Sue salió a correr
un rato, se puso unas mallas negras que había comprado hacía dos semanas en
unos grandes almacenes que le encantaban, un top ajustado color fucsia y unas deportivas amarillo chillón. No podían
faltar los cascos conectados a la radio de su iphone. Puso el pulsímetro en
marcha y empezó.
Salir a correr les iba bien para liberar su mente y su cuerpo
de las visitas de sus pacientes, a veces era difícil llegar a casa y no pensar
en alguno de ellos y en su problema.
Le gustaba correr
por el parque al lado de su casa, siempre encontraba gente que hacían lo mismo
que ella, madres con sus niños y paseadores de perros. A Sue no le gustaban
demasiado los perros, de hecho le daban un poco de miedo.
En sus cascos
sonaba “Don’t stop me now” de Queen,
le parecía una canción genial para empezar a correr por que tenia fuerza, ritmo
y rapidez…justo lo que ella necesitaba en ese momento.
Al cabo de quince
minutos la música paró para dejar paso a una llamada entrante, Sue se detuvo a
un lado del camino y miró la pantalla, un número entrante que no conocía,
contestó:
-
Sue al aparato.
-
Buenos días, ¿Sue Thomas?
-
Si, yo misma.
-
Buenos dias, me llamo Steve y soy amigo de
Joey. Te llamaba para concertar una visita.
-
¡Ah si! Ya me acuerdo, hola Steve. Ahora me
pillas un poco mal por que no tengo la agenda delante, si te parece bien me
guardo tu teléfono y cuando llegue a casa te llamo, ¿de acuerdo?
-
Perfecto pues, hablamos luego. Gracias.
-
Gracias Steve. Hasta luego.
Sue colgó la
llamada y volvió a conectar a Freddy Mercury, “Show must go on”, no sin dejar de pensar en la llamada que acaba de
recibir y en lo que su exmarido le había contado de él. De entrada le parecía
un caso asequible pero ya veríamos como se desenvolvía todo.
Sue se acordó de la
noche en el despacho con Rob, como era posible que estuviese metida en esa
historia…nunca antes había pasado algo similar con un paciente, sí se había
sentido atraída por alguno, pero era inevitable por que en la relación asistencial
la contratransferencia ya se contemplada, pero de ahí a encamarse con alguno
había un abismo. Ella sabía que Rob era diferente, tenía algo oculto que
resultaba sexy, su pinta de macarra pero su fondo de niño chico hacían una
combinación perfecta y explosiva. Sue también sabia que ella estaba en un
momento delicado de su vida, se estaba haciendo mayor y continuaba sola, el
miedo inconsciente a envejecer solitariamente le aterraba desde joven.
Al cabo de cuarenta
y cinco minutos de haber salido, volvía a casa. Se quitó la ropa y se ducho
durante quince largos minutos. Una vez terminada la relajación se acordó que tenía
que llamar a Steve, el amigo de Joel que quería concertar una visita. Cogió el
teléfono y le devolvió la llamada al número que aún no tenía guardado en la
agenda de contactos.
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