Pocas veces un producto
cultural ha conseguido despertar tantas expectativas como este séptimo episodio
de la saga Star Wars. Y todo por el empecinado y delicioso capricho de una
figura capital del cinematógrafo: George Lucas. Hoy día nadie puede dudar de la
pregnancia de ciertos sonidos e imágenes que emanan desde la pantalla y que
asociamos a diversos e inolvidables personajes: la respiración y vestimenta de
Darth Vader, el sonido de las espadas laser, las figuras de los robots R2D2 y
C3PO, los parlamentos de Chewbacca, o la frase: “Yo soy tu padre”. Y después de contemplar éste, de momento, último
episodio, y de no tener ninguna duda de que el camino emprendido por J.J.
Abrams ha sido sobresaliente, nos permite un acercamiento a esta saga familiar.
Pero no obstante, antes de adentrarnos en esta nueva entrega, recordemos
algunas cosas sobre las anteriores dos trilogías.
Dos
ciclos heroicos. (Padre e hijo)
Como se sabe Lucasfilm fue
adquirida en el año 2012 por Disney. Pero esta circunstancia no ha desligado
del todo al padre de toda la saga, George Lucas. Él ha sido el responsable de
todas las 6 primeras entregas: ha firmado todos los guiones y ha producido toda
la saga completa, dirigiendo la totalidad de los episodios salvo el V (Irving
Kershner) y el VI (Richard Marquand). Es decir estamos hablando que la citada
saga galáctica está enteramente ligada a la personalidad de George Lucas. No
obstante recordemos los títulos por orden de aparición: La guerra de las galaxias, 1977 (Cap. IV), El imperio contraataca, 1980 (Cap. V), El retornó del Jedi, 1983 (Cap. VI), La amenaza fantasma, 1999 (Cap. I), El ataque de los clones, 2002 (Cap. II) y La venganza del Sith, 2005 (Cap. III); por una razón muy sencilla,
no es la misma personalidad, ni incurren las mismas condiciones
socioeconómicas, las que originan las dos trilogías y que generan dos tipos
diferentes de héroes, principalmente.
Las dos trilogías se basan
fundamentalmente en El héroe de las mil
caras de Joseph Campbell (1949), aunque George Lucas ya había buceado antes
en los referentes del Ciclo artúrico, en el filme, El Planeta de los Simios (Franklin Schaffner, 1968), o incluso en La fortaleza escondida (Akira Kurosawa,
1958). De este modo, Lucas fue confeccionando a lo largo de 23 años lo que
hasta ahora conocíamos como la saga Star Wars que deberíamos integrarla en el
género de relato mitológico. Por ello, y siguiendo al profesor Luis García
Tojar (La ideología de Star Wars), nos
vamos a fijar fundamentalmente en alguno de los aspectos que nos van aproximar,
por comparativa, al nuevo episodio: Star
Wars: episodio VII. El despertar de la fuerza (J.J. Abrams, 2015); es
decir, presentaremos el perfil de héroe diseñado por Lucas y las bases sobre
las que funciona el relato en las dos distintas trilogías.
Como muy bien dice el
profesor Tojar, el autor de la primera trilogía difiere mucho del autor de la segunda
trilogía; han pasado casi 30 años y ni las circunstancias socioeconómicas del
mundo que rodeaban a George Lucas son las mismas (finales de los años 70,
1977-1983) que cuando se estaban realizando las películas de la segunda
trilogía (finales de siglo; 1999-2005). Es decir, en la primera trilogía
(77-83) asistimos a un retorno romántico al estilo Western naturalista, y donde
irrumpe la figura de un héroe de corte clasicista. En cambio, en la segunda
trilogía (99-05), nos encontramos con un héroe de tipología postmoderna, lleno
de dudas, en un mundo abocado y amenazado por el totalitarismo. Ambas trilogías
se diferencian mucho en cuanto a la calidad expositiva; la emoción del relato,
las circunstancias que rodean a cada una de ellas, y sobre todo a nivel
socioeconómico (éxito de taquilla, generación de fans), pone en valor el
resultado de la primera trilogía en detrimento de la segunda, más previsible en
todo.
Pero para acercarnos a cada
una de ellas, nos detendremos en algunas de las conclusiones a las que se llega
en el artículo mencionado. Nos interesamos por los personajes y ante todo por
el perfil del héroe, y por los dos temas principales: la temática político-social,
y el hecho religioso.
