Un mundo ideal, pero no imposible

Hace algunas semanas, me escribió mi amigo Benjamín desde Suecia. A parte del dominio que tiene del balón oval, maneja con tino la pluma (o en este caso el teclado) y me hablaba a sus amigos de su experiencia escandinava. Contaba sus peripecias por allí, su forma de ver aquello y su opinión ante lo que para él era nuevo. En el medio de la animada lectura, me hizo reflexionar un comentario que él hacía. Aludía a que no veía por la calle a policías, ni a controladores de la ORA poniendo multas,… Decía que la gente hacía las cosas por que era la ley, por que era lo que había que hacer, y no por que alguien estuviera detrás, controlando para que no lo hiciera. Las normas se respetaban por que eran normas y no por que hubiera alguien que vigilaba para obligar a su cumplimiento. Ese comentario hace pensar, y es que muchos no somos así.







En casi todas nuestras ciudades, hay un vigilante con chaqueta verde fosforito en cada calle, dispuesto a ponerte una “receta” si no pones el oportuno papelito al que te obliga el sistema de aparcamiento de pago. Pero ¿no es verdad que si nos enteráramos de que por cierta calle no pasa a cierta hora, no habría nadie que sacara el ticket?. Hay cientos de policías, de inspectores de hacienda, de guardas de seguridad, de personas cuya labor es controlar que otros cumplan la ley y el orden.




Nuestro comportamiento a veces no se basa en un sentido de la responsabilidad o el deber. No hacemos las cosas por que sean las correctas sino por que alguien nos puede pillar.
A veces, no sólo somos permisivos con ciertos comportamientos, sino que además, nos ponemos a veces de parte del que infringe la ley, admitimos como normal la evasión de impuestos y tenemos cierta compasión del que no cumple con la legalidad. A veces consideramos héroes a los bandoleros y hacemos personajes públicos a aquellos que logran fugarse con un furgón de transporte de valores lleno de dinero, o al que logra escapar de una cárcel, o al que lidera manifestaciones más o menos violentas, o al que se le multa por superar con creces el límite de velocidad. Le vemos como astuto, como avispado, como hábil, cuando en realidad son algo negativo para la sociedad.




No abogo por estados dictatoriales de sistemas de penas feroces y castigos ejemplarizantes. Simplemente me gustaría un cierto sentido del deber, un mundo en el que los trabajadores no alarguen los 15 minutos del café a una hora o que no se lleven los folios de la oficina, en el que paguemos menos impuestos para compensar lo que no se ingresa por aquellos que los evaden, en el que se vaya a la velocidad adecuada incluso si se sabe que no hay radares con los que nos puedan multar, en el que no haya quien se cuela en el metro, en el que no se falsifiquen documentos, en el que… podamos fiarnos del que tenemos al lado.




Alguno me dirá que hablo del “país de la piruleta” o de “un lugar de cuento”, o incluso alguno pensará que es mejor así, y en su derecho está. Pero yo, más que lugares, conozco gente que sí es de este modo. Por desgracia, yo no me cuento entre ellos: Aún tengo mucho por mejorar. Pero yo no envidio al pillo, al que hace las cosas en la medida que alguien le obligue a ello, al que logra evadir a la justicia y aprovecharse de los demás. Envidio, aplaudo y elogio a aquel que cumple con su deber por que es, valga la redundancia, su deber: Al que avisa al camarero que le ha dado la vuelta con más de lo que corresponde. Al que busca al dueño de la cartera extraviada que ha hallado. Al que no aparca en doble fila para el “un momentito” por que sabe que puede molestar. Al que no molesta a sus vecinos, incluyendo a aquellos que no se quejan. Al que no ensucia. Al que no se cuela en las filas. Al que conduce respetando las normas y a los demás. Al que utiliza los servicios públicos con juicio. Al que no copia en los exámenes. Al que no se aprovecha del trabajo de los demás. Al que cumple su obligación incluso si no le controla su jefe. Al que apaga su colilla en el campo y se la mete en el bolsillo. Al que baja la basura a última hora de la tarde,… Al que cumple las normas, al que no es desaprensivo, al que respeta al prójimo.




