El Cine de mi vida (1)

Es muy frecuente encontrase ante la búsqueda de referentes culturales; cada uno tenemos los nuestros. Cinematográficamente hablando, es muy común realizar listas de las mejores películas del año, o de las mejores películas de la década o de la historia. Pero no es nada habitual realizar listados de las preferencias personales, centradas en la experiencia individual; la finalidad última sería un pequeño acercamiento al individuo que la confecciona; sin querer, nos adentramos en que criterios culturales, personales, afectivos son los responsables de la elección de unos u otros títulos.

Y es que, después de todo, este tipo de listados personales, son radicalmente distintos a los que contemplan criterios de temporalidad o nacionalidad, y opuestos a aquellos que son de tipo promocional que responden solo a lo numérico en cualquiera de sus facetas. Por ello, este estilo de listados nos va acercar a algo tan interesante como es un mayor conocimiento de nosotros mismos, simplemente al rebobinar en nuestros recuerdos y proyectarlos.

Y me atrevo a proponeros, a modo de comentario, elaboréis vuestros propios listados, que no tengan límite en vuestros recuerdos y pasiones; que apelen exclusivamente a criterios personales, que en ocasiones coinciden con algunas grandes obras. Todas valen, incluso algunas que pueden ser sorprendentes para algunos de nosotros, pero que a ti te ha llegado por la razón que sea. Ahí va mi lista comentada; espero despertaros al menos la curiosidad y, que con ella podáis conocerme un poco más, o todo lo contrario, nunca se sabe que lectura tendréis de ella. Advierto, es una lista realizada con cierta visceralidad, en la que encadeno títulos que a mí me remiten a otros, y sucesivamente estos a otros. De hecho una vez que estoy corrigiendo el texto me acuerdo de otros, pero los aquí reflejados, creo que son los claves de mi vida.

Guía de lectura: solo aquellas películas en negrita forman parte de mi listado.

Mi primera intuición que tengo del cine fue de ver una película titulada Chitty Chitty Bang Bang (Ken Hughes, 1968), yo tendría 5 o 6 años porque no creo que me llevaran con tan solo 3 años; en ella intervenían Dick Van Dyke y, por aquel entonces no tenía ni idea de nada, y ahora descubro que también figuraba en el reparto el increíble Benny Hill. Era una peli sobre una familia y un coche volador, no recuerdo gran cosa más, quizás que salía desde una especie de plataforma, con muchos colorines, pero me lo pase estupendamente. Más tarde ya con un poco más de conciencia sé que salí alucinado de ver La guerra de las galaxias (George Lucas, 1977).

La primera película que me impactó sobremanera fue  Las tres luces de F. Lang (1921), cuya traducción del título original es La muerte cansada. La visioné en un seminario al que asistí como alumno y me afianzó en la idea de que el cine era una fuente inagotable de riqueza y belleza. Caló sobre mí la figura del personaje principal, la muerte, aquella sala llena de velas que años más tarde sirvieron de idea para Ridley Scott (Blade Runner, 1982), y sobre todo, como sobrevuela en todo el filme esa lucha constante entre la vida, la muerte y el tiempo.  La fuerza de este filme reside en una imaginería que no se olvida fácilmente; la muerte con ese bebe en brazos, ese muro infinito,…

  


Siguiendo con el cine silente, siempre me acuerdo de dos de los genios más universales de este arte; por un lado El Chico de Chaplin (1921) es una de mis películas favoritas, la cinta que mejor conjuga la risa y las lagrimas; escenas inolvidables, como en aquella en la que el chaval rompía los cristales y él aparecía para arreglarlos, el desayuno, la noche que pasan en el centro de acogida, o lo increíble de suponer que este niño había caído a la calle,...E inmediatamente me acuerdo de Las Siete ocasiones de Buster Keaton (1925), que fue la primera película a la que dedique un pequeño estudio, ya como profesor. Para mi Keaton es el mejor de los cineastas del género cómico mudo, el más hábil con la cámara, además de ser el mejor atleta de la historia del cine, con el permiso de Burt Lancaster.

Del periodo mudo son muchos títulos de los que tengo un gran recuerdo. Dos filmes me sobrecogen; El viento (Víctor Sjostrom, 1928) y Amanecer (Murnau, 1927). La película del maestro sueco impresiona por la fuerza de sus imágenes; el rostro de Lilian Gish, aquel caballo blanco, la secuencia final,… Por otro lado, siempre que menciono a Sjostrom me acuerdo de su memorable interpretación en Fresas salvajes (Bergman, 1957), también uno de mis referentes. De Murnau, creo que conozco todas las películas que se conservan de él, y creo que de elegir una, tendría que ser la película que mejor ejemplifica el melodrama clásico, por su claridad expositiva, por el sinfín de lecturas, y por la maestría en el manejo de la cámara desencadenada; todo Hollywood importante estaba en el rodaje aprendiendo del maestro de maestros; posiblemente el más grande de los cineastas; creo que solo puede medirse con él, John Ford.