Luke:
el héroe clásico
La primera trilogía (77-83),
supone, como hemos mencionado antes, una especie de Western galáctico, donde
los asuntos políticos apenas están dibujados. El Imperio ejerce el miedo sobre
toda la Galaxia a base de sus fortalezas (Estrella de la Muerte), y la causa
rebelde parece una minúscula fuerza; por ello, y de ahí uno de los éxitos de
esta trilogía, la causa débil republicana triunfará gracias al ingenio y la
cooperación de colonos e indígenas, que serán capaces de derrotar en dos
ocasiones al orgulloso e inexpugnable Imperio. Estas dos tipologías, integran
al “pueblo”, por un lado los colonos, como la familia adoptiva del joven Luke,
que tratan de sobrevivir en tierras vírgenes, y por otro lado, rodeándolos y
acechándolos, un variopinto número de extraños indígenas. Y mezclados entre
ellos, pululando por toda la galaxia, toda suerte de forajidos, caza-recompensas,
piratas, que sobreviven, como en cualquier Western, de todo tipo de trabajillos
que bordean la delincuencia. Uno de ellos será uno de los ejes narrativos de
esta primera trilogía, Han Solo (Harrison Ford); su personaje aúna los temas
principales (la unidad de todos contra el Imperio y el nexo de unión con la
familia Skywalker). Estamos por tanto, ante la representación del primer
escalón de una civilización, aquella que trata de dominar tierras vírgenes, una
especie de sin gobierno, que conocen tan de cerca los habitantes de los Estados
Unidos de Norteamérica; por ello esta trilogía es una suerte de canto romántico
al propio surgimiento de USA.
En cuanto al perfil
religioso, tan importante en la Saga Star Wars, tampoco está enteramente
desarrollado. Pero sin duda este tema, inherente también al nacimiento de USA,
es el que más curiosidad y éxito ha tenido entre el público, dado su lado
misterioso, místico, de sucesos extraordinarios que convierte a sus
practicantes en una suerte de samuráis con poderes extraordinarios. El éxito de
la primera trilogía (77-83) reside en la dosificación eficacísima que se va
ofreciendo al espectador, de lo que se llama “los caminos de la Fuerza”. Una
especie de religión naturalista del que hay dos bandos: los caballeros Jedi y
los que practican una suerte de reverso tenebroso de tipo sectario, los Sith.
La primera trilogía (77-83) juega con el hecho argumental de que la orden Jedi
está prácticamente extinguida; uno solo parece haber sobrevivido, Obi-Wan
Kenobi, y más tarde descubriremos que hay otro, el maestro de maestros, que
vive autoexiliado, llamado Yoda. Y del lado siniestro de la Fuerza, el icono
del mal, una de las mejores figuras que ha dado el cine, el Lord Sith Darth
Vader, brazo ejecutor del mando imperial que acaudilla el Emperador, Lord Darth
Sidious. Este tema religioso, apenas dibujado, es el factor extraordinario,
misterioso, sobrehumano y heroico, se convierte en el “leit motiv” de la Saga;
de hecho la primera trilogía (77-83) cuenta como nuestro héroe Luke Skywalker,
va recorriendo los “caminos de la Fuerza”.
La figura del héroe, en este
caso el joven Luke, poco a poco va conociendo su origen y adquiriendo
conciencia de sí mismo; con la ayuda casual de un antiguo Jedi (Obi-Wan, que
sabe más de Luke que él mismo), es atraído a la causa rebelde. Luke, al igual
que los espectadores, nos vamos introduciendo en un mundo totalmente
desconocido y para el cual estaba predestinado por nacimiento. Al final de esta
trilogía (77-83), asistiremos a un completo recorrido de los caminos del héroe
tal y como se describen en el análisis del relato mitológico de Campbell: la
partida de su hogar, el proceso de iniciación (varias pruebas con el maestro y
hechos capitales en su vivencia), y el regreso triunfal con los suyos. De todos
los momentos que le tocan vivir, los más trascendentales para nuestro héroe son
los relativos al descubrimiento de quien es su verdadero Padre, y el rescate al
lado luminoso, con el que cierra el círculo de su formación.
Anakin:
el Ángel caído
La segunda trilogía (99-05),
nos relata el origen de la familia Skywalker. La acción se sitúa 30 años antes
de la anterior trilogía, y se centra concretamente en el origen, ascensión y
caída del personaje clave de la familia, Anakin Skywalker.
El ambiente socio-político
que se representa es muy semejante al que acontecía en nuestro mundo real a
finales de siglo XX. Un mundo galáctico gobernado en forma de República, en el
que asistimos a las pugnas entre una Federación de Comercio y el resto de
sistemas independientes que confluyen en una Cámara representativa (Senado
Galáctico). Un sistema que poco a poco va cayendo en manos de los burócratas, y
finalmente cae en un sistema prácticamente totalitario e Imperialista. Este
desarrollo político-económico es la base sobre la que gravitan todos los
conflictos que surgen en esta segunda trilogía (99-05). Para salvaguardar el
orden y la paz en el sistema, están los caballeros Jedi, una Orden religiosa al
estilo de la Edad Media, como la Orden del Temple, que incluso tiene su escuela
de formación, La Academia Jedi y su Consejo de maestros. Esta orden trata de
salvaguardar los valores democráticos del sistema, y tratan de solucionar el
conflicto que plantea La Federación de Comercio apoyada en la sombra por el
lado oscuro de la Fuerza, diseminada por distintos puestos dirigentes.