Hace poco mis hijos me pidieron permiso para hacer una cosa e intenté explicarle que mi labor no era darles autorización para hacer esto o lo otro, sino inculcarles un sentido de la responsabilidad que les haga decidir por sí mismos si es pertinente hacerlo o no. Cuando mis hijos me preguntan si pueden poner música a las 10 de la noche, creo que mi labor no es decirles si pueden o no, sino hacerles ver si es conveniente que lo hagan o no, para que decidan por sí mismos en cualquier situación, esté yo delante o no. Los padres somos como profesores de autoescuela, pero tenemos que conseguir que un día nuestros hijos conduzcan solos, en base a los criterios que les hayamos intentado inculcar, y que tienen que haber hecho suyos, como autómatas, sin pensar que para meter la 3ª hay que haber metido antes la 2ª.




Yo espero que mis hijos en un futuro sepan conducir como les enseñó su padre, hacer suyos los criterios de respeto y conducir como un autómata, siguiendo un criterio de buscar la seguridad y respetar a los demás, en cualquier situación. En la medida que sea un buen conductor, y que respete a los demás, mi labor, habrá tenido éxito o no.




Espero que algún día, piense en que su padre, intentó inculcarle el sentido del deber, el sentido de qué se puede y no se puede hacer, y no el sentido del “hazlo sin que te pillen”. En ese proceso estamos, aunque ¡qué difícil es a veces cuando el entorno favorece a lo contrario!.




Aquí os invito a dejar vuestros comentarios. No me negaréis que en esta ocasión he tocado un tema muy susceptible de estar de acuerdo o no, de decir que exagero, o de afirmar que es mejor un mundo un poco pícaro.




Alberto

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6 comentaris :

  1. Amigo Alberto, como siempre exponiendo criterios que dejan claro que la educación es uno de los pilares de esta nuestra querida y denostada civilización.

    Por otra parte, aun estando de acuerdo contigo en gran parte de la argumentación, no dejo de pensar que todo en esta vida es relativo y que en algunos casos (también yo me voy a los extremos...) la pillería te puede salvar la vida. El Buscón o el Lazarillo saben mucho de esto y seguro que algun pirata somalí que viendo que su hijo recién nacido pesa 700 gramos, pues igual agarra un Ak 47 y se cuela en un pesquero, saltándose los tornos del metro, del aeropuerto JFK o incluso los del Bernabeu.

    Dicho ésto, no creo que la subida en las tarifas del metro en Barcelona hasta los 1.45 €, sean la causa o excusa que usen muchos de los que se cuelan y que con su comportamiento consiguen que el resto paguemos, así con todas las letras, los platos rotos de las empresas hurtadas o estafadas.

    Volviendo al razonamiento inicial, el problema sigue siendo de base, educacional. Es probable que en paises como Suecia no se cuela tanto la gente, pero no es menos cierto que la espada de damocles de una penalización sigue estando ahi, como en Alemania, donde sólo se pide el billete en contadas ocasiones, pero el mero hecho de no tenerlo supone una multa 200 veces superior al coste del mismo...Sin ese posible castigo eventual, hasta en Alemania aumentarían los "colados" a pesar de la educación germana en este sentido.

    Eso sí, la multa que me pusieron a mí (5 €uros pagados con tarjeta de credito allí mismo) por cruzar en rojo un semaforo como peatón, en Colonia, en una mañana de lluvia para no perder el tren, me pareció excesiva ;-)

    Juan Carlos

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  2. Muy bueno tu artículo, Alberto, y comparto tu planteamiento.
    No obstante, somos españoles, y ese mundo que pintas nunca puede darse en un país como el nuestro, donde cada día el ejemplo que se nos da desde todos los ámbitos tiende a lo contrario (corrupción política, ambiciones desmedidas, desfalcos consentidos, etc...) y donde el sistema capitalista hace que el que más vale es el que más tiene. Pones de ejemplo a los países nórdicos donde, de facto, tienen un sistema comunista donde todos más o menos tienen un nivel de vida similar porque los que ganan mucho pagan muchíiiisimo de impuestos y los que menos, pues apenas pagan, pero la sociedad se iguala con un sistema social además muy avanzado.
    De cualqueir modo, es cierto que más rigor a la hora de educar en respeto, en valores y en responsabilidad es más que necesario en nuestro país.
    Lo dicho, enhorabuena, me ha encantado.

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  3. Pues, en primer lugar gracias Alberto por tenerme en tus pensamientos. Que sepas que tú también paseas por los míos y que es una pena que hablemos tan poco.

