¿La reflexología funciona? (I)

En este doble capítulo que iniciamos hoy intentaremos explicar qué hay de cierto (si no te fías del método científico no hace falta que sigas leyendo) en la reflexología, una de las decenas de “terapias alternativas” que se nos ofrecen en los más diversos ámbitos de la cotidianidad como solución a nuestros males.

1. ¿Qué es la reflexología y en qué se basa?

Algunos de los Antiguos Chinos (ésos que hoy en día son vistos como mucho más brillantes, sofisticados y cercanos a nosotros que sus compatriotas contemporáneos) entendían el Universo como un Todo interconectado en el que no existen elementos aislados. En cuestiones anatómicas, esto se traducía en una serie de “canales de energía” que recorrían el cuerpo conectando los diferentes órganos y tejidos. Los extremos de estos canales o meridianos eran lógicamente los pies, manos, nariz y orejas. A base de masajear, apretar, calentar y clavar agujas (ojo, no estamos ante el célebre Jilin tach) a mucha gente, en diferentes áreas de estos apéndices y extremidades (esfuerzo ingente; quién sabe qué otras técnicas se fueron descartando por el camino) se fueron “mapificando” estas conexiones, quién sabe con qué fiabilidad…El caso es que como resultado comenzaron a estimularse estos pies, manos, nariz y orejas con finalidad terapéutica, tratando dolencias de órganos inaccesibles. Una duda obvia que se plantea varios miles de años después es hasta qué punto aquellas gentes sabían, por ejemplo, para qué sirve el páncreas, o el hígado, cómo detectar que falla y que ahora comienza a funcionar… La técnica, junto con otras análogas (notablemente, la acupuntura) se extendió a países vecinos, principalmente Corea y Japón, donde se ha utilizado ininterrumpidamente hasta hoy, desde hace más de veinte siglos.


Ahí va un mapa viejuno de un cuerpo humano oriental (aunque China, como todos, consideraba  que estaba en el centro del Mundo)


En otras longitudes hay registro de prácticas similares, por ejemplo, en el Antiguo Egipto (otros que parecen tener hoy menos credibilidad que hace 3000 años). La cuestión fue rescatada a principios del siglo XX por un otorrinolaringólogo usamericano (William Fitzgerald) que creó la idea de “Terapia zonal” (aquí pueden comprar su libraco de 1917), según la cual la aplicación de presiones localizadas en determinadas “zonas de energía” de los pies y las manos podían aliviar las más diversas dolencias. Como la cosa sonaba a etérea, y más en un doctor, una enfermera - fisioterapeuta (Eunice Ingham) dio al asunto un aire de seriedad en los años 30 con un nuevo compendio (“Historias que pueden contar los pies”, también disponible en internel) centrado, como ya habrán intuido, en los pies. También refundó la terminología, pasando de hablar de “energías” a hablar de “reflejos”: es decir, que las diferentes partes del cuerpo estarían reflejadas en diversas áreas de los pies, y de ahí el nombre de reflexología o reflexología podal. Si son amigos de las definiciones, la wikipedia en inglés cita la de la Asociación Canadiense de Reflexología, y que en traducción navajera sería algo así como “Un arte natural curativo basado en la existencia de reflejos entre los pies, las manos y las orejas y sus áreas relacionadas, que incluyen toda parte, glándula y órgano del cuerpo. Mediante la sola aplicación de presiones en dichos reflejos, principalmente en los pies, y sin necesidad de emplear objetos, cremas o lociones, la reflexología alivia la tensión, mejora la circulación y ayuda a promover las funciones naturales de las correspondientes áreas del cuerpo”. Sin entrar a discutir qué son las “funciones naturales”, ya tenemos el nombre y el concepto. Durante los últimos 80 años defensores y detractores de esta práctica han estudiado sus efectos. Porque ¿qué hay de verdad en la reflexología?

