Sue estaba en su
consulta acabando de atender a su último paciente, un señor de cuarenta y ocho
años que decía haber viajado por todo el mundo acompañado de tres monos
llamados Lui, Lisa y Tobias. Su delirio era tal, que Sue se planteaba
seriamente derivarle en un ingreso urgente, no lo hacia por que el señor estaba
solo y no parecía sufrir con sus fantasías. Así que, le continuaba tratando de
su ansiedad de separación una vez ya había terminado de viajar con ellos. A
pesar de eso, había preparado un informe de derivación a psiquiatría.
De pronto, se abrió
la puerta violentamente y el paciente de Sue dio un brinco en su asiento
girándose rápidamente a ver que pasaba a sus espaldas. Sue levantó la vista
hasta que encontró una cara familiar, entonces, abrió los ojos como platos. No
tuvo tiempo de reaccionar cuando Rob ya había cogido al paciente del hombro y
le había ordenado salir inmediatamente “a
la calle”, habían sido sus palabras exactas. El paciente se levantó y hizo
el gesto de sacar la cartera para pagar la sesión, Sue le hizo un no con la
cabeza y le indicó con tranquilidad que saliera. “Hasta el miércoles que viene Sue” dijo el paciente antes de salir
corriendo de la consulta y sin volver atrás la mirada.
-
¿Que estás haciendo Rob? Te crees que
puedes entrar de esta forma y hacer lo que te venga en gana?
-
Shhhttt…, cállate Sue.
-
¿Que me calle? Ahora miso sales por donde
has venido, hace cuatro semanas que no sé de ti y si quieres hablar conmigo,
tendrás que pedir hora como todos.
-
¿Como todos? Yo no soy como todos.
-
No, eso por descontado y menos mal que no
lo eres.
-
Venga, habla conmigo, pregúntame que me
pasa, ¿no tenias tantas ganas de saber de mi? ¡Pues pregunta! Hoy te respondo
hasta mi número de ficha policial.
La cara de
estupefacta de Sue no podía ser más enorme, su cuerpo temblaba entero por el
sobresalto pero a la vez, ver de nuevo a Rob, despeinado, con su chaqueta de
polipiel negra y mirándola desafiador le encendía de nuevo la entrepierna. Ella
sabia que podría disimularlo un rato más, hasta conseguir que Rob saliera por
donde había venido, estaba claro que no estaba en condiciones de nada.
-
¡Estás borracho, Rob!! … o drogado! que
seria peor.
-
Sí, ¿y que pasa? ¿Nunca te ha venido un
paciente así? Oh, claro Sue, la psicóloga que solo atiende a pobres diablos
llenos de problemas de los cuales ella no puede tener la menor idea.
-
¿Y tu que sabes de mis problemas Rob? te
pido que salgas o voy a llamar a la policía, no tardaran mucho en llegar.
-
Llama, llama si quieres, pero sabes como yo
que no lo harás, por que tenías tantas ganas de verme como yo a ti.
La sangre hervía,
su tensión estaba subida de tono…madre
mía, encima tenia razón, se moría de ganas de verle pero no podía ceder de nuevo.
-
Lárgate Rob, te lo estoy pidiendo bien.
-
Larguémonos juntos.
-
Ahora mismo no iría ni a la vuelta de la
esquina contigo.
-
Mientes.
Rob fue directo
hacia ella y apartó todos los papeles de la mesa, al suelo el expediente del
señor “mono” que acababa de irse a rezar por la integridad física de Sue. Él le
abrió la camisa mientras la besaba salvajemente, ella solo pudo corresponderle
igual.
Y encima de la
mesa, dónde ella tomaba notas y sus pacientes apoyaban sus manos para llorar,
fundieron sus cuerpos, sudados, salvajes y vacilantes. Acabaron exhaustos, uno
encima del otro, sin importarles la hora, el día o si la puerta de entrada al
piso estaba abierta aún. Durmieron hasta que el sonido de un móvil les
despertó. Sue cogió el aparato y vió que era el señor “mono”, contestó.
- Sue al aparato.
- Disculpe, solo quería asegurarme
de que estaba bien
- Sí sí, lo estoy, muchas gracias.
- Ah, de acuerdo, pues hasta la
semana que viene entonces.
- Hasta la semana que viene…
La voz titubeante
dejaba entrever un halo de desazón, pero colgó.
- Tenemos que irnos Rob, es tarde y
mañana tengo que volver antes de la primera
visita para limpiar y ordenar todo este desastre.
- Sue… ¿querrás volver a verme? – su
voz parecía ahora la de un niño asustado.
- No lo sé Rob, ahora mismo estoy
hecha un lío. Por un lado te diría que te quiero
ver cada día de mi vida, por el otro, te echaría a patadas de aquí por como has entrado, por tu desaparición y por
que estas empezando a ocupar más
parte de mis pensamientos de lo que realmente desearía.
No se dijeron nada
más, le vistieron y cerraron todo tal y como estaba. Él se fue en moto, ella
andando, decidió que era la mejor manera de llegar a casa, ya había tenido
suficientes montañas rusas por hoy y necesitaba que le tocase el aire.
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