio en el que vivimos.


¡No te asustes, ni te molestes cuando encuentres un abeja! De hecho, ¡tenemos que movilizarnos para protegerlas y respetarlas!


A.G. & C.P.
Artículo original de L'Unidi


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