    En segundo lugar, la mayor parte de esos detalles sobre valores y actitudes (actitud tenida en cuenta como una serie de actos que acaba formando un patrón) de los que hablas DE VERDAD QUE LOS VIVO AQUÍ EN SUECIA. Ya han venido a visitarme unos cuantos amigos y todos me dicen lo mismo: "Eso no pasa en España ni de coña". El más agradable fue de una pareja amiga mía, enfermeros los dos que me dijeron: "Es la primera vez que no siento que tengo que estar pendiente de la cartera, la mochila o el teléfono porque tengo aspecto de turista".

    Por eso soy enormemente feliz, porque a mí, como a ti Alberto, me sacaba de quicio que se aceptara e incluso vanagloriara al que infringía la norma y no se le pillaba.

    Y sí, de momento me merece la pena este frío y oscuridad en la que vivo (a las 3:30 pm ya es de noche) por lo seguro que me siento; por lo tranquilo y en paz que ando y vivo.

    Con respecto a los otros comentarios, yo soy maestro, me encanta mi trabajo y por supuesto también creo que la educación es la base de una sociedad justa. Por eso me fui de España, porque se prefiere los castigos efectivos y cortoplacistas a las pedagogías basadas en la responsabilidad, que tienen efecto a largo plazo. Creo que la educación lo es todo, y por eso soy pesimista con respecto a España, porque son quinientos años (ya desde ese Lazarillo de Tormes) en que la actitud de pillería cala de una generación a otra.
    Y con respecto al sistema comunista de facto que existe en Suecia, debo decir que es verdad, que me asombra mucho pero que debo confesar que funciona.
    Aunque "en todos los sitios se cuecen habas", como dice el refrán castellano y en Estocolmo tienen un problema enorme con la vivienda...que ya hablamos en otro artículo.
    Un abrazo
    Ben

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  4. Creo que tienes toda la razón, Alberto, lo de este país no tiene arreglo. O sí, pero pasaría por un cambio enorme en las pautas de comportamiento de la sociedad, a base de 3 cosas: educación, educación y más educación. Y para que eso ocurra creo que podrían pasar varias generaciones. Y sin embargo la educación en España vive horas bajísimas...
    Un abrazo de Óscar Burón

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  5. Querido Alberto, estupenda reflexión la tuya y el punto clave creo también que pasa por la educación moral y ética. Para ello se necesita tiempo y sentido común, dando el ejemplo y no predicando con la palabra, pues sabemos que es mucho más eficaz y lógico. Y de esto, desgraciadamente, hay muy poco hoy en dia. En vez de focalizar en los castigos por lo que se hace mal, se debería intentar aumentar los incentivos por lo que se hace bien. Sin embargo, lo primero es más fácil y de resultados rápidos. Creo que vivimos unos tiempos en los que hemos avanzado mucho en muchos campos, pero el humano está muy, muy a la baja. Creo que es una cuentión también de análisis de consecuencia de los actos, es decir previsión. De eso desgraciadamente hay quizás demasiado poco en Espa~na. Por último comentar que las sociedades son individuos, cada uno de su padre y de su madre. Y que si todos fueran suecos, no habría turismo en Espa~na ;-)
    Un abrazo y gracias por tus estupendas reflexiones a las que vale la pena dedicarles ese tiempo que siempre pensamos que no tenemos!

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  6. Magnífica reflexión y descripción de un país moderno, humano y responsable. Pero, aunque cualquier objetivo que se persiga tendrá que ser alcanzado poco a poco, acercándose a él de manera persistente, y la educación en este sentido es clave, creo que ésta no es la causa del problema. En mi opinión, las enormes desigualdades sociales y la injusticia diaria nos alienta contra el respeto a la sociedad en su conjunto y sus normas. La educación no alimenta, y la impotencia contra el poder que castiga al débil y deja libre al corrupto poderoso no hace más que fomentar la picaresca.
    Podríamos entender que esta situación también es debida a la educación (mala), pero entonces estaríamos discutiendo si fue primero el huevo o la gallina. Definitivamente, hay que atacar por muchos frentes para que la sociedad mejore en este sentido, pero quería destacar mi firme apuesta por la lucha contra la corrupción y por la justicia social para conseguir el objetivo que compartimos.
    Miguel

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