LIES (Capítulo XI: El reencuentro II)



Sue estaba en su consulta acabando de atender a su último paciente, un señor de cuarenta y ocho años que decía haber viajado por todo el mundo acompañado de tres monos llamados Lui, Lisa y Tobias. Su delirio era tal, que Sue se planteaba seriamente derivarle en un ingreso urgente, no lo hacia por que el señor estaba solo y no parecía sufrir con sus fantasías. Así que, le continuaba tratando de su ansiedad de separación una vez ya había terminado de viajar con ellos. A pesar de eso, había preparado un informe de derivación a psiquiatría. 

De pronto, se abrió la puerta violentamente y el paciente de Sue dio un brinco en su asiento girándose rápidamente a ver que pasaba a sus espaldas. Sue levantó la vista hasta que encontró una cara familiar, entonces, abrió los ojos como platos. No tuvo tiempo de reaccionar cuando Rob ya había cogido al paciente del hombro y le había ordenado salir inmediatamente “a la calle”, habían sido sus palabras exactas. El paciente se levantó y hizo el gesto de sacar la cartera para pagar la sesión, Sue le hizo un no con la cabeza y le indicó con tranquilidad que saliera. “Hasta el miércoles que viene Sue” dijo el paciente antes de salir corriendo de la consulta y sin volver atrás la mirada.

-        ¿Que estás haciendo Rob? Te crees que puedes entrar de esta forma y hacer lo que te venga en gana?
-        Shhhttt…, cállate Sue.
-        ¿Que me calle? Ahora miso sales por donde has venido, hace cuatro semanas que no sé de ti y si quieres hablar conmigo, tendrás que pedir hora como todos.
-        ¿Como todos? Yo no soy como todos.
-        No, eso por descontado y menos mal que no lo eres.
-        Venga, habla conmigo, pregúntame que me pasa, ¿no tenias tantas ganas de saber de mi? ¡Pues pregunta! Hoy te respondo hasta mi número de ficha policial.

La cara de estupefacta de Sue no podía ser más enorme, su cuerpo temblaba entero por el sobresalto pero a la vez, ver de nuevo a Rob, despeinado, con su chaqueta de polipiel negra y mirándola desafiador le encendía de nuevo la entrepierna. Ella sabia que podría disimularlo un rato más, hasta conseguir que Rob saliera por donde había venido, estaba claro que no estaba en condiciones de nada.

-        ¡Estás borracho, Rob!! … o drogado! que seria peor.
-        Sí, ¿y que pasa? ¿Nunca te ha venido un paciente así? Oh, claro Sue, la psicóloga que solo atiende a pobres diablos llenos de problemas de los cuales ella no puede tener la menor idea.
-        ¿Y tu que sabes de mis problemas Rob? te pido que salgas o voy a llamar a la policía, no tardaran mucho en llegar.
-        Llama, llama si quieres, pero sabes como yo que no lo harás, por que tenías tantas ganas de verme como yo a ti.

La sangre hervía, su tensión estaba subida de tono…madre mía, encima tenia razón, se moría de ganas de verle pero no podía ceder de nuevo.
-        Lárgate Rob, te lo estoy pidiendo bien.
-        Larguémonos juntos.
-        Ahora mismo no iría ni a la vuelta de la esquina contigo.
-        Mientes.

Rob fue directo hacia ella y apartó todos los papeles de la mesa, al suelo el expediente del señor “mono” que acababa de irse a rezar por la integridad física de Sue. Él le abrió la camisa mientras la besaba salvajemente, ella solo pudo corresponderle igual.
Y encima de la mesa, dónde ella tomaba notas y sus pacientes apoyaban sus manos para llorar, fundieron sus cuerpos, sudados, salvajes y vacilantes. Acabaron exhaustos, uno encima del otro, sin importarles la hora, el día o si la puerta de entrada al piso estaba abierta aún. Durmieron hasta que el sonido de un móvil les despertó. Sue cogió el aparato y vió que era el señor “mono”, contestó.
            - Sue al aparato.
            - Disculpe, solo quería asegurarme de que estaba bien
            - Sí sí, lo estoy, muchas gracias.
            - Ah, de acuerdo, pues hasta la semana que viene entonces.
            - Hasta la semana que viene…
La voz titubeante dejaba entrever un halo de desazón, pero colgó.

            - Tenemos que irnos Rob, es tarde y mañana tengo que volver antes de la          primera visita para limpiar y ordenar todo este desastre.
            - Sue… ¿querrás volver a verme? – su voz parecía ahora la de un niño   asustado.
            - No lo sé Rob, ahora mismo estoy hecha un lío. Por un lado te diría que te         quiero ver cada día de mi vida, por el otro, te echaría a patadas de aquí por    como has entrado, por tu desaparición y por que estas empezando a ocupar             más parte de mis pensamientos de lo que realmente desearía.

No se dijeron nada más, le vistieron y cerraron todo tal y como estaba. Él se fue en moto, ella andando, decidió que era la mejor manera de llegar a casa, ya había tenido suficientes montañas rusas por hoy y necesitaba que le tocase el aire.

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