Uno de los grandes impactos que Rusia induce en el viajero es su peculiar arquitectura predominantemente soviética, exportada de manera inmisericorde a todo país vecino donde cayera tan particular influencia. La combinación de enormes avenidas desarboladas con numerosos carriles de coches en un entorno dominado por enormes edificios de hormigón sin pintar, ascetismo sin concesiones, hacen de la ciudad rusa un sitio asaz hostil para el viajero a pie….
Los motivos que explican esta aberración urbanística son sencillos: durante el comunismo el objetivo principal de cualquier obra o trabajo era la funcionalidad, un coste razonable y una calidad aceptable. Cualquier inversión adicional destinada a mejorar la estética habría supuesto una estúpida y burguesa pérdida de tiempo y recursos que podrían haber sido invertidos en construir más edificios, o más probablemente, en no dar un palo al agua. Esto mismo es aplicable al diseño de las calles: cuantos más carriles haya para los coches, menos atascos, y por tanto el tráfico es más fluido y eficiente (dentro de lo poco que pega la palabra “eficiencia” en el país protagonista). Los peatones deben moverse únicamente para ir hasta la estación de metro o autobús más cercana. Conviene comentar que el metro de Moscú está adornado profusamente con mármoles, estatuas y lámparas procedentes de palacios zaristas y aristocráticos, para que fueran disfrutados por todo el pueblo. Este particular sentido de lo estético (lo feo a la vista, lo bonito y elaborado bajo tierra) no deja de ser desconcertante, si bien se trata de una más de las numerosas herencias que ha dejado el sistema comunista tras 70 años...
Los motivos que explican esta aberración urbanística son sencillos: durante el comunismo el objetivo principal de cualquier obra o trabajo era la funcionalidad, un coste razonable y una calidad aceptable. Cualquier inversión adicional destinada a mejorar la estética habría supuesto una estúpida y burguesa pérdida de tiempo y recursos que podrían haber sido invertidos en construir más edificios, o más probablemente, en no dar un palo al agua. Esto mismo es aplicable al diseño de las calles: cuantos más carriles haya para los coches, menos atascos, y por tanto el tráfico es más fluido y eficiente (dentro de lo poco que pega la palabra “eficiencia” en el país protagonista). Los peatones deben moverse únicamente para ir hasta la estación de metro o autobús más cercana. Conviene comentar que el metro de Moscú está adornado profusamente con mármoles, estatuas y lámparas procedentes de palacios zaristas y aristocráticos, para que fueran disfrutados por todo el pueblo. Este particular sentido de lo estético (lo feo a la vista, lo bonito y elaborado bajo tierra) no deja de ser desconcertante, si bien se trata de una más de las numerosas herencias que ha dejado el sistema comunista tras 70 años...
En Rusia el modelo masculino para las maquinillas de afeitar es este hermoso jugador de hockey hielo
Por ejemplo, sorprende el sentido comercial desarrollado de manera apresurada y no siempre exitosa: véanse los precios en las tiendas: variarán de manera totalmente aleatoria independientemente de si se trata de un establecimiento en un barrio perdido o dentro de una estación de trenes de una gran ciudad o en una pista de esquí. O por ejemplo el hecho de que todas las botellas de agua valen prácticamente lo mismo, con independencia del tamaño de las mismas. También es interesante cómo los establecimientos de cambio de moneda tienen tasas marcadamente diferentes aunque estén situados a escasos metros de distancia entre ellos…En los hoteles no debe ser del todo infrecuente que te informen falsamente de que está lleno, para ahorrarse la molestia de tener que trabajar. Otros legados curiosos son las procedencias de los estudiantes de intercambio, con predominancia de cubanos, norcoreanos y chinos.
Entre las herencias más interesantes destaca el edificio comunitario existente en cada pueblo, que hace las veces de biblioteca, teatro, cine, escuela de música y baile, centro de cultura local, etc. Estos espacios también acogen las reuniones de vecinos y son espacio de toma de decisiones a nivel municipal. No está nada mal en un país en el que la tendencia a encerrarse en casa durante el largo invierno puede ser una importante causa de depresiones y sus múltiples consecuencias…
También ha quedado como una particular costumbre originada durante el comunismo la pasión por las numerosísimas celebraciones gremiales: todos los días es el día de un colectivo: el día del personal ferroviario, de los carteros, del personal de limpieza…las celebraciones más llamativas son las de los milicos, que, además de los desfiles oficiales el día que les toca, llevan a cabo un concienzudo ritual varios días antes y después de tan notable fecha, en forma de botellones en los parques (con el uniforme puesto y feroces alaridos), paseos sinuosos en grupo abrazados entre ellos y a las chavalas de turno, cánticos varios, personas (siendo generoso con el apelativo) con medio cuerpo fuera de los coches mientras ondean una gran bandera al borde del coma etílico, etc. La fiesta es total cuando un coche o un grupo de peatones los jalean para que se animen aún más. Y es que el sentimiento patriótico en un país en el que se prohibió la entrada a extranjeros a un gran número de ciudades (principalmente aquellas con centros de investigación militar o industrial) está totalmente desaforado; casi todos los coches y autobuses llevan banderitas de Rusia o conmemorativas de la Segunda Guerra Mundial…la vuelta de Rusia al primer nivel de importancia tras el hundimiento de los años 90 no ha hecho sino despertar aún más la aspiración imperial que siempre caracterizó a estas gentes, y que explica en parte la necesidad de un líder poderoso y dominante, populista y ultranacionalista, absolutamente contrario al antiguo régimen del que formó parte muy activa, incluso aunque sea Mari Putin y sus Muñecos.