 


Creo que se nota mucho que siento debilidad por el cine de la etapa silente; de hecho hay una que me obsesiona especialmente, La caja de Pandora (G. W. Pabst, 1929) que centra mi aplazada tesis doctoral. Una de las películas más modernas de la historia del cine por su argumento basado en las polémicas obras de teatro de Frank Wedekind, por su protagonista (Louise Brooks), una americana haciendo cine en Alemania, que por así decirlo, robo el papel a la mismísima Marlene Dietrich, una mujer que encarnaría a la perfección la quintaesencia de la mujer moderna (increíblemente culta, liberada en su comportamiento sexual y una “flaper” de una belleza espectacular). La película es hoy día un icono contra las ideas estereotipadas del mundo femenino. Un día terminaré de hincarle el colmillo. La Lulú de Wedekind, Pabst y de Louise Brooks, pasa por ser la más fatal de las mujeres que han pasado por la literatura y el cine. Y ella me hace recordar muchas de las “femme fatales” del cine negro; si me tengo que quedar con una, sin duda sería la protagonizada por Jaen Greer en Retorno al pasado (Jacques Tourneur, 1947), acompañada de Robert Mitchum y Kirk Douglas; bajo mi punto de vista, el mejor cine negro de la historia. Y me acabo de acordar de otra obra maestra, de nacionalidad francesa, protagonizada impecablemente por Alain Delon, me refiero a Le Samourai (Jean-Pierre Melville, 1967). Esta fue una película que descubrí en mi etapa universitaria, siendo director de un cine-club universitario. Allí descubrí verdaderas joyas y algunas de ellas están entre mis películas favoritas; Faraón de Jerzy Kawalerowicz (1966), la mejor película que he visto sobre el antiguo Egipto.

 


El Gatopardo (Luchino Visconti, 1963) es para mi modesta opinión la película más bella jamás rodada. Majestuoso retrato que Visconti logra realizar del Príncipe de Salina en una época en la que parece que todo cambia, pero que, el tiempo deja todo como era en un principio. Algunas de las escenas de este filme son de las mejores filmadas jamás; el inicio, con esa cámara escudriñando el palacete para adentrarnos poco a poco en esa ceremonia del rezo, en medio de un alboroto en palacio que no hace modificar el acto presidido por el príncipe, que lo oye todo y que lo sopesa y lo equilibra con un gesto y una elevación de voz. Infinidad de escenas son memorables, como el baile, el baño, la caza,… Burt Lancaster es uno de mis actores favoritos, y él protagoniza algunas de mis películas esenciales. La primera, El nadador (Frank Perry y Sydney Pollack, 1968), filme difícil de visionar y poco conocido que me dejo sin habla. Una mezcla de canto a la naturaleza, cuento de hadas y de pesadilla, y delirante paranoia de un personaje recordándose a sí mismo; curiosa, inquietante, melancólica, y una verdadera exhibición con todas las letras de su protagonista. El otro filme es muy distinto en todo, salvo que lo protagoniza otra vez el protagonista de The Killers (Robert Siodmak, 1946), y es El Temible Burlón (R. Siodmak, 1956). Este divertido filme de piratas, mezclado con una soterrada crítica política es el último trabajo entre Lancaster y Siodmak, su descubridor para la pantalla, y cuyo primer título de ambos ya he mencionado. Este maestro del cine negro, de origen alemán, tubo que sucumbir ante el empuje de la estrella norteamericana que hizo y deshizo en este filme para conseguir un más que estimable trabajo que resulta ser una mezcla entre “slasptick” a lo “keaton”, arte circense y epopeya de piratas.

