Ausencia prematura

Ya no tengo casa
y has dicho que tu casa también puede ser mía.
Que ésta será nuestra puerta
y que desde ahora permanecerá durante segundos titubeante
justo después de que tú o yo hayamos entrado,
horas en que cansadas las gentes unas de otras se alejan
o en las que la oscuridad, transformada en esquinas,
alberga orillas enmarcadoras de espejos.
Orillas que de otra forma jamás serían nuestras.

Los animales de la noche
desde la oscuridad a la oscuridad observan.
Cayendo sobre las paredes de cristal estan la noche y la niebla
y las llaves desde debajo de la maceta
o desde la pequeña roca secreta entre la hierba
aguardan a las luces irreconciliadas con la espera
que desde los balcones vecinos parpadean.

Has dicho que tu casa también será mía
tal vez porque tu amor es como el mío
cuando esporádico llora renegando vestigios de abandono
hasta que se ahogue un día
como mi casa y sus objetos
cuando comenzaron a escasear hasta dejar de pertenecerme
e invisibles sus orillas hiciéronse cada vez más finas
y superaron su resistencia,
el tanto peso de los días
y yo sin ella, irreconciliado,
en medio de una noche de niebla,
detrás de los cristales de tu casa,
aún la creo mía.



Reinaldo Reyes

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