En un comentario anterior de “La
cebra” me atrevía a asomarme, como aficionado lleno de interés, al mundo de
–podemos llamarla así con título algo pretencioso- La neurociencia, convencido
de que algunas nociones sobre “ese mundo maravilloso” nos puede permitir
comprendernos y “manejarnos”.
Bien, pues en esa perspectiva
quiero reflexionar con vosotros sobre las posibilidades de ser feliz, o ser más
libre…que en buena medida depende de las técnicas y recursos para conseguir
cierto control en ese mundo tan complejo. Llevamos siglos intentándolo: algunos
pueblos son maestros en esta tarea: los chinos, que manejan técnicas para
controlar sus instintos, sus dolores…para no caer en un caos personal. Otro
aspecto serían las demandas sociales de la realidad que vivimos. Esto precisa
contar con la colaboración de las emociones y de nuestra voluntad, de forma
“habitual”. Es preciso por tanto aprender a incorporar y armonizar emociones, ideas y voluntad y…¡mantener
esta tarea sin ceder al intento de “lo institucional” que pretendería
“conducirnos, integrarnos” aunque fuera con una conducta rutinaria aun
destruyendo la autonomía de conciencia.
En cada época se lleva adelante esta tarea de la
autonomía:
- los primeros cristianos
reaccionaron frente al poder imperial, pues sólo los ricos y poderosos tenían
“derecho” a llevar una vida con sentido humano.
- El Renacimiento abrió las
`puertas a Las Ciencias, proceso de liberación de lo “metafísico” como única
referencia humana de conocimiento.
- La Reforma de las iglesias para
sacudirse los controles económicos y políticos de “sus jerarquías”, reyes,
papas y aristocracia.
- La Ilustración: incorpora los
valores de la racionalidad.
- La Revolución Industrial que
posibilitaba la superación del estado de esclavitud, de los siervos, para
intentar canalizar las demandas colectivas de los trabajadores.
Todos, intentos para acercarse a
la libertad, a la felicidad.
Las condiciones de la sociedad
pueden ayudar a liberarnos de los miedos y ansiedades, facilitando, haciendo
posible el acceso al conocimiento, a la sabiduría, para que los hombres
rectifiquen sus errores. La ignorancia puede ser la causa de todos los vicios
humanos que originan la desdicha.
Uno de los más lúcidos
pensadores, considerado como “filósofo de la sospecha”, Freud, en el largo
ejercicio de su tarea profesional, la siquiatría, concluye que las personas,
los humanos, nos acercamos desde la desgracia, a unas pautas, unos ¿trucos?,
paliativos, para soportar, controlar, encajar, incluso superar las desgracias y
los disgustos. Y destaca estos cuatro: La Religión, el Arte, el Amor y la
Intoxicación.
Hoy están apareciendo en nuestra
sociedad fenómenos nuevos muy cargados de sugerencias felices: una
multiplicidad indiscriminada de datos e informaciones que ofrecen felicidad a
la vuelta de la esquina. Este afán de estar “a la última”, este miedo a quedar
desplazado, pertenecen en buena medida a la zona de la vanidad…, de lo
evanescente.
Tenemos la constatación de que
esta multiplicación de estímulos nos permite ¿superar? el aburrimiento.
Pero…¿para cuándo dejamos la oportunidad de la paciencia y de la imaginación?
“Busco un hombre”, decía
Diógenes (tal vez a sí mismo), y
Alejandro Magno se presenta cual mago, y le ofrece…¿qué? “Me estás quitándo el
sol”, le diría.
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