- Sue por favor,
llámame cuando oigas el mensaje.
El piloto rojo de mi horrible móvil me indicaba que
estaba pendiente la llamada que la noche anterior no había contestado. Era
último viernes de mes y las nueve de la noche…a esa hora poco me importaban las
llamadas de números no grabados en mi agenda, pero ese número no era desconocido
y me acercaba de nuevo a la voz de Joey. Esta me sonaba igual de pesada que
poco antes de separarme de él. Ni una palabra más para descubrir que quería de mí.
Decidí llamarle, en mi casa me habían enseñado que las cosas que te molestan te
las tienes que quitar de encima lo más rápido posible, y esa llamada era una de
ellas.
- Sue!
- Dime.
- Por que has tardado tanto en llamarme?
- Tengo trabajo Joey, o es que ya no te acuerdas que en
nuestro divorcio me llevé tu apartamento pero no tu dinero?
- Sue…me gustaría tomar un café un día…
- Un café? Tu no tomas café! Te arde el estomago.
- Es un decir…tengo un amigo que está en un lio con un
familiar y necesitaría el consejo de un psicólogo.
- Sabes que por ética personal i casi profesional, no tengo
que coger pacientes amigos de mis…ex.
- Lo sé lo sé. …
- Joey…lo siento pero no tengo ganas de escuchar chismorreos
familiares de tus colegas de trabajo.
- Sue escúchame, puede que te interese lo que te tengo que
contar…este compañero…
- Joey, no sé dónde quieres ir a parar…pero ya basta. La
próxima vez que me llames que sea para decirme que te has vuelto a divorciar,
hasta entonces, adiós.
Colgué
y tiré el teléfono al sofá…me cansaba su actitud preocupada ahora que ya no le
tocaba hacer este papel. El día que un cliente furioso que empujó la mesa casi
me manda al hospital, se limitó a decirme “tendrías
que tener más cuidado con algunos pacientes, Sue”… yo misma decidí
atornillar las patas de la mesa al suelo para procurarme a partir de entonces,
ese cuidado. El divorcio me había atormentado más de lo que llegaría a
reconocer delante de él…sólo Bri conocía mi estado.
La
noche prometía ser tan divertida como todas, era viernes, y las risas de gente
que pasaba por debajo de mi ventana y se dirigía al club de moda de la ciudad,
me hizo recordar que hacia mucho tiempo que no salía.
Fui a
mi habitación y me puse la lencería finísima de color rojo que me había
comprado el día después de que Joey me dejara, pensé que un buen sujetado de
encaje puede valer para superar un divorcio ya que sucumbe a la frase “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”.
El rojo
era mi color favorito des de el día que mi madre me compró un chubasquero y
unas botas de agua de ese color. Recuerdo la sensación de que todo el mundo me miraba,…ahora
pienso que debían mirarme por que destacaba mogollón, pero a mi me enloquecía
pensar que era la niña con más glamour de la zona.
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