 


Matar a un ruiseñor (Robert Mulligan, 1962) es ese filme que siempre quiero volver a ver. Me produce la sensación de que el ser humano puede superarse a sí mismo con muy pocas cosas. La figura insobornable de Atticus Finch (Gregory Peck) creo que debería ser un referente para todos. Película que trata temas adultos con una seriedad intachable, pero que también se adentra en el difícil universo infantil con una inaudita perspicacia. Ambos mundos son inteligentemente unidos por una voz narrativa (Scout Finch, su hija) que presenta los años vividos con su padre con una notable nostalgia y admiración. ¡Qué personajes! Atención a la actuación de Robert Duvall. Del mismo actor me acuerdo mucho de Horizontes de grandeza (W. Wyler, 1958), y del mismo modo mis películas favoritas del western son sin duda Centauros del desierto (1956) y El hombre que mató a Liberty Vallance (1962) (J. Ford); no son películas que me gusten por toda la mitología que llevan detrás, ni por ser del que “casi todos” aplauden como el mejor de todos los tiempos, sino porque me parecen filmes apasionantes con dos  personajes inolvidables como los encarnados por John Wayne; el primero despiadadamente violento hasta la saciedad y todo por lograr volver a recuperar lo poco que había sobrevivido de su familia, y el otro, el héroe callado y en la sombra que es glosado y recordado para su mayor gloria; estamos con este filme sublime en las fauces del manierismo cinematográfico. Si bien ambos filmes, son la cima del western, el género resucitó con uno de mis filmes fetiche, Sin Perdón (1992) del neoclásico Clint Eastwood, el único autor vivo que sigue realizando cine casi a la manera clásica, algo casi imposible. Y se me olvidaba, siempre que me acuerdo de Horizontes de grandeza, me acuerdo de la película de “romanos”, protagonizada por la misma actriz, Jean Simons, Espartaco (Stanley Kubrick, 1960), y claro está por Kirk Douglas, y de éste último me parece inolvidable Duelo de titanes (John Sturges, 1957), y con creo el mejor Wyatt Earp (Burt Lancaster) del cine con permiso de Henry Fonda en Pasión de los fuertes (J. Ford,1946); como veis muchas de mis películas de cabecera, me remiten a otras y, casi siempre guardan en común, algún aspecto muy concreto, como actores, personajes, o relación genérica o estilística.


El espíritu de la colmena (Víctor Erice, 1973) que al igual que la película de Mulligan se adentra en la difícil descripción del mundo infantil, es para mí una de las películas más hermosas jamás rodadas, cada plano, cada escena y secuencia, parecen guardar una cadencia milimetrada, cuasi matemática, pero a su vez, y parece contradictorio, la puesta en escena goza de una especie de improvisación mágica. Junto con el filme de Erice, otros filmes son referentes continuos de mis clases de cine en la universidad, Blade Runner (Ridley Scott, 1982),  2001: una odisea en el espacio (S. Kubrick, 1968), La mujer pantera (Jacques Tourneur, 1942), y Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960). Las cinco me parecen ejemplos perfectos para poder realizar principios de análisis fílmicos por guardar dentro de ellas algunos de los elementos imprescindibles para ésta disciplina; contienen secuencias y escenas (no todas) lo suficientemente bien definidas como para acotarlas perfectamente, esas escenas mantienen una significación por sí mismas fuera del resto del filme y, por último, ellas mismas pueden ser valoradas  como significativas del filme entero porque aluden o realizan llamadas a otras partes del filme.


  


Del panorama reciente no hay películas que me hayan dejado una huella perdurable salvo excepciones.  Deseando amar (Won Kar-wai, 2000), sublime filme del que creo es el más sobresaliente de los autores del panorama actual. También de oriente admiro casi toda la obra de Takeshi Kitano, y si tuviera que escoger uno de sus títulos me quedaría con Flores de fuego (1997).  Funny Games  (Michael Haneke, 1997), director que me parece de lo más pertinente de nuestro tiempo y del que adoro especialmente este filme; un juego con el espectador espeluznante (visionar con cinturón de seguridad). El árbol de la vida (2011) y La delgada línea roja (1998), ambas realizadas por el único gran filósofo que hay hoy día en el cine, Terrence Malick; la primera es semejante en grandeza a la inconmensurable 2001 de Kubrick, la segunda me parece el gran reverso sobre las películas bélicas, de las cuales la definitiva es Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979). También admiro a uno de los grandes creadores de imágenes turbadoras, el enigmático y sorprendente David Cronenberg; de todos sus filmes elijo Crash (1996).



JOSÉ ANTONIO SIGÜENZA

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2 comentaris :

  1. qué gran selección y cuántas películas por ver...

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  2. Como os planteo en el artículo, os reitero que confecciones vuestra propia lista y las publiqueis aquí mismo.
    Veries que gustos tan distintos, y de ellas podreis conocer mejor a las personas que las realizan; ánimo, sacad del baúl de vuestros recuerdos aquellas pelis que visteis de niños y os impresionaron.

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