Llegó otro martes, otro largo y lluvioso martes. Me
disgusta la lluvia…de hecho lo que más odio de ir con paraguas es mojarme la
bajera del pantalón.
Llegué a la consulta puntual, revisé la agenda y me di
cuenta que Rob tenia que venir ese día a las doce de la mañana. Antes tenía dos
pacientes, una mujer de cincuenta y cuatro años con un trastorno que alborotaba
a todo su entorno familiar, y un chico de treinta y cinco con una ansiedad brutal
por culpa de un episodio de moobing en su empresa actual.
Acabaron las primeras visitas y me dispuse a esperar a
Rob. Mi cabeza andaba de un lado a otro en lo que debía ser un intento de redimir
lo que había pasado la noche anterior y dispuesta a derivar el caso a un
colega, siempre y cuando Rob acudiese a la cita de hoy.
Pasada una hora no había ni rastro de Rob…abrí la puerta
y hice pasar al siguiente paciente. No me acordaba que era la mujer de cuarenta
y seis años que según decía, su marido ya no se sentía atraído por ella desde
hacía bastante tiempo y esto le causaba una gran frustración. Hoy no era un buen
día para hablar de atracciones sexuales.
La jornada había terminado con ocho visites y largarme a
mi casa era lo que más me apetecía, los martes echaban la serie esa de los
médicos donde todos se enrollan con todos… me encanta ver que siempre llevan
las batas impecables.
Metí la mano en el bolso para buscar el móvil mientras me
dirigía al céntrico y solitario apartamento en medio de la gran ciudad…andaba
despacio para que el tiempo en casa también fuese menor. Observé que tenia tres
llamadas perdidas, mi sorpresa aumento cuando vi que eran de mi ex-marido.
Él y yo hacía meses que no habíamos hablado, no podía ni
por asomo, imaginar que necesitaba de mi, a lo mejor por que yo ya tenia todo
lo que había necesitado de él…decidí que le llamaría al día siguiente, no me
preocupaba lo más mínimo su llamada.
Llegué a casa y puse la llave en la cerradura, en mi
buzón vislumbre alguna carta. Había cuatro sobres, la factura de la luz, la revista
con descuentos del supermercado cercano a mi casa y que tiempo atrás me habían
hecho una tarjeta cliente de esas que te dan puntos canjeables por paellas y
vasos, propaganda de un centro de estética y un sobre en blanco. No hace falta decir
cuál abrí primero. El sobre contenía una nota escrita a mano, con una letra un
tanto mal grafiada y con algunas faltas de ortografía…era de Rob.
“No creo que vuelva
los martes…almenos a tu consulta”
¡Otra vez el
músculo más fuerte y rápido del cuerpo andaba a mil…! Almenos a tu consulta…
Subí corriendo por las escaleras hasta el décimo piso
donde estaba situado mi apartamento, necesitaba esa descarga de adrenalina que
había generado mi estancia en el rellano de la escalera. Solo entrar sonó mi
móvil…no podía creer que esas dos horas antes de irme a la cama fuesen más
largas que todo el día entero. Miré la pantalla y vi el nombre de mi ex, Joey llamando. Respiré hondo y toqué el botón
de colgar…no tenía ganas de hablar con él, de hecho solo quería echarme
en la cama y darme una tregua pensando en Rob.
Medio ansiolítico ayudo a Morfeo a hacer el resto.
Las siguientes tres semanas transcurrieron sin noticias
de Rob…lo borré de cada martes de mi agenda, no hacía falta quitar horas al resto
de mis pacientes, al fin y al cabo, ellos me daban de comer.
Cada vegada es posa més interessant. Rob fa trontollar a qualsevol dona, je je. Espero que torni
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