En esta segunda trilogía
(99-05) se hace todo más evidente y por ello la base religiosa se desarrolla
mucho más, hasta tal punto que se nos muestran las bases ideológicas e incluso
científicas sobre las que se apoya este culto sobrenatural. Asistimos a la
formación de los candidatos a ser Caballeros Jedi en La Academia, contemplamos
diversos grados de entre los maestros, y los de mayor grado forman parte del
Consejo Jedi, último bastión de la paz y equilibrio del sistema; a su cabeza el
maestro de maestros, Yoda. Quizás lo más sobresaliente de este convulso
panorama político, sea la figura del Senador Palpatine, supuesto defensor de la
causa republicana, pero que es su peor enemigo en la sombra, dado que pausadamente
descubrimos que es un Lord Sith. Uno de los recursos narrativos de esta segunda
trilogía, es saber hasta qué punto el lado oscuro de la Fuerza va haciéndose
sigilosamente con el poder, y como los Jedi, únicos que pueden frenar la
traición, finalmente son ellos mismos los engañados y traicionados. Si en la
primera trilogía (77-83) asistíamos al triunfo de la causa luminosa, al final
de esta segunda trilogía (99-05) asistimos a la práctica aniquilación de todos
los Jedi, y solo Obi-Wan Kenobi y Yoda sobreviven, y no tienen más remedio que
exilarse, huir y ocultarse. Ambos temas se mezclan de tal modo que asistimos al
apogeo y caída de esta religión a la vez que vemos desmoronarse todo el sistema
republicano, apareciendo un sistema Imperial totalitario.
Pero por encima de todo,
está nuestro héroe, al que conocemos desde niño siendo el esclavo de un
chatarrero (Watto) en el planeta desértico Tatooine; vende y repara toda clase
de repuestos para naves espaciales. Naturalmente el niño Anakin es un experto
en la construcción de todo tipo de aparatos e ingenios, que incluso pilota. El
azar, como también sucedía en la primera trilogía (unos androides conectan a
Luke con la Resistencia y por ende con su hermana), sitúa a unos caballeros
Jedi en Tatooine donde descubren al joven Anakin. Al hablar con su madre, Shmi,
comienzan a darse cuenta de que este niño puede ser incluso aquel que las
leyendas Jedi han profetizado; un ser tan dotado en la Fuerza que será el que
restablecerá definitivamente el equilibrio en la Fuerza; un especie de Mesías. Su
madre cuenta que su hijo fue engendrado sin tener relación con ningún varón,
una especie de Elegido nacido de una Virgen (como sucede en muchos relatos en
los que se narra el inicio de civilizaciones, el caso Egipcio, el
Cristianismo,…). En esta segunda trilogía (99-05) asistimos pues, a la vida y
“milagros” de Anakin que parece poco a poco darse cuenta de su importancia
dentro de la elite Jedi. Pero su camino está jalonado de numerosas dificultades
hasta tal punto que asistimos a su caída en el abismo. Anakin, pasa de ser el ángel
más luminoso de la Galaxia (Lucifer en latín significa el “protector de la Luz”),
a una especie de Satanás de la saga (en hebreo El Adversario). Si en Luke, su
hijo, asistimos a un progresivo, pero seguro afianzamiento en el lado luminoso,
en Anakin, una serie de circunstancias (casi todas relacionadas con las mujeres
de su vida: la muerte de su madre, y la relación prohibida con Padme Amidala),
y ante todo, su soberbia (el mismo pecado de Lucifer) le provocan una desazón
tal, que de ser “el salvador del mundo”, cae sin remedio en al lado oscuro, convirtiéndose
en un personaje totalitario.
Básicamente estos son los
elementos que configuran el desarrollo de las dos trilogías; faltan muchos más
elementos que enriquecen la trama de la Saga Star Wars, pero ahora no vamos a
detenernos en más pormenores, aunque quizás conviene nombrar y determinar la
importancia de la tecnología que aparece como actantes en las dos trilogías. De
toda la exhibición tecnológica que aparecen en ambas, desde ejércitos de
clones, seres biónicos, o simples robots y androides, estos últimos, y sobre
todo uno, R2D2, acompañado de su traductor C3PO, se convierte en la metáfora de
la tecnología beneficiosa. R2D2, un robot al que apenas podemos entenderle, pero
al que comprendemos a la perfección, (la familiaridad de sus sonidos),
acompañará al héroe, siempre que esté en el lado luminoso. De una manera
sorprendente se convierte en uno de los protagonistas de la Saga (guardián de
los secretos que ayudarán a la Resistencia, medio de unión entre la familia
Skywalker, solucionador de momentos decisivos en las aventuras del héroe, arma
contra el Imperio), a la vez que son el ingrediente humorístico de la trama.
Ahora me acuerdo de unos androides similares, que comparten con R2D2 cierta
vena humanística (en todos los sentidos); son Huey y Dewey, los dos robots de Naves Misteriosas (Douglas Trumbull,
1972) que ayudan al botánico Freeman Lowell a cuidar y proteger las pocas y
únicas especies vegetales de la Tierra; inolvidables.
J.A. Sigüenza
gran análisis, como siempre, felicidades!
ResponEliminaLa intrahistoria del Episodio IV es realmente apasionante...un western con toques orientales ambientado en el espacio y en el que se jugaron casi todo el presupuesto a que unos efectos especiales totalmente experimentales fueran los grandes protagonistas...estuvo a punto de ser cancelada. Quién sabe cuántas películas han sido inspiradas por este universo tan particular...