Los abuelos nos hacen grandes

En estos días de Septiembre que son quizás los mejores del año, me da por salir a correr por uno de los sitios más bonitos de España: El Campo Grande de Valladolid. Un Jardín romántico, que ha sido testigo de la historia de la ciudad. Un lugar que fue en su día sede de duelos a espada o pistola, y que hoy es lugar de paseos, de lecturas, y de encuentros furtivos de jóvenes enamorados http://es.wikipedia.org/wiki/Parque_del_Campo_Grande

El paso de “trote cochinero” que voy manteniendo, al ritmo de chirigotas, rancheras y boleros, me permite observar a mi alrededor. Y entre las tantas cosas que voy viendo, está la preciosa escena de los abuelos con sus nietos.
Creo que no hay palabras suficientes que reconozcan en su justa medida lo que los abuelos hacen por cada uno de nosotros, y especialmente en esta sociedad de hoy, en la que se tiende a ceder a los abuelos incluso parte de la educación de los niños.


Quizás ternura sea la palabra que podría definir escenas como la del abuelo saludando sin parar a su nieto que está en la barca por el estanque (incluso aunque el nieto ya no le mire); o la de aquel otro que lleva del manillar la bici de su nieta consiguiendo que la niña no se caiga a cambio de un inminente ataque de ciática; o la de aquella abuela con el enorme globo de Bob Esponja por que al niño ya se le han pasado los 7 primeros minutos en los que ahora son capaces de disfrutar de una cosa antes de pedir la siguiente; o la del abuelo corriendo (a la misma velocidad) detrás de su nieto de 3 años repitiendo el nombre del niño, sin que éste detenga su alocada y lenta carrera con los brazos levantados; o la conversación “entre niños” que mantienen una abuela y dos peques de 4 años.
Hoy en día los abuelos hacen de padres, de compañeros de colegio, de hermanos, de confidentes,… y de abuelos. Y tantas veces, no valoramos esa labor que hacen con una paciencia, una bondad, y un cariño, que no tienen límites ni intereses ocultos. El amor de un abuelo por un nieto, quizás sea el más puro y desinteresado que pueda haber.

¡Cuántos abuelos preparan la comida para sus nietos en días de escuela, y preparan la casa como para una visita del Rey!. ¡Cuántos abuelos recorren la ciudad para llevar al niño al Judo y a la niña a Teatro!. ¡Cuántos abuelos se pertrechan con 3 abrigos para ver a su nieto jugar el partido del domingo por la mañana!. ¡Cuántos abuelos cuentan las mil historias de cuando eran pequeños intentando que los niños despeguen los dedos de esas maquinitas tan pegajosas!...

Por mi parte, yo tuve mis abuelos, y por desgracia ya no tengo ninguno. Pero la huella que dejaron en mí, sigue ahí. Especialmente la de mi abuelo materno, que me enseñó tantas cosas, pero sobretodo valores, como el del respeto, la responsabilidad o la justicia.
Nunca les podremos agradecer lo suficiente lo que hacen. Pero quizás haya que intentarlo. Si pudiéramos devolverles una pequeña parte de lo que nos dan a nosotros y a nuestros hijos, sería estupendo. A veces bastaría con decirles que les queremos, que valoramos lo que hacen, que les agradecemos lo que hacen, y que nunca les olvidaremos.

Vaya desde aquí un abrazo gigante y un enorme MUCHAS GRACIAS por todo lo que significan, todo lo que nos enseñan, todo lo que nos dicen, todo lo que les recordaremos siempre, y por ser una parte decisiva y fundamental de nuestro modo de ser y de pensar. Lo que somos, se lo debemos en enorme parte a ellos.
Os invito a poner aquí vuestro recuerdo o vuestra reflexión sobre vuestros abuelos
“¡Nabrazo!”

Alberto Bosque Coello

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7 comentaris :

  1. Muy entrañable Alberto. Enhorabuena por la columna!

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  2. Una vez más no puedo estar más de acuerdo contigo, yo siempre he alucinado con esos abuelos que echando el resto hacen lo que ni imaginaban que podrían haber hecho con sus hijos, ahora precisamente que parece que están sin fuerzas pero que milagrosamente las sacan de sus nietos en una especie de simbiosis mágica. Un abrazo o mejor dicho Nabrazo.

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  3. Hola, Alberto. Sobre este tema, me he ido haciendo poco a poco una opinión al respecto: la verdad es que mis padres no considero que sean unos abuelos “ejemplares” como los que tú pintas en este artículo, pero sin embargo, creo y considero que la forma de ser abuelos de mis padres, que dista mucho del tipo de abuelo que tú describes, como te he comentado ya, creo que es muy saludable para los propios abuelos. Los abuelos de mis hijos (mis padres, en este caso) tienen su propia vida, y son muy independientes desde todos los puntos de vista, por suerte para todos. Mi padre, a sus 78 años, todavía está en activo como tú bien sabes, además de que todavía sale a correr una hora todos los días, que no lo hago ni yo. Y mi madre, de 76 años, anda de aquí para allá en la Universidad metida recibiendo clases de idiomas, relacionándose con todo hijo de vecino (y de vecina, para que no se me enfade la ministra de igualdad), participando en múltiples foros (religiosos la mayoría de ellos, pero foros al fin y al cabo), yendo a nadar casi todos los días, y la verdad, soy el único de 4 hermanos que vive aquí en la misma ciudad que mis padres, y puedo decirte que mis padres ven a sus nietos (mis hijos) a lo mejor y como mucho, una vez al mes, y muchas veces una vez cada dos meses o cada tres meses. Yo sé que mis padres son felices así, y les animo y les aplaudo a que así sigan. Desde luego que entre la esclavitud a la que están sometidos algunos abuelos (ya sé que no es lo que tú describes exactamente, aunque se acerca un poco) y la forma de ser de mis padres con respecto a sus nietos, seguramente exista un término medio, pero por encima de todo, yo defiendo a capa y espada el derecho de los abuelos a ser felices, sea compartiendo el tiempo con sus nietos, o con quien ellos prefieran, que al fin y al cabo, ellos ya han hecho bastante por sus hijos y merecen un descanso. Ahora nos toca apechugar a nosotros. Un abrazo de uno del Lourdes (con esta firma sé que no te hace falta más para saber quién soy)

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  4. ¡Fijate, Alberto, mañana en Italia se celebra el Día de los Abuelos!
    Besos de Paola

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  5. La verdad es que es una relación maravillosa y única. Yo aún hoy echo de menos a mis abuelos y abuela; ellos eran personajes opuestos en todos los sentidos...pero de los dos aprendí muchas cosas y me hubiera gustado haber podido pasar más tiempo con ellos, al calor de la lumbre grande, grande de la chimena matancera...Cuántos recuerdos. De mis abuelas, sólo conocí a una de ellas, la otra murió poco antes de nacer yo y por eso, llevo su nombre, de la otra...qué mujer¡¡ madre de 7 hijos, al frente del negocio familiar, chiquinina físicamente pero grande, grande...Gracias Alberto por invitarnos a estos maravillosos recuerdos. Besoso

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  6. Para quienes si hemos tenido la fortuna de tener a los cuatro abuelos es una bendición, son fundamentales en el crecimiento emocional como niños con su sabiduría, ejemplo y valores, dando un amor incondicional, sus historias son tesoros para las generaciones más jóvenes. Recuerdo sentada al derredor de mis abuelos con mis hermanos, primos contando historias, leyéndonos algún cuento infantil, historias que han regresado a mi mente, y ahora que ya no están los echo de menos. Un abrazo Alberto

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