Entre las herencias más interesantes destaca el edificio comunitario existente en cada pueblo, que hace las veces de biblioteca, teatro, cine, escuela de música y baile, centro de cultura local, etc. Estos espacios también acogen las reuniones de vecinos y son espacio de toma de decisiones a nivel municipal. No está nada mal en un país en el que la tendencia a encerrarse en casa durante el largo invierno puede ser una importante causa de depresiones y sus múltiples consecuencias…
También ha quedado como una particular costumbre originada durante el comunismo la pasión por las numerosísimas celebraciones gremiales: todos los días es el día de un colectivo: el día del personal ferroviario, de los carteros, del personal de limpieza…las celebraciones más llamativas son las de los milicos, que, además de los desfiles oficiales el día que les toca, llevan a cabo un concienzudo ritual varios días antes y después de tan notable fecha, en forma de botellones en los parques (con el uniforme puesto y feroces alaridos), paseos sinuosos en grupo abrazados entre ellos y a las chavalas de turno, cánticos varios, personas (siendo generoso con el apelativo) con medio cuerpo fuera de los coches mientras ondean una gran bandera al borde del coma etílico, etc. La fiesta es total cuando un coche o un grupo de peatones los jalean para que se animen aún más. Y es que el sentimiento patriótico en un país en el que se prohibió la entrada a extranjeros a un gran número de ciudades (principalmente aquellas con centros de investigación militar o industrial) está totalmente desaforado; casi todos los coches y autobuses llevan banderitas de Rusia o conmemorativas de la Segunda Guerra Mundial…la vuelta de Rusia al primer nivel de importancia tras el hundimiento de los años 90 no ha hecho sino despertar aún más la aspiración imperial que siempre caracterizó a estas gentes, y que explica en parte la necesidad de un líder poderoso y dominante, populista y ultranacionalista, absolutamente contrario al antiguo régimen del que formó parte muy activa, incluso aunque sea Mari Putin y sus Muñecos.
A pesar de estas herencias, el espíritu del comunismo está hoy presente más que nada como un curioso decorado en el que grandes edificios oficiales, culminados por enormes estrellas rojas (también presentes en el morro de todos los trenes), hoces y martillos presiden las calles y plazas atestadas de estatuas de Lenin, guardias rojas tallados toscamente en 4 metros de granito, monumentos a vigorosas mujeres obreras de cabeza cuadrada y demás parafernalia que nadie ha retirado, más por desidia que por nostalgia o valor significativo. Y es que el ambiente de hoy es, a excepción de la política de precios ya mencionada, marcada y ciegamente capitalista: imposible caminar dos minutos por las calles de una ciudad sin ver los mismos anuncios y productos que en cualquier gran ciudad europea o norteamericana; incluso el agua mineral pertenece a las grandes marcas de bebidas yanquis. Tampoco debería sorprender a nadie, la globalización, etc.
Este proceso de cambio salvaje de modelo no ha impedido que los ciudadanos no disfruten del mismo servicio de transporte público que existía durante la época comunista. El problema es que los autobuses tampoco han cambiado desde entonces, siendo notorios petroleros circulando entre coches de alto lujo (empresarios de éxito, generalmente salidos directamente de los altos puestos del Partido Comunista, parece que se lo repensaron) y de enormes y ruidosos coches y camiones de los años 70. La proporción entre coches de superlujo y coches “normales” es de casi 1 a 1 en Moscú, cosa bastante sorprendente. O no.
Cerraremos este capítulo volviendo al preocupante tema de la estética: cuesta entender cómo en el país donde vieron la luz tantos grandes músicos, literatos, pintores y coreógrafos pueda oírse hoy en las radios (en cualquier supermercado, autobús o tienda) o en los ruidosos móviles, una música que por Aquí solo es posible disfrutar en las más siniestras discotecas. Puestos a entrar en temas escatológicos, cabe mencionar el gusto de los rusos por las versiones (ésas que llaman "remix") de históricas bandas como las Spice Girls o las Ketchup, con una nada sutil carga añadida de electrónica machacona. Otras notables ofensas a varios de los sentidos son la estética de ellos y ellas: ellos parecen ir al gimnasio exclusivamente para hacer brazos y tronco, de manera que suelen parecer una especie de medio madelman injertado sobre unas patas de pollo; para complementar el conjunto, suelen lucir las legendarias camisetas de rejilla semitransparente que permiten apreciar todo lo que subyace. En moda femenina esta temporada siguen dominando los colores estridentes combinados al azar y el uso forzoso de taconazos, independientemente de la edad o altura de la interfecta.
En el próximo capítulo, último de este monográfico sobre Rusia (prometido), cerraremos con otros temas apasionantes: la corrupción, el alcoholismo y una breve lista de consejos para el viajero que por allí se adentrara…
El observador
El momento jocoso (de lo que se entera uno): http://www.elpais.com/articulo/economia/SEC/detecta/fallos/evidentes/funcionamiento/agencias/calificacion/elpepueco/20110930elpepueco_16/Tes
La cita:
“Sus argumentos no admiten la más mínima refutación, aunque no produzcan la más mínima convicción”. Hume.
El enlace:
Sin comentarios…(agradecimientos a Don Pau)
http://www.youtube.com/watch?v=vdf58opPRMY
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