Este simpático caballero nos enseña algunas de las conexiones existentes entre diferentes partes del cuerpo


Nota al pie: todo producto y toda práctica gana en credibilidad cuando se le presupone una gran antigüedad, como demostró este interesante estudio. No quiere decir que lo antiguo no funcione, sino que conviene, como mínimo, reducir las expectativas de todo aquello cuya principal virtud sea ésa.

2. Cómo estudiar científicamente la reflexología

Como se ha dicho en la introducción, en estos pagos somos de los que confían  (recordemos que “confiar” es una palabra diferente de “creer”) en el método científico como fuente de conocimiento, a falta de un sistema mejor. Los estudios de investigación clínica son bastante más complejos de lo que uno pueda pensar, ya que, para que sea suficientemente representativo, debe cumplir con una serie de requisitos:

- Suficiente número de pacientes

- Suficiente diversidad de pacientes, en términos de edad, sexo, grupo social, etc

- Suficiente tiempo de observación después del tratamiento: ¿cuánto aporta una mejora de determinados síntomas o dolencias durante una hora? ¿Y si el efecto dura seis horas?

- Posibles efectos cruzados debido al suministro de otros tratamientos y medicamentos para tratar al paciente

- Subjetividad en las dolencias tratadas: por ejemplo, en el caso de dolores, migrañas, ansiedad, depresión, etc, no es fácil cuantificar la intensidad del problema y el efecto de un tratamiento

 - Tratamiento vs. placebo: todo estudio clínico se basa en comparar el efecto de uno o varios tratamientos (en este caso, la aplicación de reflexología) frente al efecto producido por un placebo, es decir, por un tratamiento que el investigador sabe que no tiene ningún efecto. Un aspecto fundamental del proceso es que los pacientes no deben saber si les están aplicando el tratamiento “de verdad” o el placebo, por lo que se minimiza el nada descartable efecto subconsciente (“si no me hacen nada, no puedo sentirme mejor”). El estudio de la reflexología es especialmente complejo en este punto en comparación con el de un fármaco, pongamos, suministrado en pastillas: por un lado, el tratamiento (reflexología) es difícil de aplicar de manera homogénea y sistemática a todos los pacientes del estudio, con la misma intensidad y duración y en las mismas condiciones (momento del día, por ejemplo). Además, el placebo tampoco es fácil de establecer: ¿cómo hacer un masaje en los pies que se parezca a la reflexología pero no lo sea?

- Muchos médicos e investigadores no se plantean invertir tiempo y dinero en estudiar este tipo de prácticas, debido al riesgo de que posteriormente sea difícil que revistas científicas acreditadas (por supuesto, las fuentes pseudocientíficas dirán de todo) quieran publicar algo relacionado con prácticas médicas tan poco ortodoxas, que pudiera afectar a su credibilidad.

Por estos motivos, no abundan los artículos científicos fiables y contrastados sobre prácticas de este tipo. Solo en los últimos años, con pruebas de alta tecnología (imágenes por resonancia magnética, escáner doppler, etc) se está pudiendo observar, en tiempo real, el efecto de la aplicación de prácticas como ésta en, por ejemplo, la irrigación sanguínea de órganos y tejidos. En el próximo capítulo veremos qué se ha podido concluir en los estudios científicos realizados. Ya se puede adelantar que muchas de las publicaciones fiables no se dedican a plantear experimentos directamente, sino que son revisiones de artículos publicados en fuentes variopintas y lo que hacen es seleccionar aquellos trabajos que cumplan un mínimo de garantías en cuanto a la metodología (las condiciones expuestas anteriormente) y resumen los resultados obtenidos.

El observador


El enlace:
Uno de los pocos casos en que pueden confiar ciegamente en lo ancestral son las Melodías Pizarras, donde Longino y Marciano Pizarro prueban empíricamente cada semana cómo lo antiguo es mejor y más divertido.

La cita:
“Valor es lo que se necesita para levantarse y hablar; pero también es lo que se requiere para sentarse y escuchar”. Winston Churchill




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