LIES (Capitulo VIII: La salida)



Salí a la calle. El frío se apoderó pronto de mí, salía humo por mi boca a pesar de que hacia nueve años que había dejado de fumar…a lo mejor tendría que volver a coger un pitillo, al fin y al cabo era mejor que atiborrarse a ansiolíticos.

Tenia ganas de salir y bailar, puesto que mis amigas estaban la mayoría casadas y tenían hijos que les ocupaban la mayor parte del día y de la noche.

 

Entré en el local pasada la una de la madrugada, estaba a treinta minutos de mi casa y me había resultado agradable andar. El portero del  Reustar Club  me miro de arriba a bajo, seguramente intentado responder a la pregunta que en aquel momento se estaba haciendo: “¿Que hace una chica como tu en un sitio como este?”.

Me abrió la puerta que separaba el frio del calor y entré. Mis pupilas poco habituadas a la oscuridad solo me dejaban distinguir las luces intermitentes. La música estaba tan alta que no llegué a escuchar como la chica de detrás me pedía paso y finalmente había decidido apartarme de un empujón.

Localicé la barra al cabo de pocos segundos y me dirigí hacia ella. Los camareros eran todos jóvenes y bien fornidos, criterio básico en muchos locales sociales de la ciudad.

Tuve que esperar diez minutos para que me sirvieran un ron con cola, aquí no estaba Jack para adelantarse a mis deseos. Cogí el vaso y me giré hacia la multitud que bailaba desenfrenadamente bajo los rayos de luz intermitente, sus cuerpos parecían desencajarse a cada movimiento…estaba convencida que la mitad de ellos ya no escuchaban la música y se movía más por inercia que por diversión.

Al cabo de quince minutos me había terminado el combinado,  estar sola en un sitio así no daba para mucho más. Decidí ir al baño antes de salir del local, andar con frio y pis no era la idea de una buena retirada.

Busqué el baño, como siempre al fondo del local y a la derecha, acerté. Entré en el baño de mujeres, una inmensa cola me separaba de tan ansiada necesidad, miré mi reloj y vi que eran las dos de la mañana.

Mientras esperaba, se me ocurrió mirarme al espejo, era una actividad que unas diez chicas estaban practicando en ese momento, la mayoría retocaba sus maquillajes o se achuchaba el pelo para que pareciera más voluminoso, ponían cara de selfie para ver si quedaban bien en el caso que alguien les hiciera una foto para después colgarla en alguna de las redes sociales tan de moda en ese momento, yo simplemente deseaba que el rímel continuara en su sitio, nunca me ponía rímel porque al cabo de un rato siempre parecía un mapache. Me miré, y vi que mi larga melena morena y ondulada continuaba en su sitio, me colgaba por encima de los hombros y eso siempre me había gustado, el rímel en su sitio, el negro resaltaba el color miel de mis ojos…no estás tan mal Sue! pensé, deseosa de que fuera algún chico decente el que pensara eso de mi.

Creo que veinte minutos después conseguí un baño y diez minutos más tarde salir de este. Fui directa al ropero a recoger mi chaqueta, no encontraba el tiquet por ningún lado y empecé a ponerme nerviosa, estaba cansada y me quería ir a casa, pero me temía que antes tendría que volver al baño a buscar el pase a la libertad.

La chica del ropero, alta, rubia teñida y labios pintados de rojo, me miraba con cara de “venga nena que no tengo toda la noche para ti” (mentira, sí la tenía) mientras yo seguía magreándome con las manos entre los bolsillos. Me retiré para dejar pasar a una pareja que llevaban el ansiado papel y me dispuse a ir otra vez al baño.

Llegué después de dar codazos a las almas enloquecidas por Katie Perry, y la cola era la misma o más de la que había encontrado la primera vez. Empecé a mirar por el suelo entre los pies subidos a tacones de doce centímetros y nada…me empecé a poner ansiosa…era posible que no me pudiera ir a casa por un trozo de papel reciclado y un número… ¿escrito a mano? ¿Y qué número era? Encima no lo había mirado! como me decía siempre mi hermano, yo formaba parte del grupo de los rápidos y ese día, cogí el papel y lo guardé sin más.

Me dirigí de nuevo a la salida dispuesta a describirle a la chica responsable de la seguridad chaquetera mi abrigo, era simple, negro pero dentro de un bolsillo llevaba un trozo de papel dónde estaba anotada del cita de un paciente para dentro de tres días…encima la protección de datos estaba en riesgo!

Antes de llegar al ropero algo llamó mi atención, una figura postrada en la barra con un vaso de tubo largo miraba indiferente a la muchedumbre sudada que bailaba como si fuera el último día en la tierra. Mi corazón dio un vuelco…no era posible.

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2 comentaris :

  1. Siempre nos dejas con ganas de saber qué pasará... Deseando de que llegue la próxima entrega para resolver la intriga

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